POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
Estoy seguro de que tendré más lectores con E.T.A. que con Hoffmann, pero se trata de E.T.A. Hoffmann, Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, en cuyos cuentos se basó el guión de Barbier y Carré para la ópera de Offenbach, que se estrenó el martes en La Bastilla, en París. El tenor mexicano Ramón Vargas era Hoffmann, que entretiene a sus compañeros de taberna contando sus amores con una autómata sin corazón, Olympia (Nadine Koutcher), una cantante tuberculosa, Antonia (Ermonela Jaho), y una cortesana que roba la sombra de sus amantes para conseguir joyas, Giulieta (Kate Aldrich). Cuando aterrizamos en Ranón, y pensando en Hoffmann, el real y el de la fábula, le dije a mi mujer: “¡Qué final tan desgraciado”. Y ella me contestó: “No tanto; Hoffmann se queda con su musa, con la poesía”. Me dio que pensar, y ya en la terminal me dije: “¡Qué final tan desgraciado!”.
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