POR EDUARDO JUÁREZ VALERO, CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA)
Sé que muchos pensarán que este humilde Cronista se ha dado a la literatura policial o a la novela negra en vez de dar cumplida cuenta de las andanzas de los habitantes del Paraíso a lo largo de los casi trescientos años de existencia de este Real Sitio. Mas, como todos Vds. ya saben, la historia suele superar con creces la ficción más descabellada en lo que a sucesos se refiere.
Así, como les iba adelantando, andaba el que suscribe trasteando por los mentideros de este Real Sitio que di con un terrible crimen acaecido en este Paraíso el 28 de agosto de 1884. Según relata la fuente consultada, los Señores de Camarón, miembros de la colonia veraniega acompañante del rey Alfonso XII, tenían un criado segoviano llamado Ventura Herrero de mal carácter aunque solícito en la dedicación a su trabajo, según afirmaba la duquesa de la Torre, anterior señora de este paisano. Al parecer en la misma casa de los citados señores de Camarón vivía una doncella francesa de nombre Marie Toles de la que Ventura andaba enamoriscado, que diría Lina Morgan. Como estarán imaginando, la joven doncella francesa, seguramente había sido contratada para que, además de servir a sus señores, hiciera que los hijos de la familia hablaran con fluidez el francés, que no el inglés. Y es que, aunque hoy en día parezca algo descabellado, la mayoría de las personas en este país estudiaban o querían estudiar francés por ser considerado este un idioma de posibles para algunos o de posibles escapes para otros. Que ya decía Arturo Pérez Reverte que su abuelo le aconsejó aprenderlo pues todo español, tarde o temprano, había de cruzar la frontera del país vecino.
Fuera para aprender francés o no, el caso era que Ventura no dejaba de atosigar a la pobre Marie quien nada quería saber de los requiebros amorosos del segoviano. Tanta era su insistencia y el mal café que destilaba, que la joven francesa confesó a una amiga el sentir un frío sobrecogedor cada vez que veía a Ventura coger una navaja. A pesar del miedo que le producía Ventura, decidió Marie seguir el consejo de sus amigas y plantarle cara asegurándole que nada quería saber de sus proposiciones ni de su mal café. De hecho, Marie, para dejar claras sus intenciones, empezó a verse con un cabo de la escolta de Alfonso XII. El citado día, al marcharse los señores de la casa al teatro, Ventura, después de servir con toda corrección la comida, decidió arreglar cuentas con el cabo y la doncella. Al primero lo acosó tras disputar con él cuanto pudo, hasta el punto de tener que disparar al aire para sacarse de encima al celoso criado. A renglón seguido, corrió dentro de la casa y, aprovechando que el resto de criados habían salido y que sólo quedaba la señora madre del Señor de Camarón, subió a la habitación de Marie y, tras una lucha fiera, la degolló con la navaja que tanto miedo le había provocado, dejando en la alcoba un dantesco espectáculo de sangre y desolación.
Como tantas veces habremos visto, tras comprobar la barbaridad cometida, trató de poner punto final dándose un tajo en el cuello que no acabó con su miserable vida. Detenido tras el crimen cometido, hubo de escribir su declaración, ya que la voz no le salía por la herida que se había infringido. Decían los testigos que habiéndose acabado la tinta, terminó la confesión mojando la plumilla en la sangre que le brotaba del cuello.
Y es que, queridos lectores, uno acaba por pensar que, en esto de ser lo más, ya sea en lo bueno o en lo malo, en este Real Sitio, en este País, no tenemos competidor que nos iguale. Cuántas veces habremos leído sucesos semejantes en los ciento treinta y cinco años que nos separan del asesinato de la pobre doncella francesa. Cuántas Marie Toles han tenido que perder la vida para que comprendamos que cada uno debe ser libre para elegir con quién ha de compartir su vida, su casa, su amistad, su amor, su cuerpo. Que en esto de la violencia asesina algunos pueden pensar que no se deben hacer distinciones en función del sexo o de la condición y se equivocarán. Ya ven, aquel miserable no se atrevió con el cabo y sí con Marie. Ya me dirán Vds. si la condición y el sexo no tuvo que ver, no tiene que ver en cuantos crímenes machistas acaecen en este misérrimo mundo.
Y no se equivoquen: sólo la educación libre y abierta; sólo la comprensión de que, como dijo Bakunin, la libertad de uno empieza y termina en la libertad de los demás haciéndonos a todos libres y, con tan sólo uno que no lo sea, a todos esclavos; sólo esto nos hará escapar de esta lacra miserable e inhumana.