EL AYUNTAMIENTO DE HUERCAL OVERA (ALMERÍA) EDITA EL LIBRO DE FERIA 2014 CON UN “NOSTÁLGICO Y DIVERTIDO” TRABAJO “RECUERDOS DE UN HUÉRCALENSE EN BLANCO, NEGRO E INTERNET”
Oct 19 2014

POR JUAN ANTONIO ALONSO RESALT, CRONISTA OFICIAL DE LEGANÉS (MADRID)

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Se está poniendo muy de moda en las redes sociales y en páginas de Internet una espontánea y a la vez simpática locura colectiva como es la enseñar a todos los internautas tus fotos viejas, antiguas de familia o de diversos objetos y “cosas” de Huércal que a muchos, nos recuerdan, que este pueblo ya no es lo que era, que los años  han pasado, y no en balde, el tiempo se lleva muchas cosas, personas conocidos, y seres amados a los que ahora solo los podemos recordar a través de esas instantáneas, y objetos familiares y comunes que corren como la mismísima pólvora ante nuestros ojos por las redes sociales.

De esta manera personas, amigos, conocidos y desconocidos, personajes, lugares íntimos, y familiares, edificios, costumbres del campo y las casas, utensilios, famosos personajes, animales, automóviles, calles y plazas desaparecidas, cosas que se usaban, ceremonias que se celebraban, procesiones, carnavales, partidos de fútbol, toros, paseos, amores y desventuras, personalidades políticas; esas instantáneas; todas ellas, se reflejan y se acumulan en ese oculto lugar de tus recuerdos en tu mente, y ahora salen a flote, y se hacen realidad delante de un ordenador, una tablet o un simple móvil.

Y con una sonrisilla solo nos queda recordar “Dios mío, así era fulanito?”, o “como era la calle o la plaza tal?”, y “mi prima que guapa estaba?”.

Quien no recuerda los barquillos, los botijos fresquitos de agua, los braseros debajo de las mesas en invierno, las “charloteas” en la calle a la puerta de casa sentados en sillas de madera, o aquellos cuadros colgados en las casas con santos y vírgenes o paisajes que pintaban los hermanos Resalt, o las fotos de Huércal de Cisneros o Gira, el periódico “El Almanzora”, los carteles del cine o el teatro Cervantes, las Ferias al lado de la iglesia, al padre Tormo, el fútbol, los amigos en la calle con los que te divertías horas y horas con cualquier cosa, en el Calvario, los músicos y las bandas de Martín Alonso, sus pasodobles, las procesiones con romanos que organizaba Pepe Bernal, la antigua Virgen del Río en su ermita destrozada por un “riá”, los carros de madera con esas grandes ruedas de madera y hierro que lo mismo cargaban ovejas, cabras, verduras, un arado, que amontonaba chiquillos encima enredaos en colchones y pertrechos.

Esos carros que transportaban a nuestros padres y abuelos del campo a Huércal o los acercaban al Puerto Lumbreras e incluso a la mágica playa de Terreros cargados hasta los topes.  Quien no recuerda los carnés de familia numerosa, y a la familia “endomingada” colocados en dos filas por el fotógrafo de turno, serios para la posteridad, o las fotos que se hacían para mandar a la familia que viviá lejos, o las que nos hacían en los colegios, sentados a un pupitre con el mapa de España detrás en la pared, o esa otra foto “desnudito” sentado en un aparador o colocadito encima de la cama enseñando el pompis que siempre había en casa de cuando éramos pequeños.

Nostalgia, pura nostalgia son esas páginas de Internet. Para los que están en el pueblo y los de fuera que ya peinamos canas.

Somos los defensores a ultranza de aquellas cosas y esos maravillosos años que nos recuerdan la niñez más fantástica, esa época de la  vida en la que verdaderamente fuimos felices a pesar de que como decía mi abuela Beatriz Ballesta “en casa no había dinero pero siempre se comía”.

Recuerdo un Huércal Overa más amplio en hechuras (será porque era un niño y son recuerdos de la niñez) o más populoso a pesar de que ahora somos más habitantes. Y recuerdo, como si fuera ayer, como eran unos balconcillos de mármol de Macaél del Hogar, donde mi abuelo Juan o mi padrino Aureliano nos daba unas perrillas para pipas o caramelos.

Menudas eran las aventuras de crios hasta el Castillo de los árabes, los trajes que nos ponían nuestros padres y mis hermanas para carnavales, el tren a vapor en el que se iba en la abandonada estación y venia mi padre cuando se despedía para ir a trabajar a Alcantarilla, Madrid, Badajoz o algún rincón inhóspito de España a encuadernar libros, y aquellos vagones de madera con los que nos llenábamos los ojos de carbonilla cuando hacíamos algún trayecto.

Quien no recuerda nuestros helados “chambi” que se vendían por la calle de todos los sabores en verano, los higos chumbos que mi abuelo limpiaba de pinchos en el cortijo con una escoba y luego los pelaba con unas tenazas del fogón. Echo de menos a Silvestre Martínez de Haro dándome un abrazo en en la Calle Sepulcro, y leyéndome su último cuento del niño del campanario, los carricoches de la Feria en la plaza, las barcas de los feriantes que surcaba el viento a un impulso de la chavalería y se paraban con un freno de zapata; recuerdo las largas caminatas hasta el depósito de aguas de la que fue guarda mi bisabuelo y por el Paseo de Galdo con sus losetas de colores donde mi tío Ginés Resalt y mi tía Cristina tenían una imprenta y una papelería en la que vendía lápices de colores, cartabones, cuadernos y libros de texto teniendo de ayudante a mi primo José Luis.

Mi referencia de esas fotos en Huércal están relacionadas, con farolas y árboles de la Plaza del Cura Valera, las pesetas, las perras chicas, las tiendas de las primas en la calle del Sepulcro, las tiendas de electrodomésticos, la joyería, el cine de verano, la Farmacia de la plaza, las primas de mi madre las Ballestas, la camioneta de los Cerezuela, o la Alsina que también traía a mi padre dos o tres veces al año de Hellín, Alcantarilla o Madrid.

O las cuerdas de la ropa que colgaba mi abuela Beatriz en el patio de la casa de Melchor Ballesta con vuelta a la de los Carros frente al desaparecido cine y Teatro Cervantes, donde las aventuras del celuloide, el teatro , los encuentros poéticos o los políticos y las actividades culturales estaban a la par con las pillerías de los chiquillos que en las filas del gallinero, taconeábamos fuerte para que resonara todo el local para mostrar nuestra protesta de que aquella mala obra o sainete de los Arniches mal interpretados, e incluso podíamos abuchear al maquinista por culpa esa fatal película que era aunque americana una ful.

Y cuantos otros recuerdos también me acercan a ese Huércal, al camión de los Cabrera, los alcaldes acompañados de bellas mozas porque eran la autoridad, y ellas, las reinas de las fiestas, los impolutos pasos de Semana Santa. Blancos, Negros, Morados, incluso recuerdo que en mis años de “nene” de la familia existía un día en el que se producía una autentica batalla familiar por si tu eras de una hermandad o de otra, de un color u otro, y recuerdo a más de uno se llevo un pescozón por decir a voz en grito que pertenecía a los blancos, los negros o morados.

Quien tranquilamente se halla atrevido a leer estas líneas verá que son muchos los recuerdos que se agolpan en mis dedos al escribir, algunos incluso trnasformados por los años e idealizados seguramente, pero lo que si sé es que alguien como yo, sabe que Huércal ésta tierra tan especial es su tierra.

Cuantos recuerdos de Huércal, la SEAT situada cerca de San Isidro y la gasolinera solitaria por donde pasaban los seiscientos de las primeras Autoescuelas, las ramblas del Almanzora, el maldito puente viejo que a punto estuvo de dejarme huérfano una mañana de diario por culpa de los frenos de una bicicleta en la que iba subido mi padre y mi tio Juan, a Zaragoza el carpintero de mi calle, las vecinas de casa de al lado maestras de los bollillos y las noticias, hermanas y primas.

Un poco más lejos cerca del mar, también recuerdo aquel primer Hotel Calypso de Terreros (semejante a la nave del doctor Cousteau) antes que desapareciera su original diseño de nuestros recuerdos; o el Tererros que disfrutábamos los chiquillos en la época que llamaba de los baños y las cuevas. Añoro aquellos viajes al más allá de camino a la playa, para vivir meses inolvidables en una casa cueva. Quien no recuerda la afamada y peligrosa cuesta del Capitán, allí los mayores las pasaban moradas mientras se concentraban preocupados en conseguir que el carro no cayera pendiente abajo por culpa de la atemoriza y terca mula por la estrechísima carretera que existía a medio camino entre Pulpi, Jaravía o la casa imperial de los alemanes que vendían antigüedades.

Aquel, era el olvidado Terreros que decían los abuelos “de los baños”, donde llegábamos con la casa puesta en Mayo y lo dejábamos en Septiembre, hasta allí íbamos con los cacharros de la cocina, los alimentos, los colchones amontonados sobre el carro con la chavalería, la alegría y la escasez puesta. El Pichirichi, alli estaba y está, ese mágico y emblemático gran pedrusco de la playa donde en los años sesenta (nadie se dio cuenta) mientras nos bañábamos y reíamos, se grabaron escenas de una película, ni más ni menos que la fulgurante actriz parisina Brigitte Bardot, y casi nadie lo supo.

Recuerdo las tiendas de Lázaro, y la de Aznar, Cascales, como era la calle de las Cruces, el Arco, la figura del Nazareno subiendo al Calvario y la ermita, allá lejos; las cajas de Cola Cao donde se guardaban tantas cosas, el flan Potax, El Pelargón, los cubitos de Gallina Blanca, el anís del Mono, El coñac Soberano, o los tebeos del Guerreo del antifaz, El Jabato, El Capitán Trueno, Roberto Alcázar y Pedrín, la Hazañas Bélicas, el TBO y las muñecas de trapo de mis hermanas.

Y los cromos de “Marcelino pan y vino”, “la Vida en Color” que nunca pude comprar, e incluso aquel fraile que había en las casas situado en cualquier pared que adivinaba el tiempo con una fina vara (hebra de cuerda); callado y con su hábito marrón sabia si llovería, haría frío, viento o calor; recuerdas las tiras colgadas del techo en los bares y algunas casas donde se pegaban moscas y mosquitos que morían presas de patas en ella.

Quien no recuerda a Don Gabriel Espinar, su amabilidad, su cortesía, su educación, era el director del Instituto Laboral donde estudió mi hermano Paco antes de ir a la Universidad de Córdoba, o las impresionantes bandas dirigidas por el maestro Martín Alonso Pérez, e incluso recuerdo a un primo Resalt desconocido, José era maestro.

Me sigue entristeciendo la soledad del ese nene del Paseo de los Tristes, la eficacia del Okal, la falta de penicilina para mi hermana Maria, los cortes de pelo al cero, los pozos de agua de Las Labores que tanto entusiasmaban a los labradores de secano, las calles sin asfaltar, el lento caminar de los pasos de las procesiones por las principales calles, el silencio sepulcral de la Semana Santa rota por las trompetas y tambores o plegarias, y otra vez los romanos, mis ídolos.

Y añoro una cualidad de los huercalenses la amabilidad entre vecinos; antes a todos conocíamos por sus nombres o sus cariñosos y conocidos motes, y todos se daban sus “buenas días”, o simplemente “Buenas”. Eran geniales las tiendas de Ultramarinos tan repletas de panes, mostradores inmensos, cajones llenos de legumbres, chorizos, morcillas y tabletas de chocolote “Valor”, los mostradores llenos de panes y ese enorme instrumento para cortar bacalao.

Mi memoria infantil me lleva al puente de hierro del río Almanzora, las monjas donde sirvió mi padre al llegar de Madrid en la Guerra, el hospital. No sé porque me imponía mucho entrar en el ayuntamiento al que se acercaba mi abuelo Juan para gestionar algún tributo, y como me gustaban los días de la Feria de Octubre en la plaza con sus caballitos, las barcas y los puestos de turrón de Jijona que coincidía con mi cumpleaños. Que fue de aquel café Correos, el olor del cafelico de mi padrino Aureliano Márquez, la caminata que nos dábamos para ir al Calvario para coger nidos de pájaros y rompernos los pantalones y hasta un gran cartel de Nitrato de Chile que estaba pintado en la blanca pared “enjabegá” de alguna casa en la carretera cerca de la entrada del pueblo y que ahora no recuerdo su ubicación.

Todas estas cosas y muchas recuerdo como la enorme radio Telefunken que vi por primera vez en mi vida en el cortijo de un vecino de mi abuelo Juan, cercano a la estrecha carretera a Lorca y que pude oír con los ojos y la boca abiertos.

Al abrir mi ordenador veo esos recuerdos plasmados en fotos y comentarios , recuerdos que pululan por algún lugar de mi memoria, recuerdos infantiles y juveniles que como una fiebre rebrotan ante mis pupilas en las redes sociales, son páginas de Internet de un Huercal Overa que está en mi corazón, es de mi familia y de mi memoria.

Y allí puede que siga yo estancado (más pequeño e inocente, con un azadón entre mis manos) o sin salir de la cocina de casa o del fogón del cortijo “La Cámara” de Úrcal que era donde mejor se estaba.

Fotos e imágenes que me traen al recuerdo, me devuelven los olores y los sabores de algunos platos que hacían tanto mi abuela, mamá Beatriz Ballesta como mi madre Pura Resalt.

Mis primas las Ballesta, la Tía Catina, la madre de José Sánchez el labrador, recuerdo el olor de los panes que sacaban del horno, recién hechos y esos platos “llenitos” hasta el borde que te ponían con una cuchara de madera para hartarse de gurullos, empedrao, pelotas, migas con uvas, las empanadas de almendra. Y para postre un puñado de higos secos o unos fresquitos higos chumbos servidos por Don Juan vestido muchos años de riguroso negro por estar de luto permanente.

Aquellos platos si que eran auténticos, dieta mediterránea a tope y en vena, regada con un vinito en el porrón, o agua fresca en el botijo.

Quien no tenia unas cuantas ovejas o cabras como las de mi abuelo que daban la leche mas buena y pura que nunca pude probar por cierto a mi hermano pequeño, sietemesino de nacimiento, se le asigno una sola cabrita para el solo, y así se crió de rollizo; yo como “tenía pelusilla” y puse apretada una gomita en una oreja y casi se le cae al pobre animal el pabellón auditivo.

Llueve poco en Huercal y sus campos, pero siempre había un pozo cercano a casa casi lleno de agua de donde se sacaba en abundancia cuando llovía, agua recogida a través de un intrincado sistema de acequias y canalillos instalados por los bancales que daban todos al brocal.

Era un agua limpia y hasta cristalina sin cloro para todo, para beber a placer y para refrescarse a gusto. Si el pozo se mantenía seco, había dos soluciones: una, se contrataban unos litros que traían en un camión cisterna o se podía ir “con toda tranquilidad” con una burrita y cuatro aguaderas con sus cuatro cántaros hasta el manantial de aguas cristalinas de Úrcal donde alguien al verte un zagal pequeño te echaba una mano y llenaba tus cantareras.

Las almendras, las olivas, el trigo, la cebada, la siega que llevaban a cabo los vecinos de las cortijadas cercanas junto al dueño de las tierras; los aperos de labranza, el arado medio árabe o romano de mi bisabuelo, las tinajas de aceite. Recuerdo los cientos de pavos, gallinas, ovejas, cabras, gatos y animales que nos acompañaban en nuestra vida diaria.

Todo eso, y muchas cosas más han rebrotado en mi cabeza al ver algunas instantáneas en Facebook que gente como yo conserva en su patrimonio familiar y que creí olvidadas para siempre. A todos ellos gracias por esos momentos. A los que inventaron “Si no eres de Huércal no… A los foros huercalenses, a Ginés Martínez, a mi primo Aure, a mis amigos Gines, Juan, José Luis y cuantos hacen posible que recordemos que fuimos y somos de una manera especial, gracias.

Billete
Billete de la Republica del Consejo Municipal de Huércal-Overa.

Una de esas fotografías que me han sorprendido y que he visto en páginas de Internet son los billetes de la República Española de 1937 de 0´50 céntimos que emitió el Consejo Municipal de Huércal Overa y que firmaba Asensio Mena. En su lado principal se ve un republicano escudo del pueblo (lo digo por la corona), el número de serie y una atropellado dibujo, al dorso en el que se puede leer “La Caja Municipal de Huércal Overa, pagará al portador la cantidad de cincuenta céntimos. Huércal Overa, primero de mayo de 1937. El Depositario Ángel Parra y el interventor.

Sabía que en Huércal, había y hay gente importante e influyente pero que tuviéramos nosotros mismos, la potestad de imprimir billetes de uso común como si fuéramos el Banco de España de nuestro paisano Trúpita, eso me gustó.

Este billete huercalense apareció en los años de la guerra civil (1937) porque el Ministerio de Hacienda ante la escased de plata de las monedas en los comercios que la gente se guardaba en casa “por si las moscas”, dio ordenes a los ayuntamientos para que imprimiese esos billetes que se cambiaban más tarde por monedas de plata.
La intención del Ayuntamiento era paliar la falta de monedas (calderilla) que estaba afectando a la vida cotidiana y económica del pueblo. La vecindad se guardaban la calderilla de plata (por su valor real) y no había monedas para comprar en las tiendas. Se hicieron miles de estos vales-billete, dado que en el 38 se llevo a cabo la recogida de los mismos por orden del mismo Ministro de Hacienda Juan Negrín. Los empleados municipales comenzaron a cambiar billetes huercalenses por monedas sin valor-plata en el primer trimestre del 38, aunque algunos vecinos siguieron guardándoselos “paseándolos de mano en mano” hasta que llegó la nueva moneda emitida y acuñada por el nuevo Estado.

Negrín el Ministro republicano mandó la retirada inmediata de esos billetes aunque algunos como mi abuelo Juan y otros familiares no le hicieron caso y los escondieron para los años venideros, como guardaron también monedas y billetes de la Republica emitidos por el Banco de España y los enterraron en campos de labranza durante la contienda civil (36 al 39) metidos en latas de conserva con trapos; contenido que nunca sirvió de nada. Ahora los coleccionistas te pagan solo unos euros por el recuerdo de aquella difícil época.

Documentación sobre la Exención de Villazgo de Lorca. Somos Independientes desde el siglo XVII. Fue la Reina Mariana de Austria quien nos dio la carta de libertad e Independencia de Lorca.

Siempre que se me da la oportunidad desde el Ayuntamiento de Huércal de tener el privilegio de escribir en este espacio del programa de Feria de todos los años, (y ya son 15) y conociendo como sabemos la importancia de la fecha para nuestra historia local como es el Privilegio de Exención de Villazgo con respecto a Lorca que se produjo el 3 de marzo de 1668, quiero hacer público un documento que he podido trnascribir del libro “Los Anales de Lorca” de los siglos XV al XIX de Joaquín Espin Rael donde se hace referencia a esta magnífica e interesante fecha de nuestra común historia.

Sabemos que hemos cumplidos los 346 años de independencia de la ciudad de Lorca, y que fue una aristócrata la reina austríaca Doña Mariana de Austria de parte del Rey Carlos II su hijo “El Hechizado”(menor de edad), la que escribe al doctor Alonso Pérez de Castañeda, en estos términos:

“Sabed que en conformidad de las cédulas de factura para las ventas de tierras y vasallos (sic) por escritura de asiento otorgada con acuerdo del Consejo de Hacienda de 3 de Marzo del mismo año con la villa de Huércal de Overa, jurisdicción de Lorca, y con Pascual Bonillo Calderón en virtud de poder sobre eximir y apartar a la villa de Huércal a título de venta onerosote la Jurisdicción de Lorca, y hacer la villa por si con jurisdicción civil y criminal alta y baja mero mixto imperio penas de Cámara y Sangre , columnas, mostrencos y escribanias si le fueran ajenas, y demás condiciones contenidas en dicha escritura sirviendo por ello a razón de diez y ocho mil ciento y treinta maravedíes en plata por cada vecino o la de siete mil doscientos cincuenta ducados de plata por legua legal que tuviese a elección de la Real Hacienda y presuponiendo que tendr5á solo 120 vecinos y una legua de término, etc., por la presente os mando que vayáis con vara alta de justicia y deis la posesión de ella se dividan , se amojonen sus términos y averiguésis su vecindad y hagais la elección de alcaldes ordinarios y demás oficiales, que hubiera de haber en ella, y el Corregidor de Lorca y a la demás Justicia de ella remita a los alcaldes de Huércal los pleitos y causas civiles y criminales y de ellos se inhiban dando facultad a la dicha villa para poner horca, picota, cuchillo, cárcel, cepo y azotes y demás insignias de jurisdicción haciendo padrón de la misma de todo su vecindario, y de los castillos y fortalezas que haya su enumeración y tasación por peritos canteros, albañiles, y carpinteros”.

Señala de salario en 35 días que se ha de ocupar en la comisión el doctor Alonso Pérez de Castaneda en 1200 maravedíes cada uno y más la ida y la vuelta a Madrid a 8 leguas por día y como escribano receptor a José de Prabes de los cientos de números de esta corte ante quien pasase todo con 500 maravedíes de dietas y derechos que todo lo pagase la Villa de Huércal, aunque la mitad lo pagase después la Hacienda Real.

Y concluye el documento, seguramente mas antiguo e importante con la escritura de Exención de Villazgo.

“En Huércal, a 30 de Junio de 1668, el juez en comisión Alonso Pérez de Castaneda mando notificar a Lorca por su escribano la Real Cédula anterior, en su Ayuntamiento, recoja las causas y suelten de la cárcel al vecino de Huércal Alonso Sánchez, preso en Lorca; lo que ocurrió todo en Lorca a 4 de julio de 668. Importaba el pago en vellón por tener el recargo del setenta y cinco por ciento sobre la plata (4.757.822 maravedíes) para pagar en ciertos plazos por la villa y sus vecinos.

Por estos viejos documentos depositados en el Archivo histórico del Ayuntamiento de Lorca, conocemos que nuestra tierra almeriense, los huercalenses y sus gentes de los últimos tres siglos y pico, somos independientes con respecto a la Lorca y Murcia desde hace ya 346 años.

Y que fue, precisamente una mujer, una reina viuda del Rey Felipe IV, Doña Mariana de Austria quien a la espera de que su hijo Carlos II, el Hechizado, el último de la dinastía de los Austria se hiciera mayor de edad, firmó este documento que confirmaba oficialmente ante la ley y los mandatarios de la época la exención de villazgo de nuestro pueblo y por tanto la independencia y libertad económica, social y territorial de la gran ciudad de Lorca.

Fuente: Libro de Feria Octubre 2014. Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Huércal Overa (Almería)

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