POR MANUEL PELÁEZ DEL ROSAL, CRONISTA OFICIAL DE PRIEGO DE CÓRDOBA
Resumen: Se da cuenta en este artículo de la existencia de tres retablos construidos para la imagen de Jesús de la Columna a lo largo de su historia (Ss. XVII-XVIII, XIX y XX). No existe documentación gráfica del primero de ellos, pero por la escrita se avanza la hipótesis de que pudiera ser semejante al del altar mayor de la iglesia conventual de San Pedro, o, que al menos, se aplicaron los cánones que emplearon sus autores, los retablistas Jerónimo Sánchez de Rueda, hermano de la cofradía de la Columna, y Jerónimo Caballero. Al mismo tiempo se complementa la biografía de don Julián Maldonado, que intervino en el dorado tanto de la imagen como de su primer retablo.
A principios del siglo XVIII la iglesia conventual de San Francisco daba cobijo entre sus muros a las siguientes cofradías y hermandades: la más antigua, la cofradía de la Concepción, había sido fundada en el año 1540; le seguía cronológicamente, en segundo lugar, la cofradía de la Veracruz, o de los disciplinantes, fundada en 1550; a continuación se posicionaba la de los nazareos, fundada en 1592; en cuarto lugar la hermandad de la Rogativa, o de los nazarenos, fundada en 1672; el quinto lugar la ocupaba la hermandad de Jesús de la Columna titulada de los setenta y dos, fundada en 1674, y finalmente las hermandades del Buen Suceso y del Buen Pastor, respectivamente, de 1698 y 1702. A este elenco numeroso se sumaba el instituto del Venerable Orden Tercero de Penitencia de Nuestro Padre San Francisco, cuyos orígenes se remontaban a principios del siglo XVII. Se comprende por ello que la iglesia fuera un auténtico bullir de personas cuya presencia física vendría determinada por las correspondientes devociones y fiestas litúrgicas, amparadas todas ellas por la comunidad de frailes franciscanos, que se componía a la sazón de treinta miembros aproximadamente.
Hago esta breve referencia histórica para comprender mejor la función del templo y sobre todo para apuntar que la disposición de sus capillas, altares y retablos ha sido el resultado de la voluntad de muchas personas piadosas, integradas en sus respectivas cofradías o hermandades, que manifestaron su relación con él a través de múltiples actos magnánimos con base en su fe cristiana y en orden a salvaguardar su alma.
Vengo en esta ocasión a completar una página de la denominada capilla de Jesús, de la cofradía y hermandad columnaria, en el bien entendido que su actual configuración ha venido mediatizada por una serie de intervenciones a lo largo del tiempo, cuyo resultado es el que hoy apreciamos, pero que en otras épocas ha sido, como el de un ser vivo, distinto. Me refiero al retablo mayor de la capilla, que lo preside, en cuyo nicho principal se encuentra la bendita imagen de Jesús de la Columna.
A este retablo y a sus antecedentes le han dedicado su atención varios autores (1), pero antes de los dos anteriores hubo otro, el primitivo o más antiguo, del que no se tiene noticia gráfica, pero sí documental. A él no se alude en el inventario de la cofradía de la Veracruz confeccionado en el año 1690, lo que demuestra que aún no se había acometido su realización o, al menos, no se había concluido. En cambio sí hay varias alusiones al mismo en el inventario del año 1717, por lo que colegimos que fue en este periodo en el que se llevó a cabo, el comprendido entre 1690 y 1717. En este último al relacionarse los bienes que están en la capilla hay sendas menciones a los cuatro altares entonces existentes: el de Jesús, el de Jesús de las Penas, el de la Santa Cruz y el de Nuestra Señora; y asimismo dos noticias al que parece era el único retablo. La primera contabilizaba en él cuatro lienzos pequeños de pinturas, y la segunda hacía lo propio respecto a cuatro imágenes de escultura que identificaba respectivamente con la de la Concepción, San José, San Miguel y San Rafael.
Del primitivo retablo, comenzado a construir a finales del siglo XVII o en los primeros años del siglo XVIII sabemos algo más, gracias a las escrituras de los contratos de su dorado (2).
En la primera que data de 12 de junio de 1702 se dice que Julián Maldonado, maestro de dorador, ajustó con los oficiales de la hermandad de Jesús en la Columna y con el mayordomo de la cofradía de la Santa Veracruz “dorar el retablo… y darlo acabado a satisfacción de maestros inteligentes en dicho arte”, en precio de 12.000 reales de los que le habían anticipado 6.000, en varias partidas, y de cuya entrega les daba carta de pago.
En la segunda, de fecha 23 de abril de 1703, declaró Julián Maldonado que había concertado con el mayordomo don José Núñez de la Cerda el dorado del retablo de la capilla de Jesús de la Columna, y que comenzó a hacer su trabajo, pero que cesó debido a ciertas diferencias entre ambas partes, lo que les llevó a plantear un litigio en el tribunal eclesiástico de la abadía, del que desistían para continuar lo ya iniciado. En este instrumento jurídico se añadía que cuando se concertó la obra del dorado no se hizo “obligación por una ni otra parte”, es decir no se concretó en cómo debería hacerse el trabajo, por lo que se hacía ahora, obligándose a entregar los 6.000 reales restantes en escritura aparte.
Entre las particularidades del dorado del retablo se expresaba que el artista comisionado, Julián Maldonado, debería de resanar los estofados, aparejar lo que estuviere saltado, para que el dorado fuera permanente, “pintar o dorar el respaldo del Santo Cristo conforme más bien estuviere”, “que la talla que se ha de dorar, los altos sean dorados y abiertos de garfío y la moldura principal de la cornisa ha de ser de oro limpio”, “que las pámpanas han de ser doradas y bañadas de verde y los racimos de las dos columnas principales dorados y estofados y los de las otras cuatro pintados”, “que los vacíos de los empilastrados han de ser de cohollo de pincel y el campo a voluntad del otorgante”.
Suscribieron la referida escritura el hermano mayor de la hermandad don Francisco Espinar Bejíjar, don Francisco Ramírez Bueno de Gámiz y Vicente Durán, celadores, don Francisco de los Reyes Santaella, oficial, Eugenio Sánchez de Aguayo, depositario, don Pedro Zamorano del Águila y don Fausto Antonio Peligro, presbíteros, los hermanos don José Núñez de la Cerda, don Juan de Aguirre Angulo, don Francisco de Uclés Contreras, don Juan Manuel de Uclés, Jerónimo Sánchez de Rueda, don Francisco de Molina Quesada, don Francisco Monte Lezcano, don Francisco Jiménez Matamoros, Francisco de Arroyo Villar, don Juan Manuel de Sarabia y el escribano don Juan Caballero Espinar.
Dos días después, en 25 de abril de 1703, acude de nuevo al escribano el mayordomo de la cofradía para otorgar escritura manifestando en ella que la capilla de Jesús de la Columna era propia de la cofradía de la Santa Veracruz y de la hermandad de los 72, y que el pago del dorado se había estipulado en 12.000 reales, de los que ya se había abonado la mitad. La hermandad por su parte ya había aportado 3.000, pero faltaba la misma cantidad para cubrir los 6.000 restantes, y que no se sabía de dónde iban a salir, por lo calamitoso de los tiempos. Al mismo tiempo añadía que la imagen de Jesús estaba fuera de su capilla y que “los aparejos que hay hechos para acabar de dorar dicho retablo tienen contingencia a perderse”, por lo que se había reunido el cabildo de la cofradía el día anterior y se había acordado que ésta se obligare a pagar los 3.000 reales que le correspondían tan pronto como se hubiese acabado de dorarlo, por lo que se obligaba a suscribir el compromiso de abonárselos en buena moneda usual y corriente al maestro dorador don Julián Maldonado a fin de que éste no se retrasase en terminarlo. Al margen de dicha escritura se insertó la nota de haberse otorgado carta de pago del resto el día 6 de noviembre del mismo año (3).
Poco se sabe de los autores de este retablo, aunque existen indicios suficientes para atribuirlo al granadino Jerónimo Sánchez de Rueda, hermano de la cofradía, y al maestro dorador don Julián Maldonado, posiblemente también granadino, ya que en la propia imagen de Jesús, cuando la doró, dejó como alegoría justificativa una granada. De éste artista tenemos noticias también de haber contratado poco antes, en el año 1701, la policromía del retablo del convento de Santa Ana de Lucena, en una de cuyas disposiciones se dice, no obstante, que era natural de Priego (4). Las expresiones del contrato del dorado del retablo lucentino son muy similares a las reseñadas más arriba para el retablo prieguense.
¿Cómo era realmente el primitivo retablo de Jesús? Se han hecho cábalas sobre que el retablo de Jesús fuera el de San Francisco Solano, dando por sentado que ambos se construyeron hacia 1700 (5), pero hemos de descartar esta hipótesis por la diferencia de medidas de uno y otro (6). Esta argumentación nos parece acertada por lo expresado, pero además porque el retablo de San Francisco Solano se colocó en el lugar que hoy ocupa con posterioridad a la desamortización del convento de San Francisco, ya que cuando se hizo el inventario de los bienes del convento en 1836 se indicaba que éste aún permanecía en la sacristía de la iglesia, en el oratorio reservado a tales efectos (7). No nos parece tampoco probable que el retablo de San Francisco Solano, fuera el mismo a escala reducida del que años antes se construyera para Jesús de la Columna, y que éste le sirviera de modelo a aquél. Ni mucho menos creemos que el retablo actual sea el sucesor del anterior, pues las cuatro columnas del cuerpo central que lo caracterizan (y de cuya procedencia y antigüedad no se sabe a ciencia cierta cuál haya podido ser) tienen diferentes estilos, el actual barrocas, y el antecedente neoclásicas.
En mi opinión tenemos que conectar el retablo primitivo de Jesús de la Columna con el contemporáneo del altar mayor del convento de San Pedro, ejecutado por Jerónimo Sánchez de Rueda, en colaboración, en opinión de Taylor, también con Jerónimo Caballero (8). Años antes este consorcio, con traza de Hurtado, había realizado el retablo del convento de las dominicas de Jesús Crucificado de Córdoba. En la escritura de obligación se pactó hacer el retablo en Priego y enviarlo con carretas hasta Córdoba (9). La presencia de estos artistas en Priego nos permite afirmar lo expresado. No se nos alcanza, sin embargo, determinar la estética del retablo primitivo, pero es posible que el que lo sustituyó, el segundo, y en el que intervino sin lugar a dudas Remigio del Mármol empleara alguno de sus elementos, incorporando otros nuevos acordes con la tendencia neoclásica. El retablo actual, el tercero, obra del granadino Gálvez, en el que colaboró Francisco Tejero, tomó como modelo en lo que pudo al de San Francisco Solano de la misma capilla. La Hermandad le proporcionó a los artistas cuatro columnas salomónicas, sin que hayamos podido averiguar si procedían del primer retablo o de otro desbaratado de la localidad (10).
Lo cierto y verdadero es que con respecto a los monumentos y obras de arte, como lo es la atrayente capilla de Jesús de la Columna y todo su ajuar, con maravillosos resabios arquitectónicos, escultóricos y pictóricos clásicos, hay que tener siempre otra mirada, en la que se rescate la memoria de su vida, que no es la que se ve a simple vista, sino la que ha tenido a lo largo de su Historia y que con estas líneas hemos intentado dejar patente para su limpia y exacta ejecutoria.
Notas
1.- Cfr. Forcada Serrano, M., Historia de la Hermandad de la Santa Veracruz y Nuestro Padre Jesús en la Columna, CajaSur, Córdoba, 2000; y Marín Molina, J. F.& Zurita Pérez, F., “II Centenario del fallecimiento del artista Remigio del Mármol (1815-2015) y el desaparecido retablo de estilo imperio de la capilla columnaria de San Francisco”, en Rev. Columna, nº 22 (2015), págs.28-30.
2.- APP (Archivo de Protocolos de Priego), La cofradía de la Santa Veracruz y hermandad de Jesús en la Columna. Pago contra Julián Maldonado, oficio de Juan Caballero Espinar, leg. 256, años 1702-1704, 1702, fols. 205 r. y v. y 1703, fols. 162-164.
3.- APP, D. Julián Maldonado obligación contra don José Núñez de la Cerda, oficio de Juan Caballero Espinar, leg. 256 cit. 1703 fol. 165.
4.- Moreno Hernández, M.ª C., Retablos barrocos de Lucena, Ayuntamiento, Lucena, 1995, da abundantes datos de este artista, que asimismo residió en Lucena. Cfr. ob. cit. pág. 112.
5.-En contra de lo afirmado por Taylor, R., este retablo debió de construirse hacia 1717, fecha en la que se aprobó el patronato a favor de doña Isabel de Aguayo y Aguilar y de su hijo don Luis de Gámiz y Aguilera, Cfr. Peláez del Rosal, M., “El retablo de San Francisco Solano en la iglesia conventual de San Francisco de Priego de Córdoba”, en San Francisco Solano en la Historia, Arte y Literatura de España y América, Libro Homenaje a Manuel Ruiz Luque, AHEF, Córdoba, 2011, págs. 165 ss.
6.- Forcada Serrano, ob. cit., pág. 106.
7.-Peláez del Rosal, M., “Algunas páginas inéditas del convento de san Esteban (vulgo san Francisco) de Priego de Córdoba”, en El Franciscanismo en Andalucía (Conferencias del IV Curso de Verano), CajaSur, Córdoba, 2000, pág. 378: “En el interior de esta oficina (sacristía) se encuentra un oratorio cuyo altar se halla al corriente…”.
8.-Este magnífico retablo ya estaba construyéndose en 1696. Un devoto de la localidad don José de Alcaraz Ordóñez dejó en su testamento un legado de 9.000 reales con destino al mismo. Cfr. Peláez del Rosal, M & Villegas Ruiz, M. Historia del convento de San Pedro Apóstol, Córdoba, 1994, pág. 51; y otro vecino, el licenciado don Diego Gallardo, donó 500 pesos para dorarlo. Cfr. Zamora Jambrina, H., “Referencia a algunos documentos de los siglos XVII y XVIII sobre el convento de San Pedro Apóstol de la villa de Priego”, en Revista Fuente del Rey (RFR) nº 203 (noviembre 2000), pág.9, y Taylor, R., “Controversia sobre la autoría de los retablos centrales de la iglesia de San Pedro, de Priego de Córdoba”, en RFR, nº 98-99 (febrero-marzo 1992), págs. 8-9. Ver al respecto el libro de Segado Bravo, P., Jerónimo Caballero: retablista y escultor del Barroco (Huéscar 1668-Lorca, 1771), Granada, 2008.
9.-APP, oficio de Juan de Aguilera Gallardo, leg. 237, 1700-1703, 1703, fol. 176.
10.-He oído decir que éstas pertenecieron al retablo mayor del convento de las clarisas, sin que haya podido confirmarlo indubitadamente.
Fuente: Revista “Columna”, Semana Santa 2017, págs. 11-13. D.L.CO-570-1.9