LUCIO CANCHO, QUE HA SIDO EL PRIMER CACEREÑO EN APORTAR SUS CONOCIMIENTOS A UN PROYECTO CAPITANEADO POR FERNANDO JIMÉNEZ BERROCAL, CRONISTA DE CÁCERES Y RESPONSABLE EL ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL
La memoria de Lucio Cancho Bermejo (Cáceres, 1928) es un tesoro para los historiadores. A sus 86 años, es un testigo directo del bombardeo que sufrió la ciudad en 1937 y de otros muchos hechos de carácter más cotidiano de aquella época. El Ayuntamiento se ha propuesto rescatar la historia local a través del testimonio oral prestado por los propios vecinos y poner en marcha el Archivo de la Memoria de Cáceres. La finalidad de esta iniciativa es poder brindar todo este legado a los investigadores del futuro.
El trabajo de campo arrancó el lunes en la calle Colombia. En esta vía del barrio de Llopis Ivorra comenzó en 1968 la aventura empresarial de Lucio Cancho, que ha sido el primer cacereño en aportar sus conocimientos a un proyecto capitaneado por Fernando Jiménez Berrocal, cronista de Cáceres y responsable el Archivo Histórico Municipal. Lucio es uno de los ferreteros más veteranos de la ciudad. En la actualidad, el negocio cuenta con tres establecimientos en funcionamiento. Al de la calle Colombia se unió la tienda de la avenida de Alemania y otra más reciente en Mejostilla. Están gestionados por sus dos hijos: Francisco y Antonio.
Acompañado de dos integrantes de la Asociación Nacional de Informadores Gráficos de Prensa y Televisión, que colabora con el proyecto de forma desinteresada, Jiménez Berrocal entrevistó durante 20 minutos al empresario. La charla, que fue grabada en vídeo, giró sobre aspectos como la familia, las relaciones de pareja de antaño o los recuerdos del protagonista de un Cáceres en blanco y negro.
Lucio Cancho Bermejo nació en el número 2 de la calle Hornos. Su padre, Francisco, procedía de Brozas, y su madre, Felisa, de Monroy. Es el mayor de tres hermanos. Y entre sus amigos de la infancia se encuentra Juan Iglesias Marcelo, ex alcalde socialista. Estuvo en la escuela hasta los 14 años y, después, se puso a trabajar.
«Primero estuve en la papelería que Máximo Solano tenía en la Plaza Mayor durante un mes y medio o dos meses. Y luego me coloqué en casa de Jabato, que tenía ferretería y coloniales. El local estaba en el primer edificio que hay en la calle Pintores, a mano izquierda, según se sube de la Plaza», detalla Cancho. También pasó por los mostradores de otra tienda con solera: los Sobrinos de Gabino Díez.
Pero en el 68 decidió tomar las riendas de su vida laboral. Montó su negocio en un barrio de nueva creación: Llopis Ivorra. «Empecé a dar fiado. Aquí en el barrio he ayudado a todo el que he podido», recuerda. Su primera tienda estaba situada en la calle Colombia, frente al local actual. A pesar de llevar años jubilado, Lucio Cancho acude diariamente a la ferretería. «A las nueve de la mañana», precisa. Aquí tiene su propio despacho, personalizado con escudos de su Atlético de Madrid e instantáneas antiguas de Cáceres.
Sobre el escritorio hay un ordenador que sus hijos le regalaron hace unos años en Reyes. Lejos de achantarse ante los avances tecnológicos, el patriarca se puso manos a la obra. «Ya sabía escribir a máquina y he hecho un curso de internet», comenta. Este regalo le ha motivado a redactar una parte de sus recuerdos bajo el título ‘Cosas curiosas de Cáceres de los años 1930 al 1945’. Lucio también ha brindado este material al Archivo de la Memoria.
El trabajo no tiene desperdicio. Incluye relaciones muy detalladas de los almacenes de alimentación de aquella época, de los bazares y tiendas de juguetes, de las barberías (había 11), de los cines y teatros, de las carbonerías, de los comercios de tejidos, de las carpinterías, de los carretillos y quioscos de golosinas, de las chatarrerías, de las esparterías o de las escuelas municipales. «La única parada de taxi que había en todo Cáceres estaba en la Plazuela de San Juan. Ocupaba la acera donde está el Figón», escribe el ferretero.
Durante la entrevista del lunes, Lucio Cancho también habló de los bailes de otras veces. Y confesó que él conoció a su mujer en un baile de boda celebrado en la calle Caleros. Los noviazgos de entonces, en pleno franquismo, no eran como los de ahora. «Cuando iba a darle un beso a mi mujer, me paraba los pies y me decía que los besos estaban racionados. Al principio, no la acompañaba hasta su casa. La dejaba en la esquina. Y luego, cuando cogí confianza con mi suegro, empecé a entrar en casa. Ya era otra cosa…», dice ante la atenta mirada de sus hijos.
Los recuerdos de la infancia de Lucio Cancho están asociados al Rodeo, cuando era solo un descampado. Aquí pasaba las tardes de los domingos. Al final del encuentro, Jiménez Berrocal lanza la última pregunta: «¿Qué es lo que más ha cambiado en todos estos años?». El entrevistado no lo duda. Responde al segundo: «Los coches. Antes, solo había cuatro», concluye.
El Archivo de la Memoria, planteado como un proyecto a largo plazo, sigue buscando testimonios para poder inmortalizar la historia local más cercana. Además de relatos en primera persona, también se requieren fotografías, películas en súper-8, postales, carteles, rótulos e imágenes corporativas de empresas cacereñas de referencia en la ciudad. Todo el que quiera aportar su granito de arena a la iniciativa debe pasarse por el Palacio de la Isla.
Fuente: http://www.hoy.es/ – María José Torrejón