POR EDUARDO JUÁREZ VALERO, CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA)
Como decía hace unos días, hablando de mi querido amigo y segoviano ilustre, Fermín de los Reyes, hay que tener suerte en la vida para casi todo. Ahora bien, si uno tuviera que elegir dónde concentrar la citada fortuna, sin duda, elegiría a los Maestros. Nadie me discutirá que son ellos y sólo ellos quienes nos enseñan el camino, el escalón, la puerta o la ventana: son los que nos ponen en la senda de lo que será nuestra vida. El que suscribe ha tenido a lo largo de su vida una plétora de Maestros de postín y, a pesar del paso de los años, los sigue encontrando y aprendiendo sin cesar, cosa que hará, no les quepa la menor duda, hasta que la asesina del tiempo, que diría Cabrera Infante, le venga a visitar. Y, dada la suerte que me acompaña, los Maestros me van asaltando día a día, haciendo de este viaje vital, más que un penar, un deleite continuado.
Sin ir más lejos, estaba el otro día terminando una de mis habituales clases en el programa que la Universidad de Oregon tiene en Segovia, que me vino a visitar mi querido Maestro, Don Francisco Otero Martín. Y en ese devenir de las conversaciones entre aprendiz y Magister, salió a relucir el recuerdo de otro gran amigo y Maestro, desgraciadamente desaparecido hace ya más de un año, el profesor de la Universidad estadounidense DePauw, Bob Hershberger. Visitante en el programa de Segovia durante el año 2005, su coincidencia con el Maestro Francisco Otero tuvo como fruto el alumbramiento de un proyecto de revista multidisciplinar y académica que pudiera convertirse en referencia a ambos lados del Océano.
Con inspiración digital, dada la experiencia de Bob Hershberger, y literaria, en línea con las pasiones del Maestro Francisco Otero, la revista empezó a ser diseñada por éste último en conjunción con Ramón Mayrata. En cuanto al nombre, el debate al respecto se centró en la necesidad de mantener desde el principio esa conexión citada entre ambos mundos. Gracias a la aportación de otras muchas joyas segovianas como Jesús González de la Torre, Bob y Francisco bautizaron la revista como El Adelantado de Indiana.
El primer número apareció en febrero de 2006 y, desde entonces, los diseños de cabecera y la estructura de la revista correspondieron a Amadeo Olmos, Jordan Harp y Penka Shopova, respectivamente. Y, aunque tuvo siempre un objetivo cambiante, disparando contenidos hacia el horizonte empírico, filosófico, poético, artístico, político o musical, mantuvo secciones fijas como “El Oculto Manatial” del Maestro Francisco Otero o “La Ventana de mi Memoria” del no menos magistral Jesús González de la Torre. Desgraciadamente, la revista acabó su periplo el 9 de diciembre de 2009, habiendo conectado durante casi cuatro años las dos riberas de un mismo mundo, amante de la cultura hispánica, latina y con vocación de gloriosa miscelánea humanista.
Y allí sentado en el despacho de la plaza del Salón, mientras mi querido Francisco Otero iba desgranando más de un recuerdo que, sin duda, acabará plasmado en el Adelantado de esta parte del mundo, un servidor no podía dejar de lamentarse, eso sí, con media sonrisa, no fuera a ser que mi Maestro se percatara y me cantara la gallina como en tantas ocasiones se ha visto obligado a lo largo de tantos años de amistad. Y creo que Vds., queridos lectores, acabarán por darme la razón. No me cabe duda de que este mundo digital ha venido para conectarnos de forma inmediata, continua, fácil y, hasta cierto punto, alentadora. Sin embargo, no me negarán que, del mismo modo que hace todo aquello, también adolece de una clara banalidad, oportunidad y levedad miserable que convierte en efímeros, proyectos como el maravilloso Adelantado de Indiana y eternos, bodrios contundentes como las redes sociales y los proyectos de opinión de quienes más valdría que estuvieran callados o, mismamente, leyendo los números accesibles del Adelantado de Indiana en el maremágnum de internet.
¡Qué no daría yo, amigos, porque resucitara el hermano indiano de este centenario diario! ¡Qué no daría yo por volver a ver en acción a mi querido Bob y al Maestro Otero! Tan solo espero que esta llamada de atención, este recuerdo al amigo perdido y a la pasión del Maestro segoviano nos permitan recordar lo hecho y hagan recuperar el ardor por la frescura polifacética, por amar lo humano, la palabra escrita con seso, leída con fruición y hablada con respeto, paciencia y consideración. Y, ya de paso, que mi Maestro se siga acordando de un servidor, pase por mi memoria más a menudo y me regale la media sonrisa del que enseña sabiendo que lo enseñado aprovecha.
Fuente: http://www.eladelantado.com/