POR ALBERTO GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, CRONISTA OFICIAL DE BADAJOZ
Entre mis libros más leídos y sobados hay uno que aunque no es de mi especialidad, pues no trata de historia, ni de arte, ni de filosofía, ni de literatura, ni de Badajoz, ni de aquellas materias por las que discurren mis investigaciones y trabajos, es de los que tengo más subrayado, y de los que más fichas he sacado. Pues sus contenidos son tan interesantes que es difícil sustraerse a su fascinación. Se trata de un libro heterogéneo y en cierto modo desordenado, con partes de profunda erudición y otras de una gran ingenuidad, en el que se mezclan el conocimiento de los autores clásicos de la antigüedad con el saber popular; el saber científico, con la superstición; el método o con la charlatanería, todo ello trufado de citas eruditas, chascarrillos, anécdotas, experiencias basadas en un profundo conocimiento de la condición humana.
En él se habla de ciencias, literatura, poesía, filosofía, historia, costumbres, bilogía, medicina y mil temas más, la mayoría desde curiosos enfoques y teorías. Se puede leer como tratado de ciencias, como guía de conducta, como aviso a navegantes, como libro de entretenimiento, e como divertimento, pues incluye muchas cosas amenas, y desde mil perspectivas más. Se trata del “Examen de ingenios para las ciencias”, escrito por el Dr. D. Juan Huarte de San Juan, médico nacido en la localidad navarra pirenaica, hoy territorio francés, de San Juan de Pie de Puerto, hacia 1530, y editado en Baeza en 1575.
Su objetivo final es determinar, tras considerar su origen geográfico, analizar sus características físicas, y observar otras variables, a qué ocupación debe dedicarse un hombre, según sus condiciones, para ejercer su trabajo con el mejor resultado. Una de las profesiones estudiadas, a la que dedica particular atención, es la de médico.
Para mi sorpresa, he de confesar que al leer sus reflexiones sobre la medicina y los médicos pienso que al describir el modelo del buen médico, su colega, el Dr. Huarte de San Juan, está describiendo al Dr. Pedro Bureo. Quien lo conozca, o haya sido su alumno, o paciente suyo, y lea el libro, seguro que tendrá la misma percepción.
Tomando como ejemplo a un afamado físico de su tiempo, el Dr. Juan Argenterio, al que reputa superior al mismísimo Galeno, desarrolla una curiosa teoría de porqué algunos médicos, pese a ser muy sabios no son capaces de curar a nadie. Y a continuación, cuales son las condiciones de los que sanan a todos sus pacientes.
Según el tratadista San Juan, la razón de que muchos buenos médicos, los que llama “médicos racionales” no fueran capaces de sanar a sus enfermos, “nacía de tener mucho conocimiento del hombre en común, e ignorar la naturaleza del particular.” O, en el caso de las “empíricos”, “porque su estudio y diligencia era saber las propiedades individuales de los hombres y no darse nada por lo universal.” La cuestión estriba en saber, “por qué razón los médicos muy letrados, aunque se ejerciten toda la vida en curar jamás salen con la práctica, y otros, idiotas (sic) con tres o cuatro reglas de medicina que aprendieron en las escuelas, en muy menos tiempo saben mejor curar.”
Y tras decir que ni Aristóteles supo dar la respuesta, la expone él, diciendo que “en dos cosas consiste la perfección del médico. La primera es en saber por método los preceptos y reglas del curar al hombre en común, sin descender a lo particular. La segunda es haberse ejercitado mucho tiempo en curar y conocer por vista de ojos gran número de enfermos. Porque los hombres, ni son tan diferentes entre sí que no convengan en muchas cosas, ni tan suyos que no haya entre ellos particularidades, que ni se pueden escribir ni enseñar, ni recogerlas de tal manera que se puedan reducir a arte, sino que, conocerlas, a solos aquellos les es dado que muchas veces las vieron y trataron.”
Y concluye recordando que, como decía Cicerón, “No hay ciencia ni arte que si el hombre se pone a estudiarla faltándole el ingenio, salga con ella aunque trabaje en sus preceptos y reglas toda la vida; y si acierta con la que pedía su habilidad natural, en dos días vemos que se halla enseñado.” En refrán castizo: “Quod natura non dat, Salamántica non prestat”.
Genio que en los españoles es especial, pues por ser morenos, con el cabello negro, medianos de cuerpo, y los más, calvos, debido, según dice Galeno, al clima de la región que habitan, tienen el cerebro caliente y seco, lo que les proporciona “ruin memoria y grande entendimiento”, a diferencia de los alemanes, que por vivir en un clima frío tienen “grande memoria pero poco entendimiento”.
Por fortuna para nosotros el profesor Dr. Pedro Bureo, natural de Badajoz, lugar no precisamente fresco, que ni es mediano de cuerpo, ni calvo, ni tiene el cerebro caliente, sino muy bien dispuesto a la temperatura justa, es un gran médico. Un médico que tiene de sobra el excelente ojo clínico que para Huarte de San Juan es la cualidad que distingue a los buenos facultativos de los que no lo son.
Un lujo para nuestra Badajoz que tanto en su faceta pedagógica, como profesor en la Facultad de Medicina; Decano de la misma; facultativo de su Hospital Clínico, o profesional en su consulta, es toda una autoridad.
Y para la ciudad, el centinela que, apostado en las murallas de la sanidad, ha curado a tanta gente de sus padecimientos, porque en él se dan las condiciones exigidas por Duarte de San Juan, de conocer la medicina en general y cada uno de sus pacientes en particular.
O que, ejerciendo la principal misión del centinela, que es la de avisar y prevenir, vela porque el ataque de la enfermedad no llegue a producirse.
Para eso es para lo que hoy está aquí. Para dar la alarma ante algunos peligros que nos acechan.
Los instrumentos de que se vale para el ejercicio de su gestión, y la autoridad que lo respalda para cumplir con tales funciones son los que suelen enumerarse detalladamente cuando en una conferencia se presenta al conferenciante con la voluntad de decirlos todos entendiendo que cada pormenor es necesario. Pero no. Es como si al presentar al ganador de la Medalla de Oro en unas Olimpiadas se tratara de ensalzarlo enumerando cada ejercicio y cada hora de entrenamiento realizados para alcanzar el triunfo. Eso se da por entendido, y tales pormenores nada añade a su categoría. Es el que es, porque ha trabajado mucho y bien, y ya está.
O si para presentar a un buen coche, hubiera que enumerar cada piñón de cada uno de sus engranajes. ¿Para qué? Con saber que es un Rolls Royce, sobra.
Pues eso es el Dr. Bureo como todo el mundo sabe sin necesidad de que se detalle uno por uno la interminable relación de sus estudios, cursos, cargos, puestos, investigaciones trabajos, centros en que ejercido y otras experiencias. Un Rolls Royce de la medicina. Un gran médico, cuyo cv podría resumirse en una sola línea. Profesor Dr. Pedro Bureo. A lo largo de sus casi cincuenta años como médico, has curado a miles de personas. Muchas, pacientes que acudieron a él, tras haber visitado a otros que no lo aliviaron, cuyas dolencias detectó, muchas veces casi con solo mirarlos, o tras una sencilla pregunta, gracias a su gran preparación, y sobre todo, a su infalible ojo clínico.
Pero como algo hay que decir, señalamos, muy apretada y sucintamente, que estudió medicina en Salamanca; realizó el MIR en la Clínica Puerta de Hierro, de Madrid, donde obtiene el título de médico internista y donde permaneció varios años, renunciando a diversos puestos que le ofrecen, incluso en EE.UU. para continuar su formación en este prestigioso centro. Tras dos años en el hospital Valdecilla de Cantabria, y otros dos en Badajoz, en 1974 obtiene por oposición nacional el puesto de Jefe del Servicio de Medicina Interna de la residencia Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro de Badajoz, en la que permaneció hasta su jubilación el pasado año 2012.
Junto con su actividad como facultativo en ese tiempo ha realizado una intensa actividad investigadora, docente y gestora, como profesor y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Extremadura. Y mantuvo su consulta privada, una de las más afamadas de Extremadura, a la que concurrían paciente no solo extremeños, sino de toda España y Portugal.
Ah ¡Y es un apasionado, excelente y compulsivo golfista, que es el único campo en que se permite cierto desahogo.
Este es el Dr. Bureo. Un personaje que siendo tan sobresaliente en la medicina, la investigación, la docencia, y la sociedad en general, a nivel humano es una persona sencilla, afable, serena, cercana. Que como ser humano concita respeto y afecto, y como médico transmite confianza y seguridad, que es la mitad de lo necesario para que un paciente se cure.
Un ser que, aunque Huarte de San Juan no lo menciona entre las cualidades del buen médico, tiene aspecto de médico. Planta de médico. Nombre de médico, Cara de médico. Voz de médico. Tal vez por eso, el Dr. Bureo no tuvo más remedio que ser médico.
Vamos a escuchar lo que va a decirnos en su condición de vigilante de la salud, para alertarnos de algunos peligros que, en nuestra vida alegre y confiada quizá no hemos reparado.
De modo que: Amigo Pedro, Dr. Bureo, tiene la palabra.
Badajoz, 21 febrero 2017