El cronista oficial de Cuenca, Miguel Romero Saiz, acaba de entregar a las librerías sus dos últimas aportaciones historiográficas -dejando aparte su texto para el libro de fotografías que sobre la principal vía comercial conquense, ahora venida a menos, la Carretería, han realizado los fotógrafos Jesús Cañas y Diego Castillejo, también interesante en sí mismo-. Son ambos, dos libros necesarios sobre el pasado de estas tierras, por motivos diferentes, que fueron presentados hace pocas semanas en la pasada feria del libro, “Cuenca lee”, y que ya pueden encontrarse en los escaparates de las librerías de Cuenca.
En el primero de ellos, bajo el título de “Páginas de una breve historia de Cuenca”, el autor realiza una síntesis de la historia de Cuenca, desde su fundación como ciudad, hacia el año 1000, cuando gran parte de la península se encontraba aún bajo del yugo musulmán, hasta el siglo XVII, y promete una segunda parte que abarque las tres últimas centurias de nuestra historia. Una síntesis necesaria, por inexistente, sobre todo si tenemos en cuenta que los últimos libros de este tipo son los de Mateo López y Trifón Muñoz y Soliva, escritos ambos en el siglo XIX. Libros estos dos que, además de ser difíciles de encontrar para el lector interesado, cuentan además non numerosos errores e inexactitudes históricas, propias de la época en la que fueron escritos.
Se trata, sin embargo, de una síntesis muy diferente a las que son usuales. No se trata de una síntesis total y correlativa de nuestro pasado. Se trata, más bien, de una serie de apuntes históricos, como una especie de flashes, colocadas bajo una casi exacta secuencia cronológica, que da cuerpo al libro. El motivo de ello es claro: el origen de estos textos, que no es otro que las diferentes series de conferencias que el autor ha ido realizando en el seno de dos talleres impartidos por él sobre historia de Cuenca. Manteniendo este punto de referencia, la disposición de los textos, en realidad, no es casual, y ha sido premeditada por el autor para facilitar su lectura a aquellas personas que puedan no haber sido iniciadas en la literatura histórica. Y bajo esta perspectiva, hay que tener en cuenta también cuál ha sido la intención que el autor ha tenido a la hora de entregar a la imprenta estos resúmenes de sus conferencias, que no es otro que el que siempre ha tenido en cada uno de sus libros, el que tuvo también a la hora de dirigir dichos talleres: la divulgación de nuestro pasado entre el mayor número de conquenses. Sobre ello, ha escrito el propio Romero en el prólogo del libro:
“La historia de Cuenca está muy necesitada de revisión, de actualización y de nuevos enfoques editoriales; no hay duda que todo proceso histórico de una ciudad, región, país o simple comarca, necesita constante revisión por proceso imperativo, es decir, por constantes investigaciones que van sacando a la luz novedades o modificando determinadas premisas, hipótesis o creencias, ya obsoletas algunas o equivocadas otras. Yo aquí, no quiero ni debo ser ambicioso, porque cometería un nuevo error, sino que mi humilde pretensión es ofrecer a los lectores o amantes de nuestra Historia vivida, aspectos singulares -tal vez “triviales” en algunos casos-, que han dado vida a un momento de nuestro rico pasado conquense, de una manera sencilla, con narración novelada y con pretensión divulgativa y de entretenimiento.”
Pero el autor cuenta también con otros colaboradores a la hora de realizar esta renovadora historia de Cuenca. Empezando por el escritor Enrique Domínguez Millán, autor del prólogo, periodista y miembro de la Real Academia Conquense de Artes y Letras, y terminando por dos importantes especialistas de relevancia nacional, que han realizado sendos epílogos al libro; se trata de Enrique Cantera Montenegro, catedrático de Historia Medieval en la Universidad Nacional de Educación a Distancia, y del especialista en Historia Moderna, Carlos Martínez Shaw, miembro de la Real Academia de la Historia. Y entre ellos, también la de diferentes historiadores conquenses, cuyos textos sobre algún momento concreto de nuestro pasado ha querido respetar íntegramente Miguel Romero, con el fin de contribuir a la divulgación de ese conocimiento que se tiene de la historia de Cuenca; nombrar aquí a algunos de esos historiadores sería exponernos a algún olvido involuntario, pero siempre tendencioso.
En resumen, un libro fácil de leer para todos, también para los que no están acostumbrados a trabajar con la historia, una historia sencilla, pero que intenta alejarse de leyendas, aunque no siempre lo consigue porque las leyendas forman parte también, querámoslo o no, de nuestra historia.
El segundo de los libros de los que hemos hablado es la “Guía de la judería de Cuenca”, en el que el autor aborda, esta vez de manera monográfica, una de las páginas más olvidadas de a historia de Cuenca, la de nuestro pasado judío, tan importante durante la Edad Media como el pasado musulmán, o incluso como ese pasado cristiano que salta más a menudo a nuestras crónicas. No en vano, el judaísmo hispano seguiría dando muestras de su visibilidad después incluso de los progrom de 1391, e incluso después de la expulsión decretada por los Reyes Católicos en 1492, en esa patria común que abarcó gran parte del mundo conocido, y que recibe el nombre de Sefarad. Esa patria común que dio a la historia “conquense” nombres tan universales como los de Elías Canneti, premio Nóbel de literatura en 1981, o el bioquímico e historiador -las letras y la ciencia no tienen por qué estar enfrentadas, a pesar de lo que nos dicen los planes de estudios actuales- Jacobo Cohenca Mizrahi.
Se necesitaba también este libro sobre la Cuenca judía, tan olvidada por los historiadores y por los concuenses en general, porque Cuenca se conformó como ciudad a partir del año 1177, después de que fuera conquistada por Alfonso VIII, y en esa Cuenca medieval dominada por su catedral, pero también por su fuero, los judíos también tenían su propio espacio, y no como meros invitados. El propio fuero así nos lo indica, como nos lo indica también la arqueología, tal y como se ha demostrado recientemente en las excavaciones del complejo de Mangana. Por todo ello, resulta necesario recuperar todo ese pasado judío, que nunca debió haber sido olvidado, para beneficio de los conquenses del presente.
Además, el libro cuenta también con dos pequeñas aportaciones, que han sido realizados también por el propio Miguel Romero, en algún caso con la colaboración de Roberto Gómez: sendos atlas desplegables, uno sobre la España judía y otro sobre la Cuenca judía, que de forma esquemática y visual resumen en imágenes fácilmente transportables gran parte de lo reseñado en este libro del cronista conquense.