APULEYO SOTO PAJARES, CRONISTA OFICIAL DE BRAOJOS DE LA SIERRA Y LA ACEBEDA (MADRID), AL CRONISTA DE NOREÑA (ASTURIAS), MIGUEL ÁNGEL FUENTE CALLEJA
¿Quién dijo que el cerdo no posee alma entre sus secretos? Muy equivocado se hallaba el sujeto que tal expusiera, sin conocimiento, esa teoría fuera de contexto.
Yo se la he probado y me ha hecho un buen provecho en salsas y sopas, donuts y torreznos en las matanceras jornadas de invierno que el Virrey del Burgo reparte a tó cuerpo de los invitados al anual evento.
Allí estaba el docto gourmet circunspecto, mi amigo Calleja, el del sabadiego, que es tan asturiano como español presto a gozar del cerdo a cada momento.
Y esto yo le dije, en el entretiempo, mientras que sangraba y se ahumaba el puerco en la grande plaza del Ayuntamiento:
-¿Qué te trae aquí, Miguel, Ángel bueno?
-Me trae la vida, me trae el recuerdo de la niña edad que pasé en el cielo. O pon mejor limbo, que, si no, exagero. A ese paraíso con frecuencia vuelvo, con gran añoranza de los años tiernos en que las zambombas eran todo el juego que jugar podíamos, la calle por medio. Ahora que estoy frágil y como un cencerro; ahora que me invitan a charlas, congresos, cócteles, inventos…, ahora esas pitanzas me ponen soberbio, hablo por los codos y estiro el pellejo.
(Triángulo isósceles: Soria, Segovia, Oviedo. ¡Cuán vivo trasunto, cuán hondo trasiego, como para verlos y para comérselos!)
-¿Te parece, Fuente, bien este consejo?
Y más te pregunto, con ansia, no esfuerzo, pues somos iguales: un par de gemelos, mientras que te trato con mucho respeto.
-¿Sería posible juntarlos completos, con todas sus carnes, con todos sus huevos, con todos sus vinos, con todos sus templos, con todas sus músicas de tamborileros, con todo su encanto vegetal hodierno?
-Me parece bien, querido Apuleyo, y más, si me apuras, diré que estupendo. Lo que tú propones, con gusto lo acepto. Mándame una Crónica para “El Sabadiego” y la publicamos y la damos viento por cada rincón del espacio ibérico. Que sepan que no hay tótem como el cerdo, en el que se vuelca cualquier cocinero de la vieja escuela de nuestros abuelos o de la moderna “fusión” de los nuevos.
-Gracias, Miguel Ángel; gracias, compañero.
-Gracias a ti, majo. Me pongo al empeño.