POR MIGUEL ROMERO SAIZ, CRONISTA OFICIAL DE CUENCA.
Dijo Azorín:
«He visto nuevamente la catedral de Burgos. He pensado en las catedrales españolas. Sutiles o fuertes, la de León, la de Toledo, la de Sigüenza, la de Ávila. ¡Qué profunda emoción! Lo más fino, lo más delicado, lo más espiritual de la historia de España está condensado maravillosamente en las catedrales».
Y ante estas preciosas palabras tuvo un olvido imperdonable -a pesar de ser uno de los escritores más grandes y a los que más admiro-, porque se dejó sin citar una de las más bellas: la nuestra, la de Cuenca.
Por eso, digo yo -Cronista Oficial de esta ciudad- que nuestra Catedral es una de las más importantes del gótico castellano, una de las primeras de ese primer gótico, gracias a Leonor de Plantagenet y sus cistercienses y sobre todo, un Museo Vivo del Arte en toda su extensión que, día a día, crece en su concepción como tal, en su exposición al público y en su proyección internacional, gracias a la labor de sus responsables, el Cabildo Catedralicio al completo, donde su Deán José Antonio Fernández y su Capellán Mayor Miguel Ángel Albares tienen mucho qué decir como pilares de esta extraordinaria renovación y puesta en valor.
La historia de la arquitectura gótica ha viajado intrínsecamente unida a la búsqueda de la luz. La composición de esa luz tan singular que ayudó, a través de las vidrieras coloreadas, a catequizar un pueblo que no sabía hablar, gracias a un sistema visual completo insertado dentro de un complejo arquitectónico revolucionario, la catedral gótica. El conocimiento de esa luz, su composición, cualidades y simbología, debe ser un condicionante inexcusable para afrontar cualquier intervención en el patrimonio catedralicio, en aras de respetar su esencia viva como elemento único de catequización.
Y junto a la labor catequizadora de las vidrieras o vitrales de los siglos XV y especialmente el XVI, la rejería y las arquerías góticas conformaron ese libro ecuménico abierto para la interpretación de la Biblia, potenciando con ello, la misión que la Ecclesia Cathedralis tenía como templo de Dios.
Y es que, en la catedral de Cuenca, la luz es si cabe, parte de esa clave en mayúsculas que supone la nueva concepción de un espacio universalizado -vitrales plásticos que irradian virtuosismo modernista, impresionistas, surrealistas y abstractos en su temática, pero llenos de espiritualidad- y si ello es poco, la música barroca inunda los espacios de un templo maravilloso, sincronizando ese órgano con la potestad de sus ángeles de un triforio -falso o doble- que obliga ahora a divisar una perspectiva inusual llena de misticismo, arte, devoción, sentimiento, admiración, belleza y aplauso, donde la grandeza de sus espacios provocan fascinación y fe.
Pero la catedral de Cuenca es todavía mucho más. Buscar y encontrar retablos restaurados, capillas de mármol y pinturas celestiales, tablas, alabastro, plata, alfombras y tapices, es fácil porque cada rincón o cada espacio te invita a su contemplación. Las Virtudes, el baldaquino, la capilla Honda, la urna de plata de San Julián, el Arco de Jamete, la capilla de los Caballeros, la Crucifixión de Yañez de la Almedina, la Dolorosa de Mena, el Coro o el claustro renacentista, entre otros muchos elementos, maravillan a todos cuántos allí llegan porque es tal el poder visual de su expresión que nada ni nadie puede quedar al margen, ni siquiera indiferente de este Museo vivo del Arte, de esta Casa de Dios abierta al público, creyente o ateo, que siente como el espacio aquí no tiene más cabida que el espejo del alma.
Visítenla porque no les dejará indiferentes, y no solo por las maravillas que encierra entre sus muros colgados sobre la hoz, sino porque tendrá la amabilidad de sus empleados, asistentes y guías, atentos y cultos, los que allí siguen ofreciendo sus servicios para que el visitante que llega esté a gusto, sienta el placer del recibimiento, contemple las bellezas de su contenido, abra más los ojos, y admire la excelencia de todo un universo de valores. La Catedral de Cuenca lo merece.
FUENTE: https://eldiadigital.es/art/381100/ecclesia-cathedralis-por-miguel-romero-saiz