POR JOSÉ MARÍA SUÁREZ GALLEGO, CRONISTA OFICIAL DE GUARROMÁN (JAÉN).
Hace tiempo percibí que los capuchones de los bolígrafos BIC de toda la vida, llevaban en su parte superior un agujero. Un día, navegando por Google, descubrí el motivo: Dado que hay gente aficionada a chupar el capuchón, y pudiendo alguien tragárselo, la casa de los populares bolígrafos pensó que aquel debería tener un orificio que permitiera respirar a quien por accidente lo engullera.
La casa de los bolígrafos podría haber optado por incluir un letrero precautorio que dijera: “¡Peligro de asfixia! ¡No chupar el capuchón!” Pero optó por lo más sensato, no privar a nadie del placer relajante de morder los capuchones en los exámenes, o cuando uno no sabe qué escribir frente al blanco absorto de una cuartilla muerta, que diría el poeta.
La inmediatez con la que hoy se puede dar una opinión a través de las redes sociales, y su capacidad de urgente difusión y transcendencia, nos hace pensar que habría que ir ideando un dispositivo para internet que permitiera que cada cual pudiera chupar y masticar libremente “el capuchón de sus comentarios y opiniones”, pero que llegado el caso de tragárselos no se asfixiara, ni nos atragantara a los demás.
Se ha dicho que el ser humano usa la imaginación para consolarse de lo que no es, y utiliza el sentido del humor para consolarse de lo que es. Imaginación y sentido del humor que cuando se unen nos definen sus tres niveles básicos: agudeza mental con chispa, gracieta chistosa, o pitorreo tabernario.
Para que el humor sea inteligente y saludable debe ser, ante todo, respetuoso, y tiene que permitirnos ver la realidad con un cierto grado de ironía crítica. El nivel de dignidad, propia y ajena, debe estar siempre, como decía el maestro Chillida, por encima del miedo, pero también por encima del sentido del humor.
De momento, para cuando se traspase el nivel de dignidad en los calentones de twitter, ya contamos con el agujero del capuchón de ese otro sentido de la inteligencia que siempre ha sido el sentido común, que de tantos ahogos verbales suele librarnos.