POR ANTONIO GASCÓ, CRONISTA OFICIAL DE CASTELLÓN
Estoy escribiendo un libro sobre el pintor Amat Bellés que me satisface enormemente, a la par que me obliga a no bajar de una comprometida cota de erudición por la iconografía de sus obras y su nivel pictórico.
El otro día, sin ir más lejos, hablaba de echar mi cuarto a espadas en un tema singular de la aportación estudiosa del pintor. Mi hijo que entró en mi despacho cuando acababa de teclear esta frase me refirió: «Papá escribes unas cosas que no hay quien las entienda». ¡Qué viejo soy! pensé.
HOY EN DÍA, cuando se hace uso de esa locución (no demasiado, en verdad), se hace con la finalidad de proponer una opinión en un debate. No anda lejano su origen, relacionado con la entrada en un lance, aunque hay discrepancias entre los paremiólogos, que disputan entre dos alternativas.
Va la primera: en las ferias y plazas, desde tiempos del Renacimiento, había diestros espadachines que enseñaban en público su arte. Los que deseaban aprender estocadas, o fintas depositaban en una escudilla en el suelo una moneda de a cuarto que equivalía a cuatro maravedíes y de inmediato el esgrimista les enseñaba su destreza, sus tretas y sus ardides.
Y AHORA la segunda: Esta hace referencia a un envite en un juego de naipes, en el que uno de los participantes apuesta un cobre de vellón (un cuarto) al palo de espadas. El lector tiene ahora la oportunidad de «echar su cuarto a espadas» terciando en la controversia.
Fuente: https://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/contra/echar-cuarto-espadas_1188511.html