POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PÁRRES-ARRIONDAS
Llámase Libro Becerro a un códice medieval en el cual eran copiados los privilegios de las iglesias y de los monasterios. Datado entre 1385 y 1389 está compuesto por 455 folios en pergamino y formado por 93 documentos escritos en castellano.
Entre otras referencias al Concejo de Parres, se puede leer textualmente:
“Santo Martino de Quadrobenna. Húsala apresentar el señor de Norenna e fijos de Alfonso Ferrández de Nevares, es capellán Pero Rodríguez. Ha de manso cuatro días de bués. Los diezmos pártense en esta manera: fázense seys parten (sic) e lieva el dicho señor las dos e los otros padrones una, e el capellán las tres partes. Paga de procuración un tercio, rinde esta capellanía …mrs”.(no se especifica cuántos maravedís).
De modo que la parroquia de San Martín de Cuadroveña, -hace más de seis siglos- tenía mansos (tierras exentas de toda carga de impuestos) de cuatro días de bueyes (medida agraria típica asturiana, equivalente a lo que un par de bueyes podían arar en un día, que era alrededor de unos 1.250 metros cuadrados). Y diezmo era la décima parte que pagaban los fieles a la iglesia sobre maíz, escanda, tocino, huevos, salmones y hasta los taberneros debían pagar en dinero, según el consumo que tuviesen en su negocio. Esta obligación diezmera estuvo vigente hasta 1841.
Otras referencias a parroquias del concejo son:
“Santo Tomás de Vodes”, tenía manso de dos días de bueyes y los diezmos los llevaba todos el capellán.
“Santa María de Viavanno ha de manso quatro días de bués”.
San Miguel de Cofiño “húsanla apresentar padrones fijosdalgo. Ha de manso quatro días de bués”.
Santa María de Fíos, lo mismo que la de Cofiño, pero no tenía manso. En ambos casos todos los diezmos los llevaba el capellán Gonzalo Díaz en Cofiño y Ruy Pérez en Fíos.
“San Pedro de Vode”, con un manso de dos días de bueyes. Dos tercios para su capellán Alfonso García y el otro para el cellero de Triongo (el que tenía a su cargo guardar los granos y frutos de los diezmos).
Santianes de Parres no tenía manso y los diezmos los partían el prestamero (cultivador del manso) y el capellán Alfonso Martínez.
Curiosos los nombres que en aquel tiempo recibían otras parroquias vecinas como Margolles, que se menciona como San Martino de Mayórgoles, San Martino de Borines y el de Graçanes; Santa Olalla de Onís (con ocho días de bueyes como manso), de Quyes, de Coe, de Vamia, de Ardisana o de Anprior -que Santa Eulalia tenía bajo su protección en Asturias decenas de parroquias, además de ser la patrona de la Diócesis, no del Principado-; Santa Marinna de Verves; San Estevan de Lezes, -que fue arciprestazgo antes de cederlo a Ribadesella-; María Madelena del Puerto; San Cosme de Emiani; Santa Locaya de Merodia; San Christóval de Trelve; San Pedro de Camarvenna; Santianes de Vervío; San Pedro de Velonço, de Sevares y de Villamayor; San Román de Villa; San Christóval de Pendueles.
Hace más de seis siglos Santa María ya era la titular de las parroquias de Anayo, Valloval, Villanueva de Cangas, Villaverde, Llanes (Lanes en el texto original) o de Cangas de Onís, cuyo manso rendía ciento cincuenta maravedís, “que son doze cargas e media por la de Castiella” y que se repartían el obispo, los padrones y el capellán Gonzalo Pérez.
Como podemos apreciar, la evolución lingüística de nombres y topónimos es siempre motivo de un apasionante estudio.
En los llamados libros Becerro se asentaban los heredamientos, posesiones y tributos de todas las fábricas, capellanías y beneficios, junto con las donaciones hechas para memorias, fiestas, misas, aniversarios, etc.
Las constituciones sinodales dejaron pautas muy estrictas sobre lugares y linderos concretos de cada una de sus posesiones y heredades.
Asimismo, algunas universidades y casas importantes tenían su libro Becerro.
Al de la Catedral Ovetense se le conoce también como Códice de don Gutierre de Toledo, obispo cuya cultura y energía dejaron profunda huella en la sede ovetense, actuando en la diócesis como un auténtico soberano, sin que los reyes Enrique II ni Juan I se molestasen en ello, pues eran conocedores que este obispo de Oviedo no buscaba más que el engrandecimiento de su diócesis como parte inseparable de la Corona de Castilla.
Otra cosa son los cartularios, libros manuscritos en los que se copiaban los títulos y privilegios de personas, corporaciones, asociaciones o comunidades.
Un comentario aparte requiere el Libro de los Testamentos del obispo Pelayo. Datado sobre el año 1121, es un códice medieval conservado en la catedral de Oviedo, considerado el más bello del siglo XII en Europa, joya del románico español por la calidad de sus miniaturas. En él se reúnen, fundamentalmente, 87 escrituras de documentos, privilegios y donaciones hechos -entre los años 821 y 1118- a la Iglesia de Oviedo. Una de las más famosas ilustraciones es aquella en la que aparece -en actitud orante- el Rey Alfonso II el Casto, fundador de la ciudad de Oviedo y del Reino de Asturias. Una edición facsímil de este Libro de los Testamentos está depositada en la Casa de Cultura de Arriondas, donación del fallecido deán de la “Sancta Ovetensis”, don Rafael Somoano, hijo que fue de esta villa.