POR DOMINGO QUIJADA GONZALEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)
En primer lugar, disculpen los que ya conocen algo del tema, ya que lo expuse en los pasados XXIV Coloquios del Campo Arañuelo. Pero hay personas que no pudieron asistir y me piden que les haga, al menos, un resumen, al que también tienen derecho…
Durante muchos años los eclipses estuvieron rodeados de misterios, supersticiones y augurios casi siempre nefastos. Hoy forman parte de la Ciencia como algo natural: la ocultación transitoria, total o parcial, de un astro debida a la interposición de otro: Sol, Tierra y Luna.
Pueden ser de tres clases: totales (caso del que vamos a exponer), anulares (como el del 3 de octubre de 2005) y parciales (según pudimos apreciar el año pasado, concretamente el 21 de agosto de 2017, a las 21 horas).
Como es lógico, a lo largo y ancho de la Tierra, ha habido incontables eclipses totales pero, como es evidente, son muy raros en un lugar determinado. Sin embargo, antes o después se presentan, tal y como sucedió en la fecha señalada del 28 de mayo de 1900 en el Norte de Extremadura y otra franja de España (ver mapa), de 70 km. de ancho y 80 segundos de duración.
En nuestra Comunidad, entró por la Sierra de Gata, continuando por el valle del Alagón (Coria y Montehermoso incluidos), Plasencia y gran parte del Valle y de la Vera, Campo Arañuelo (con Navalmoral al frente, como es natural), prosiguiendo hasta Elche.
Pero, como es comprensible, la Asociación Astronómica Internacional eligió dos lugares en nuestra región para observarlo y estudiarlo, Plasencia y Navalmoral, ya que disponían de ferrocarril para desplazar el personal (expertos y curiosos) y material necesario.
En Plasencia, el lugar elegido fue El Berrocalillo (junto al entonces camino y hoy carretera de Montehermoso), por ser un lugar elevado y de fácil exceso (por cierto, fotografiaron a un paisano que caminaba en esos momentos por allí…).
Mientras que en la capital del Arañuelo optaron por algo similar, pero en este caso en los Cerros: Dehesa de Arriba o Berrocal, junto al camino de Millanes o de “Las Cuestas”, paralelo a la actual carretera de Valdehúncar (que entonces no existía), el lugar de mejor acceso entonces por hallarse empedrado (hoy muy abandonado…).
Estuvo en Navalmoral el profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central D. Manuel Gil quien, en compañía de astrónomos y profesores ingleses (la Asociación Británica de Astronomía envió una expedición aquí, comandada por T. Weir), franceses, irlandeses y españoles, observó y fotografió el eclipse.
Periódicos, como “El Imparcial”; y las revistas más importantes de la época, caso de “Nuevo Mundo” y “Blanco y Negro”, publicaron sus crónicas e imágenes: cuyos originales se conservan en la Hemeroteca Nacional de Madrid, en donde pude obtener la información y copias necesarias para elaborar este trabajo, gracias a la información que me facilitó aquel gran moralo y amigo que fue Tinín Serrano Cerezal…
“La fiebre por observar tan extraordinario fenómeno astronómico desde la zona de oscuridad hizo que, el día antes del eclipse, se hubieran vendido más de cuatro mil billetes de ida y vuelta de Madrid a Navalmoral de la Mata (Cáceres) en vagones de trenes de primera, segunda y tercera clase, al precio de 3 pesetas para grupos de más de tres personas.
Pero el día del eclipse se desbordaron todas las expectativas y, ante la enorme demanda, se expidieron nuevos billetes con un recargo de hasta el 25 por ciento sobre su precio original.
A primera hora de la mañana partieron desde la antigua estación de Delicias en Madrid tres trenes hacia Navalmoral, con más de un millar de pasajeros cada uno de ellos. Tras los tres primeros trenes, un cuarto tren de lujo, con más de 400 viajeros, y un quinto con más de mil, abandonaron ese lugar.
Esa franja del territorio español fue considerada como una de las mejores para ser observado dicho fenómeno, tanto por sus condiciones meteorológicas como por la ventaja que suponía la baja altitud del sol en el momento de su ocultación y la larga duración del evento”…
…“Se aproxima la hora en que ha de verificarse el fenómeno. La ansiedad es inmensa. Reina un profundo silencio. Miles de personas tienen la vista fija en el cielo.
A las tres en punto comenzó e! eclipse, advirtiéndose su fantástica presencia por una sombra débil en la parte inferior del disco, que avanza rápidamente, obscureciendo el astro luminoso. Una espesa penumbra envuelve el paisaje. Parece que anochece. El espectáculo resulta grandioso…
Al comenzar el eclipse, no había más que una cigüeña en cada uno de los nidos que hay en la torre de la iglesia, pero a las 3h:39m vuelven todas a sus nidos.
Las ovejas, dentro de sus rediles en el campo, se muestran inquietas al llegar la máxima fase del eclipse y balan casi todas.
También el ganado vacuno revela desasosiego y los vaqueros lo contienen, pues tratan de desbandarse.
Las abejas, al llegar el momento culminante, se alborotaron y mudaron de lugar…
El primer rayo de sol ha producido emoción vivísima. El gran disco solar ilumina los lejanos horizontes que abarca nuestra vista. El pintoresco valle que domina las alturas del cerro reaparece a nuestra vista cubierto de verdor y tonos suaves.
El tiempo es bello. La temperatura deliciosa. El eclipse se ha realizado con puntualidad matemática. El fotógrafo Compañy ha obtenido muchos clichés de las fases del fenómeno.
Los expedicionarios abandonan los puntos da observación. Navalmoral está en plena romería. Los que tienen billete para el primer tren se disponen a regresar. Aparte del interés científico del fenómeno físico, el día de hoy será de gran recuerdo para Navalmoral. Tan extraordinario ha sido el número de forasteros y tanta la alegría y la animación que ha reinado durante toda la tarde”.
Nota: Gracias a una de las fotos que presento, donde aparece un grupo junto a una columna desmochada de su cruz, por su capitel pude descubrir dónde se halla la antigua y famosa “Cruz de la Ermita” (en el Cementerio de Navalmoral, restaurada en 1938) de la que les hablaba el otro día (también se observa parte de la ermita sin torre).
A Tinín Serrano Cerezal, que en paz descanse…