POR ANTONIO HORCAJO, CRONISTA OFICIAL DE RIAZA (SEGOVIA)
No se entiende muy bien el aplauso con que ha sido recibido Pedro Sánchez al incorporarse al Consejo de Ministros. Porque el albero del que viene se encuentra en Bruselas y allí, entre dimes y diretes, le han leído la cartilla. Efectivamente le han dado aire, es decir un aviso en toda regla y le han ahormado al morlaco que tiene que lidiar.
Bruselas ha sido generosa, consciente de lo que hay en el ruedo, pero, a cambio, le ha impuesto una condición que tiene que cumplir de forma ajustada y sin grandes demoras. Ya en el último artículo en El Adelantado, dejé la afirmación evidente de que España forma parte de la Unión Europea, como una garantía para los tiempos difíciles en los que ha de ponerse en marcha la solidaridad y no la retórica. De esto viene imbuido Pedro Sánchez y aquí surge mi sorpresa por el aplauso. Porque lo traído es más consecuencia de la solidaridad de otros que mérito del diestro aplaudido.
Europa es solidaria, pero también exigente y por ello quiere que las cosas funcionen bien, dentro de un orden. Por ello Sánchez ha vuelto con la instrucción de que tiene que hacer reformas que refuercen la eficacia, sin demagogias y sin desplantes o imposiciones ajenas. En esos cuatro días, largos días de coloquios y discusiones, han servido mucho los repasos a los fines políticos y a los medios para alcanzarlos. Sobre los que Europa, respetuosa, tiene postura y opinión colectiva. En resumen, que la vieja madre de la Cultura ha puesto dinero, pero también pide reformas, sobre todo al programa que hizo posible, ahora se reconoce fuera de manera taxativa, la coalición del abrazo de gobierno que nos rige, de momento.
Porque, y aquí está el meollo, España ha de respetar los compromisos aceptados como miembro de la zona euro y que son, precisamente, los que le dan derecho a opinar y sobre todo, en esta ocasión, a pedir. No debemos, por ello, olvidar que la condicionalidad -que tanto se ha repetido estos días en todos los medios- es punto de exigencia de la Comunidad, al rechazar, sin paliativos, lo que una parte de la actual Gobierno de España se propone llevar a cabo, dentro de una línea política de nefastos resultados demostrados y cuya opción no es admitida por la Comunidad.
Eso que pide Europa ahora, (reformas en el Gobierno) no es un capricho sino una necesidad imperiosa, si España quiere los recursos que necesita para modernizarse y reconstruir su economía. Se impone pues la racionalidad, que ha costado cuatro días de duras reuniones petitorias por parte española y reticentes, hasta el convencimiento de la solidaridad, que al final comprendieron los países del norte de Europa.
Habrá dinero, pero también reformas. Olvídese Sánchez, recordando que el tiempo es implacable, que han pasado a mejor vida los proyectos que el populismo tenía planeados como objetivo, para cercenar el equilibrio que España necesita, después del desbarajuste a que la pandemia ha sometido a la sociedad civil y a los interlocutores socioeconómicos. Que bastante tienen todos con levantar el vuelo de nuevo. Las alas ni están fuertes, ni tienen la energía precisa para resolver lo que antes era simplemente un impulso.
Fuente: https://www.eladelantado.com/