POR PEPE MONTESERÍN, CRONISTA OFICIAL DE PRAVIA (ASTURIAS)
El sábado, suerte que me invitaron, asistí a la primera comunión de una Cayetana en esa “edad de discreción” que pedía el Concilio de Letrán; la ceremonia religiosa se celebró en la iglesia de San Juan el Real, y la merienda por lo civil en la finca Guaralde, en Siero, con jamón y Marqués de Cáceres que duraron hasta las tantas. Con todo ello me libré ante la tentación morbosa de contemplar el desastre anual de Eurovisión, eurobazofia donde Miki representaba el mal gusto de España. ¡Qué oportunidad desperdiciamos para quedar los últimos con una buena canción! El triunfito hizo lo que pudo pero pudo poco; llegó a la edad de discreción incapaz de discernir la música mala de la pésima y el sábado recibió la primera hostia. Ahora necesitará anunciarse a bombo y platillo, como aquel del contrabajo: “Prestigioso quinteto de cuerda precisa violinista primero, violinista segundo, viola y chelo”.
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