POR EDUARDO JUÁREZ, CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA)
Uno no deja de preguntarse cómo han evolucionado las infraestructuras en este santo país. Viendo el vía crucis al que han sometido las administraciones implicadas en el desdoble de la variante de Segovia, que no circunvalación, estoy seguro del punto de sorna, desconocimiento y desconcierto general de los administradores en esto de mejorar el tránsito entre las diferentes poblaciones, incluida la capital segoviana y el Paraíso en el que tengo la suerte de vivir.
Como bien recordaban los pocos alumnos que supieron responder en selectividad a la pregunta sobre la expansión del ferrocarril en España, la falta de previsión y la incapacidad para crear gabinetes que, como hiciera Carlos III con la salubridad y los cementerios, colaboraran en la toma de la mejor de las decisiones posibles para el país y, en consecuencia, los administrados, condujo a una implantación caprichosa, selectiva y antieconómica. Ya saben, por eso de ir en beneficio del interés particular y no del general, aquello que se exige al buen administrador de lo común. Como muestra de la incompetencia interesada, no hay más que reflexionar sobre la instalación de diferentes anchos de vía según las zonas de influencia de las grandes compañías internacionales que impedía el uso generalizado de la infraestructura y creaba un monopolio por áreas en el tránsito de mercancías.
Y no crean que no hubo iniciativas interesantes para el ferrocarril, aunque fuera de rebote. El ingeniero Federico Cantero Villamil, responsable de la llegada de la electricidad al Real Sitio, propuso hacer lo mismo con el ferrocarril en los primeros años del siglo XX. Su propuesta consistía en enlazar un ramal que, partiendo de La Losa, alcanzara el Real Sitio para establecer un andén bien en la zona del Campo de Polo, bien entre las judías de Navalaloa. Apenas diez kilómetros para conectar San Ildefonso con el mundo, que decía el proyecto custodiado en el Archivo Histórico Municipal. La propuesta era compleja por la orografía, aunque Federico Cantero tenía gran experiencia en proyectos más que difíciles. Ni por asomo se acercaba al que desarrolló para conectar Zamora con Orense a través de Puebla de Sanabria. Aquel trazado, con más de cien túneles y puentes, fue llevado a término con éxito, siendo el camino que un servidor ha utilizado para echar a andar hacia la tumba del Apóstol y que llevó a ochenta personas hacia la muerte en la curva de Angrois hace ya siete años.
Y es que, a veces, estos avances vienes cargados por el diablo, que diría mi padre. Bien lo supo Alejandro Avial, joven deportista del corro de la infanta Isabel. Amante como era ésta de las fiestas taurinas, decidió acercarse con todo su séquito, incluido el citado Alejandro Avial, hasta Santa María la Real de Nieva el 14 de septiembre de 1896. No existiendo ferrocarril desde el imaginario andén del Campo de Polo, hubieron de llegar hasta la villa segoviana en coches tirados por cuatro caballos, conocidos como “breaks”. Tras el festejo, tomaron las de Villadiego camino del Real Sitio con tan poco seso que, primero el break de la infanta y, a continuación, el conducido por Alejandro Aviar, cruzaron el paso a nivel justo cuando llegaba el tren de Galicia. El coche de la infanta pasó por los pelos, no así el que conducía el joven deportista con su esposa y las señoras de Donadío y Llorens. El tren arrolló el coche destrozándolo, así como al joven Alejandro Avial, a quien decapitó en el acto, traumatizando a toda la comunidad veraniega acostumbrada a decidir qué y cuánto se invertía en las infraestructuras patrias.
Honestamente, no sabría decirles hasta qué punto influyó en la infanta Isabel y la corte borbónica este suceso. Si el pánico de haber escapado a la muerte por acaso provocó un desdén generalizado que impidió desarrollar el proyecto que años después plantearía Federico Cantero para el Real Sitio o si la desidia institucional y el uso del presupuesto público en beneficio del interés privado se impuso a éste y otros proyectos destinados a mejorar las circunstancias vitales de los españoles. No dudo que una estación de tren en el Campo de Polo habría provocado un desarrollo sin igual en el Real Sitio de San Ildefonso, haciéndolo crecer hasta el desfase y la locura como ocurrió en San Lorenzo del Escorial, nuestro Real Sitio hermano al otro lado de la sierra. Quién sabe si el Campo de Polo habría evolucionado a cualquier otra cosa distinta del terruño cadavérico que actualmente constituye; si la población de apenas cinco mil paisanos se habría multiplicado por diez y Valsaín habría sido totalmente urbanizado, arrancando el maravilloso Palacio Real de las manos privadas que lo han llevado a la degradación actual por el camino de la especulación y la abulia de un Estado que siempre ha entendido más de festejos taurinos, de breaks, de campos para practicar deportes elitistas y costosísimos que de grandes infraestructuras destinadas al progreso del común de los ciudadanos españoles.
Para esos ciudadanos, para nosotros, tan solo ha quedado el pagar impuestos que religiosamente han alimentado, que alimentan, el despilfarro nacional en mamotretos inservibles y espacios vacíos costosísimos, no quedando ni un duro para educación. Así seguiremos siendo incapaces de reflexionar acerca de las diferencias entre lo público y lo privado, lo práctico y lo accesorio, lo democrático y lo oligárquico.
Y que así, en definitiva, sigamos cruzando las vías del tren en coches de caballo y que la suerte nos lleve a cada uno adónde quiera.
Fuente: https://www.eladelantado.com/