POR IVÁN VALENCIA

La Asociación Cultural de la Falla Plaza Mayor de Alzira, ha editado un libro histórico sobre lo que la ciudad perdió en el siglo XX. Un recuerdo a lo perdido. Libro que no debe faltar en la biblioteca de todo alcireño mínimamente interesado por la historia de su pueblo. A los historiadores locales, Soleriestruch, Montagud, Part, Sifre o Lairón, entre otros, se añade ahora la aportación de Alfonso Rovira, otro de los ilustres veteranos que demuestran, con su incansable labor testimonial y fotográfica, su amor por su tierra. En esta publicación, Rovira nos proporciona una visión nostálgica de la Alzira del siglo XX, cuando se demolieron muchos edificios y se eliminaron espacios muy indentificativos de la ciudad por una supuesta mejora en el trazado urbano, por intereses económicos o quizás por la escasa sensibilidad existente en aquel tiempo por la conservación de vestigios de nuestra historia, cuya desaparición hoy lamentamos. Quizás sea oportuno citar la elocuente frase que quedó escrita en la placa de mármol situada en el lugar donde se ubicaba la iglesia de Santa María, fue mezquita y que convirtió el rey don Jaime en cristiana, cuando conquistó la ciudad el 30 de diciembre de 1243, que dice: “Esta joya histórica se perdió para la posteridad, en la primera mitad del siglo XX, por la vesanía de algunos y la incuria de todos”.

“Lo que Alzira perdió en el siglo XX”, de Alfonso Rovira, director de Radio Alzira de la Cadena SER hasta su jubilación, cronista oficial de Alzira y colaborador en diferentes medios de comunicación, entre otros en el diario Levante-el Mercantil valenciano, donde desde hace 27 años viene publicando una colaboración semanal sobe la historia de Alzira, donde se alcanzan cerca de las 1.100 entregas, le pedimos que nos elija entre todo el material que ha incluido en este trabajo, los elementos urbanos a su juicio, lo que deberíamos los alcireños lamentar que desaparecieran a lo largo del pasado siglo, o que hayan llegado hasta hoy muy mermados y esto es los que nos cuenta, entre otros.

El puente de San Bernardo. Hacer desaparecer un puente como el de San Bernardo, que unía las barriadas de la Villa con el Arrabal, salvando el río Barxeta, fue el pecado más gande que cometió la Administración de la época, sobre todo cubrir un río, que discurría por el centro de la población, “las ciudades nacen al lado del agua”. Se quiso eliminar, en el 1966 el cauce y los pretiles del puente que soportaban las imágenes de los patronos de la ciudad San Bernardo, María y Gracia, para reubicarlos en el centro de la nueva artería principal de la Avenida, hoy de los Santos Patronos. En aquel momento, Rovira sabía que se estaba borrando a golpe de pico una pieza valiosa del patrimonio local, por lo que estuvo a pie de obra casi a diario con su cámara fotográfica para dejar constancia de lo que estaba ocurriendo.

En el libro, de 148 páginas, se recoge, en 110 crónicas, acompañadas de más de 150 fotografías, historias de la iglesia de Santa María, mercado de detall, de 1883; los baños árabes, mejor conservados al Sur de la Comunidad Valenciana, destruidos en 1947; en 1921, el puente romano de San Gregorio de entrada a la ciudad a través del río Júcar; parte del circuito amurallado, que en tiempos de la dominación musulmana, convertía a la ciudad en isla. El bellísimo teatro de verano, Casablanca, que se inauguró en agosto de 1944 y desparecido en febrero de 1976… y muchas historias que completan la colección de crónicas, como la desaparición de la empresa modelo en Alzira, Avidesa, que creó el empresario alcireño, Luís Suñer.

Le preguntamos a Alfonso Rovira que, si tuviese la capacidad de recuperar alguna de las construcciones que hemos perdido, cuál de ellas sería la elegida. Sin duda nos contesta: “el puente de San Bernardo”.