POR JOSÉ MANUEL TROYANO VIEDMA, CRONISTA OFICIAL DE LAS VILLAS DE BEDMAR Y GARCIEZ (JAÉN)
El Pregón de la Semana Santa de Bedmar, 2019, tuvo lugar en el Salón “Carrera Alta” del Centro Cultural “García Lorca” de Bedmar el 13/IV/2019, después de la celebración de la Santa Misa, en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, oficiada por el Párroco, Reverendo D. Juan Guerrero Moreno.
Tanto en el Pregón como en las procesiones de Semana Santa, estuvieron y estarán presentes las “Saetas”, gracias a la colaboración de la Peña Flamenca “La Serrezuela” de Bedmar con la actuación estelar de la cantaora Fina de Ángeles, tal y como se anuncia en el programa de mano, elaborado para tal fin.
Todo preparado para el Pregón.-
Tras la celebración de la Santa Misa de víspera de Domingo de Ramos en el incomparable marco de la Iglesia Parroquial de la Asunción de Nuestra Señora de Bedmar, los asistentes se dirigieron al Centro Cultural “García Lorca” para estar presente en el magnífico acto del Pregón, que en esta ocasión tuvo el honor de pronunciar, nuestro paisano, el Sacerdote D. Julio Millán Medina, dentro de los actos religiosos y culturales que la Agrupación de Cofradías en colaboración con la Parroquia y el Ayuntamiento programaron para estos días de renovación de la fe cristiana.
PREGÓN DE SEMANA SANTA, 2019
El referido pregonero, D. Julio Millán Medina, tras ser presentado por la Pregonera de 2018, Dª. María Sánchez Quesada, nos deleitó con estas palabras, en su Pregón de Pasión:
“Además de las gracias oportunas que debo de dar por las cosas que dicen de mí, muchas de ellas no ciertas, por exageradas, porque vuestro corazón siente mucho y expresa y es muy atrevido y procurando que no me las crea todas porque si no dejaría de ser yo; ya no sería el hijo de Fernando “Pajarico” y María Dolores “la Nicolasa” y Pedro “el de la Posada”…, prefiero dejarlo ahí y comenzar. Pero es verdad una cosa: mi pueblo me quiere mucho y estas cosas y estos eventos cuando os acordáis de mí, los entiendo como caricias y gestos de amor hacia mí; lo malo de esto es que yo no sepa corresponder. Siento que siempre estoy en deuda con vosotros, mi pueblo, porque me dais tanto cariño y reconocimiento que yo no sé corresponder a tanto que recibo. Gracias compañero y hermano Párroco D. Juan; gracias Juanfran, Alcalde; gracias amigo Paco y gracias Juanjo, Presidente de las Cofradías por meterme en todos estos charcos y gracias a la presentadora por sus palabras. Gracias a todos por venir.
Yo no puedo comenzar diciendo lo que se dice en estos casos: Iltmo. Sr. Alcalde. Reverendísimo, Sr. Cura Párroco. Iltmas. Autoridades civiles… Ilustres Hermanos/as Mayores de las Cofradías… No puedo empezar así. Primero porque no es mi estilo, no sería yo, y además no sería consecuente con mi fe y lo más importante, no sería fiel al Evangelio que es de lo que se trata. Jesús no lo haría porque siempre puso en el centro al pueblo y a la comunidad y además nos dijo que no cayéramos en los privilegios de títulos y honores y a nadie llamáramos “maestro, padre…”, porque todos somos hermanos e iguales.
Por tanto queridos hermanos, queridos amigos, queridos cristianos, queridos paisanos, vamos a empezar. Buenas noches y bien venidos.
Nuestro querido Juan José Romero me llamó para esta tarea, seguro que consensuado con el Alcalde y con el Párroco. Os confieso que es el primer Pregón de Semana Santa que doy en mi vida, he hecho otros más mundanos, lo cual me hace pensar cómo me verán para no invitarme y las veces que lo hicieron me negué. ¿Sabéis por qué me negué? Por no meter la pata y no hacer que nadie se sienta mal oyendo cosas que no quieren oír, ni yo sé decir más de lo que me sale del alma. Yo no sé hacer pregones románticos y poéticos al uso. Pero aquí estoy. Lo siento Juanjo, como excepción te acepte y aquí estoy.
Pregonar es decir algo con voz fuerte que se oiga, que llegue a todos los oídos y la gente se entere bien de aquello que se quiere comunicar. Normalmente se anuncia algo. Yo he venido a anunciar que estamos a las puertas de la Semana Santa, memorial y recuerdo del acontecimiento más importante de nuestra fe, como es la muerte y resurrección de Jesús, junto con su nacimiento. Por tanto para los creyentes es algo importante. Y lo primero que hay que decir es que anunciamos desde el recuerdo, como hecho presente, la vida de uno llamado Jesús, nazareno para más señas, para nosotros Hijo De Dios, que marcó un camino, un estilo, una tarea, que resucitó y por eso nuestra fe tiene algo de sentido como diría San Pablo: “Si Cristo no ha resucitado apaga y vámonos”; que murió de mala manera y ahora veremos porqué, y que nació de mala manera y todos sabemos por qué, por más que muchos quieran endulzar el asunto. Porque no me digáis vosotros que nacer así como el nació es normal y morirse así es normal. Yo creo que no. Lo normal no es nacer en un pesebre, fuera de tu casa, fuera del pueblo acompañado de animales, frío y despreció, como no es normal morir en una cruz porque estorbas a los dirigentes porque tu vida ha sido de entrega a los demás como signo de amor profundo y eso molesta y genera una dinámica que no gusta a los grandes y mejor es quitarlo de en medio y nos evitamos problemas. Eso no es lo normal. Es decir nace fuera de la ciudad y del templo y muere fuera de la ciudad y del templo. ¿Qué querrá decir eso? Opta entre la religión oficial y el pueblo y se queda con lo segundo y pone a Dios en el centro de la vida mezclado con la gente. Que cada uno saque sus conclusiones.
Pues ese es nuestro Señor al que decimos seguir, lo cual marca la diferencia y lo cual quiere decir también que o no estamos muy cuerdos siguiendo a un personaje así o hemos endulzado tanto el asunto que hemos hecho una religión a la carta que nos deja a todos cómodamente tranquilos. O sencillamente sí sabemos de qué va la cosa y aun así, eso nos estimula a seguir a Jesús el Cristo, aun sabiendo que ni tuvo sitio en la posada, que entró en Jerusalén en una borriquilla, que tiró por el suelo el negocio del templo porque habían convertido aquello en lo que Dios no quería y que murió como un malhechor. Lo miremos por donde lo miremos creemos y seguimos a un crucificado.
Pues que sepáis que este Cristo al que seguís se complicó la vida por querer a la gente, por ponerse de parte de los pobres y los que sufren y que se dedicó a curar y sanar para evitar sufrimiento y que la gente viviera dignamente y a nadie le faltara el pan, la salud, y la vida digna. Es decir le interesaron las personas más que las ceremonias.
Dios con todo su amor se encarnó en un hombre así, con todas las sospechas que levantó por nacer como nació, por morir como murió y por vivir como vivió y acabar como acabó…, y eso también marca nuestra fe. ¿Por qué? Pues porque no seguimos a un grande y poderoso, sino que nuestra fe esta puesta en uno que llevaron como “cordero al matadero, de quien se rieron, escupieron y maltrataron” y menos mal que luego Dios le dio la razón. Pero que fue amigo de pecadores y gente de mala vida y encima estaba en “boca de todos” porque según ellos no era “trigo limpio”. Que no estaba en sus cabales, que decía y hacia cosas que no decían ni hacían los demás. Hablaba de AMAR, de perdonar, de ser iguales ante Dios; denunciaba el negocio del templo, no sintonizaba con los que estaban dándose golpes de pecho y se creían mejores que los demás… y se enfrentó a muchos y les dijo tremendas verdades.
Nosotros para recordar su vida y su paso por este mundo, hacemos gestos, celebraciones y hasta tenemos imágenes para recordarlo mejor. Y está muy bien y todos esos gestos no sobran. Pero también os digo que lo más importante es el bien, la libertad, la justicia, la ternura, que a nadie le falte nada y nos queramos… y después todo lo demás. Por eso solo nos dijo una cosa: amaros. ¿Qué más queremos? No dijo que sufráis mucho, que trabajéis mucho, que ahorréis mucho…Dijo “Amaros”, que cuando hay amor todo sale bien.
Nuestras imágenes parroquiales más representativas son el reflejo de su vida y el reflejo de nuestra fe y nuestra manera de proyectar esa fe en la vida cotidiana. Y como Dios se sirve de las personas… ha hecho falta una Lorenza Rodríguez para recuperar la fe en el Cristo Yacente desaparecido en la Guerra Civil o un Eugenio Rodríguez y una María Romero para darle continuidad a esa presencia. Lo mismo que han hecho falta dos curas muy emblemáticos para este pueblo como han sido D. Agustín y D. Rogelio para apoyar a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús y Nuestra Señora de los Dolores y ponerla en activo junto a un manojo de hermanos que estuvieron ahí arrimando el hombro. Y no digamos de la Hermandad del “Señor Amarrao a la columna”, a quien yo le tengo especial afecto porque desde niño lo recuerdo porque me llamaba la atención ver “a un hombre atado con cara de sufrimiento”, y sobre todo porque cuando de nuevo echó a andar esta Hermandad en tiempos de D. Rogelio, allá por el 1999, yo vine ese mismo año a predicar el Jueves Santo y creo que ese mismo día, a continuación salió esta procesión. Uno también tiene sus debilidades.
AL CRISTO AMARRAO
Ni en tu soledad te dejaron tranquilo, Señor de la Columna.
Tal vez pensaron que escaparías!
Te esposaron como a un condenado.
No se fiaron de Ti, les resultabas peligroso y subversivo.
No entendieron que tu peligro era el amor y
tu subversión lavar los pies como gesto de generosidad.
Abandonado de los tuyos,
los mismos que habían compartido tu mesa.
Perseguido por los dirigentes celosos del poder de tu amor.
Ignorado por tu Padre Dios que apretó los dientes y espero lo suficiente
a que el pueblo entendiese su equivocación. Paciencia de Padre.
Y tú, asumiendo tu momento,
aceptando la derrota agridulce del triunfo.
Esperando tu momento. El momento del amor y del perdón.
La entrega absoluta”.
Y una imagen que me cautiva: la Virgen Dolorosa. Yo soy muy mariano o “muy madrero” y llevo a las madres en el corazón, porque pienso que de “tejas para abajo” son lo más grande que hay. Mi madre cuando daba a luz un hijo la primera salida que hacía era ir a Cuadros andando con su hijo en brazos y presentárselo a la Virgen. ¡Cómo no voy a querer a la Virgen si lo llevo en mi ADN! Cuando la veo con su rostro dolorido me recuerda a tantas madres de rostros doloridos, pero serenos y de fortaleza única. Porque eso sois las madres, amor y pasión, fortaleza y entrega, serenidad y presencia. ¿Cómo no ver en el rostro de nuestra Madre de los Dolores los rostros de todas las mujeres de Bedmar, incluida tu madre y la mía?
POEMA DE LA MADRE
Bella palabra para guardar la esencia de la vida.
Eres la luz de la vida y para eso te eligió el Señor.
La que mueles tu vida y amasas tus alegrías con tus sufrimientos.
La que te partes y repartes de sol a sol,
la que siempre abres surcos nuevos con sabor a eternidad,
la que pones alas al silencio y con tu sola presencia llenas espacios en tu hogar,
la que injertas el grano de tu vida en la tierra de tus hijos y regalas espigas bellas a la vida,
la que siempre estás, cuando los demás nos cansamos o no sabemos estar,
la que no tienes horas ni miras el reloj,
la que das todo a fondo perdido sin esperar recompensa,
la que te gastas sin medida ni condición…
Y cuando todo se viste de canas blancas y tu rostro te regala surcos de madurez,
te miramos más adentro y sentimos que tu corazón sigue estando,
latiendo, amando, siendo…
siendo presencia y vida, calor del alma, crepúsculo amoroso,
abrazo de ternura, eternidad hecha vida.
Por eso y por mucho más, ¡Gracias madre!”
Y es que la Madre, es la que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados. Es la que, mientras vive, no la sabemos estimar y cuando no está daríamos todo por tenerla y mirarla aunque fuera un solo instante.
Pero al hilo de las imágenes quiero compartiros alguna reflexión que tal vez nos sirva y nos ayude a todos. La compartí también el día del Pregón de la Fiesta de la Espiga. Siempre me ha preocupado el tema de las imágenes y os explico por qué. Me explico: y lo voy hacer contándoos una cosa que me paso a mí en mis tiempos de misiones. Yo era Misionero de una parroquia de frontera entre Ecuador y Perú, en plena selva amazónica. Allí convivíamos varias Iglesias cristianas y nos respetábamos bastante bien; pero los otros, protestantes evangélicos, siempre nos atacaban de lo mismo y nos decían que nosotros adorábamos un “trozo de madera”, una imagen de madera, cuando el Señor dejó bien claro que “cuidado con las imágenes de Él, y no adorar a nadie fuera de él”. Y por ahí nos daban caña. Ellos confundían “imagen con ídolo”, como también nos puede pasar a nosotros. Yo comencé a hablar del tema en mi iglesia y a formar a la gente no solo para que supieran responder y defenderse, sino sobre todo para que nuestra fe fuera más auténtica. Entonces empecé a explicarles que nosotros los católicos no adoramos a una imagen de madera o de escayola, sino que adoramos lo que nos representa. Y yo les ponía el ejemplo de mi madre cuando miro su foto. No adoro el papel ni la foto, sino lo que me representa, que es mi madre. Esto es importante. Muchos de nuestros cristianos de ahora adoran tanto a su imagen que la convierten en ídolo, y Dios lo que no quiere es que hagamos ídolos. Los ídolos son frágiles y con pies de barro, aunque metan muchos goles o canten muy bien. Y en el tema religioso es muy fácil adorar un ídolo, cuando convertimos nuestras imágenes en la mejor, la más bonita, la más milagrosa, mejor que la tuya… y las echamos a pelear y “¡al cielo con ella!”, sevillanizando nuestras tradiciones, y esta “levantá” va por ti y tantas cosas que nos inventamos los humanos. Un ídolo es un fin en sí mismo; la imagen me lleva a otro a quien me representa. Pero no me puedo quedar en la talla sino en el mensaje de aquel a quien me representa esa imagen.
Yo comprendo que querer mucho a una imagen es normal y es fruto del exceso de cariño que le profesamos, porque vamos donde se ponga nuestra Virgen, no van a venir los de Huelma a decir que la suya es mejor. Yo soy muy duro para llorar y cada 25 de septiembre se me saltan las lágrimas ¡Que vamos hacer!
Muchos quieren mucho a su imagen y luego su vida deja mucho que desear. Por tanto adoramos lo que nos representa bien sea una imagen del Señor amarrado a la columna, sea nuestro padre Jesús con la cruz a cuestas, o en la cruz o el santo entierro; y eso que decimos del Señor lo decimos de su Madre, la Virgen o de cualquier otra imagen de santos. Nosotros mismos solemos llevar una cruz colgada de nuestro cuello como joya que luce. Otras veces la Cruz preside actos que nada tienen que ver con el Crucificado y hasta muchos se tatúan cruces en cualquier parte de su cuerpo y luego su vida no tiene nada que ver con la Cruz. Otros llevan la estampa en la cartera y de vez en cuando la muestran. Nuestras imágenes de Jesús o de la Virgen o de los Santos nos tienen que recordar su vida entregada por una causa: amor a la vida, amor a las personas y pasar por la vida haciendo el bien. Y lo que nos recuerdan es su vida de entrega, servicio, amor a la humanidad. Os acordáis cuando en la última cena Jesús tomó el pan y el vino y comparó su vida con el pan que se parte y con la sangre que se derrama y dijo “esto soy yo…, esta ha sido mi vida, haced vosotros lo mismo”. Pues adorar una imagen es lo mismo…. Y adorarlos es para aprender a hacer nosotros lo mismo.
Luego está el hacer también las cosas bien: No es lo mismo aprender muy bien a llevar el paso y que el trono vaya al unísono, que además hay que hacerlo porque no hay cosa más fea que ver una procesión y sus costaleros cada uno a su ritmo y el paso perdido, que la pobre imagen no sabe a dónde va, que una procesión como Dios manda. Pero si eso es importante desde el punto de vista estético mucho más importante es que además de eso aprender a ser buena persona y buen cristiano. No sea que lleve muy bien al Señor, su imagen, y luego sea un cascarrabias y un malasombra que no me llevo bien con nadie, y no me sepa llevar ni a mi mismo. Esto se entiende.
¿En que tenemos que fijarnos? ¿Qué es lo importante? En cómo vivió Jesús su religiosidad. Jesús fue un hombre profundamente religioso. Pero Jesús modificó mucho de su religión y por eso lo echaron del templo y de la vida. Quitó normas y puso vida y sentimientos. Humanizó la religión. Jesús sacó la religión del templo, se la quitó de las manos a los sumos sacerdotes y a los teólogos (maestros de la ley) y puso lo central de la religión en la vida misma, en lo humano, en las mejores relaciones posibles, en la ética y en la bondad y como dice este Papa en “la misericordia”, sobre todo con los que sufren: los enfermos, los pobres, los marginados…
Una religiosidad que le llevó al término de su vida a verse abandonado hasta de Dios: “Dios mío, porqué me has abandonado”. El grito de Jesús, es la queja de un hombre que se siente abandonado y desamparado y solo. Un abandono progresivo en las últimas horas: empezó Judas, luego los Discípulos, siguió Pedro, después las multitudes y al final incluso Dios. A veces a nosotros nos pasa lo mismo, pues cuando encerramos la procesión nos damos de baja de la fe hasta el año siguiente. Abandonamos también al Señor o a la Virgen.
Y ante esas actitudes nuestras de lejanía, abandono y frialdad para con el Señor hay siempre una respuesta de amor de Jesús. Estoy recordando las “miradas de Jesús” en los Evangelios. Son miradas transformadoras: mirada a la Samaritana, que la transforma cuando le habla del agua de la vida; mirada a la Magdalena de amor y perdón que recupera; mirada a Zaqueo que le invita a no abusar de los pobres; mirada a Pedro. Miradas que cuestionan y que expresan más que las palabras. Es como cuando me miraba a mí, mi padre o mi madre, como diciendo “luego hablamos, que te vas a enterar”.
En Jesús sus miradas son de ternura y acogida pero también cuestionadoras que ayudan a recapacitar. Cuando Jesús mira a Pedro después de negarle, lo parte de arriba abajo, como diciendo: “Pedro cuando más te necesitaba, te quitas de en medio y hasta me niegas”. Y aun así, Jesús sigue confiando en él, lo mismo que a pesar de nuestros abandonos Jesús sigue confiando en nosotros.
Hay dos verbos claves en los evangelios: creer en Jesús y seguir a Jesús. “Seguir a alguien es caminar con alguien que marca el camino manteniendo la cercanía a él”. Caminemos con Jesús aunque tengamos nuestras dudas y altibajos. Cuando no seguimos al guía nos perdemos.
Los que le siguieron también tuvieron sus luces y sus sombras y ante tal exigencia ellos mismos dicen: “Señor, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido, pero ya no damos más de si”. Eran hombres de poca fe, tan poca que no llegaba a ser ni como un grano de mostaza. Y aun así Jesús confió en ellos y hasta les encomendó una hermosa tarea. Tarea que tiene sus exigencias: “dirigiéndose a todos, dijo que quien quisiera irse con él, tenía que cargar con su cruz”. Asumir la realidad de su vida. Lo bueno y lo menos bueno.
En tiempos de Jesús no se crucificaba a nadie por ser una persona religiosa. “Cargar con una cruz” era un hecho terrible y espantoso, no solo por el dolor y el sufrimiento, sino sobre todo por la humillación social que aquello llevaba consigo. En la cruz morían solo los marginados socio políticos, los extranjeros rebeldes, delincuentes violentos. Pues Jesús murió de mala manera por culpa no de nuestros pecados, sino de la vida que llevo que no gusto a muchos y era mejor quitarlo de en medio porque cuestionó el sistema en manos de los grandes y se puso de parte de los humildes. Y es que cuando dices y vives como a muchos no les gusta, lo que hacen es complicarte la vida con críticas y hasta calumnias hasta que te aburren.
Por eso lo colgaron de una cruz y por eso hoy seguimos colgando de la Cruz a muchos que no nos caen bien; a veces somos muy duros unos con otros y cargamos cada Cruz en las espaldas de la gente que hacemos mucho daño y aportamos mucho sufrimiento. Por eso no subamos a nadie a la cruz, más bien ayudemos a llevarla y hacerla llevadera, porque también a veces las cruces vienen solas con la vejez, la soledad, la enfermedad, los problemas y dificultades. Bastantes cruces tenemos ya como para inventarnos más.
Y no digamos de los crucificados de la vida, aquellos que se les torció la vida y no levantan cabeza, o se engancharon a alguna adicción creyendo encontrar la Paz y la felicidad de la tierra prometida. Miremos a los crucificados de hoy que tenemos cerca o no tan lejos, los crucificados sin muerte digna, como Jesús, que se los traga el Mediterráneo o llegaron tarde a la vida y tampoco encontraron sitio en la posada. Cruces y crucificados hay muchos…, por eso tenemos que ser sensibles y solidarios, aunque me gusta mucho el lenguaje del Papa Francisco: misericordia y bondad.
¿Que tiene esto que ver con la Semana Santa? Celebramos y recordamos a un crucificado y si algo nos enseñó fue que él murió para que todos tengamos vida y no subamos a la cruz a nadie. ¡Qué bonita tarea la de ser “cireneos” de los hermanos que sufren!
SER CIRENEOS EN LA VIDA
”Déjame ayudarte compañero
en el camino de la vida,
aun con mis flaquezas y fragilidades;
ayudarte a compartir las cruces de cada día,
a hacértelas más llevaderas y ligeras
que te sepan a vida y no a muerte,
a camino recorrido y dificultad en el andar.
Déjame ir contigo y aprender de ti,
para también saber llevar yo las mías
y llevarlas con amor transformador
que cambie el dolor pesado y la carga inoportuna,
en amor solidario y redentor.
Juntos aprender a llevarlas
y llevándolas con amor,
no cargar cruces a nadie
que aporten sufrimiento y dolor.
Ayúdame a bajar de la Cruz
a los que un día subí por error
y que nunca más nadie suba a ese Madero de dolor
sino más bien y al contrario aprendamos
a querernos con ternura y con amor.”
Que no subamos jamás a la cruz a nadie. Que cada uno coja la suya de cada día y la lleve con amor y si encontramos a algún crucificado de la vida échale una mano y siéntelo compañero de camino y en ese camino de la vida reconocer al Señor que murió para que un día tu y yo tengamos vida y la repartamos con amor.
Y cuando mires a tu imagen o la lleves en tu hombro recuerda a ese que entrego su vida por su pueblo, pero sobre todo recuerda a los “Cristos” que tenemos en la vida, a los que muchas veces subimos a la cruz con nuestra lengua y pensamientos y lo que es peor dándoles de lado y dejándoles tirados en las cunetas de la vida con nuestras indiferencia y frialdad.
Bedmar fue siempre un pueblo generoso, hospitalario, acogedor, solidario, pero zarandeado por la emigración y por el paro, del que hay que levantarse para buscar días mejores para todos y donde ojalá nadie se sienta extraño en su pueblo. Con esa esperanza y ese compromiso Jesús seguirá resucitando en el corazón de cada uno para que cada uno sea sal y luz en el camino de la vida”.
Julio Millán Medina. Bedmar, 13/IV/2019.