POR ADELA TARIFA, CRONISTA OFICIAL DE CARBONEROS (JAÉN)
Vi en el cine esta película de Buñuel hace mucho. Luego la han pasado por la tele, pero el cine en la TV pierde mucho, creo yo. Supongo que pocos la desconocen. Pero, con lo que está pasando en España, me refiera a la “cacería política”, valdría la pena reponerla, y mirarla con otros ojos. Empezando por el título, inspirado en la Biblia. Aquí proliferan los exterminadores, que van disfrazados de ángeles. A alguno, con su larga melena y ojos dulces, le pones una túnica con cinturón azul, y te cabe en un Belén- Lo malo es que, como te descuides, lo destroza, y pone a los pastorcillos la camiseta del Ché Guevara. Estos ángeles, jovencitos la mayoría, que jamás han pasado privaciones, visten ropas caras y están bien colocados desde temprana edad, llevan dentro un resentimiento hacia el resto de la humanidad que aterra. Lo que no entiendo es por qué odian tanto. Yo comprendía, porque me lo contaba mi padre y lo he estudiado, que los obreros de tiempos antiguos, los de la Segunda República, fueran anarquistas y comunistas. Lógico, se morían de hambre, y sus hijos igual. Si tú ves a tu hijo pequeño cavando, y lo tienes que sentar a la sombra de una higuera porque se ha mareado por hambre – eso pasaba en la Alpujarra en los años 30 del siglo pasado-, lo raro es que no te apuntes al primer partido que ofrezca igualdad, libertad y fraternidad. Pero los actuales anticapitalistas tienen tarjetas de crédito, no se han acostado ni un día con el estomago vacio, ni han metido a dormir en su casa a los parias de la tierra que dicen querer salvar. Son burgueses que juegan a ser ángeles exterminadores, disparando contra todo lo que se mueve fuera de su grupo, en sentido figurado, naturalmente. Ellos forman parte de la burguesía que retrató Buñuel en 1961, en aquel drama surrealista genial; los ricachones que quedaban atrapados en una habitación, sin razón aparente, disfrazados de seres inofensivos, exquisitos, hasta que se le cruzaban los cables, se enfadan por algo, y daban su verdadera cara, como en la Balsa de la Medusa de Gericault. La película, simbólicamente, creo que acaba con un rebaño de ovejas que van al matadero, mientras se oyen disparos fuera. Es que eso de poner la otra mejilla, siendo muy cristiano, hoy no funciona. Te mandan al matadero, cual borrego, y punto.
Digo todo esto para dejar claro que no me gusta nada esa afirmación de que todos los políticos son corruptos. Es que no es verdad. Si eso queda en el subconsciente colectivo pasa lo que ya está pasando, el drama surrealista de que a un alcalde de pueblo lo amenacen con el banquillo de un juzgado por tomar una decisión justa y necesaria. Y que cuando el caso se tramita, resulta que no había delito alguno; pero el mal está hecho. Ya se sabe; calumnia, que algo queda. Eso sí, al juez le pagamos todos, de nuestro impuestos. Es que difamar sale gratis. Por cosas similares a la del citado alcalde, basada en un hecho real, he terminado por no ver la TV, ni escuchar debates. No creo en lo que cuentan. Y me enteré pasadas bastantes horas de la muerte de la que fue alcaldesa de Valencia, Rita Barberá. Se murió sola en un hotel, de un infarto, tras pasar por el juzgado poco antes. Dicen que estaba pasando un calvario a su edad, más de 65 años. Su delito era regalar 1000 euros al partido. Decían que luego los blanqueó, pero el juez no se ha pronunciado al respecto, que yo sepa. A mí, que una señora mayor, que ha sido alcaldesa muchísimos años, cometa un fraude de esa cuantía, si es que lo cometió, me parece raro. Es de tontos. ¡Si eso se lo gasta cualquier familia de clase media en un viajecito, incluidos los ángeles exterminadores, o en una fiestecilla de fin de año ¡En fin!, que esta señora ya está muerta y enterrada; que, al parecer, hasta en su partido, resultaba molesta, y que cuando en el Congreso se pidió un minuto de silencio en su memoria, los ángeles exterminadores se salieron, para matarla un poco más, no sea que no estuviera bien muerta. Dios nos libre de quienes no saben diferenciar el bien del mal. Mi papelera dice que estas personas deben tener compasión de sí mismos.
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