POR CÉSAR SALVO, CRONISTA OFICIAL DE VILLAR DEL ARZOBISPO (VALENCIA)
A Joaquín Ramírez Deltoro
Es una de las primeras imágenes que el visitante encuentra al llegar a nuestro pueblo. En los años 60 fue la postal para enviar por el visitante que venía a pasar el verano; se llegaron a hacer otras con jóvenes ataviados con el traje típico churro en la parte recayente a la carretera de Losa (hoy Ronda de San Juan de la Cruz) que era una franja de tierra con hierba y varios árboles grandes, álamos blancos y chopos. En la postal, las Solanas y la torre de la iglesia se reflejaban en el agua. Fue la piscina personal de mi padre que se crió en la casa que hoy es de Abelardo Salvo, donde estaba la tejería de mi abuelo José Salvo Santamaría pero también la de niños y adolescentes de los años 60. A veces en Pascua, pero sobre todo en verano, se ataban las cuerdas de saltar a la comba en algún árbol y algunos jóvenes saltaban hasta sobrevolar el agua y volver a la carretera, y algún atrevido también se dejaba caer al agua. Durante décadas, fue una piscina natural utilizada por niños y jóvenes; mi padre, que vivió junto al Balsón, de niño aprendió a nadar allí.
“¡¡¡Al Balsón!!!, ¡¡¡al Balsón!!!”, en los años 90 del pasado siglo se gritaba contra alguien a quien socialmente se rechazaba, por cualquier cuestión que atañera al pueblo. Bien, entrando en materia, no tenemos ningún documento que certifique el origen de la presa que recoge las aguas de la rambla de El Villar (también llamada de la Peñeta), cauce arriba, a la altura del llamado Bosquecillo (de chopos) donde existe un azud que por medio de un acueducto de comienzos del siglo pasado de algo más de 2 kms. de recorrido que llevaba el agua por gravedad y por debajo de la carretera hasta el enorme vaso natural, cuyo fondo era de piedra arenisca. El vaso se limpió y se retiraron las carpas que alguien había introducido tiempo atrás, se talaron los enormes chopos y álamos blancos que había en su ribera norte, realizando una obra de cementado en 1995. Ahora queda hondo desde la pasarela de la rotonda, debido a las diferentes obras de reasfaltado en la carretera, y sobre todo, cuando se construyó el nuevo puente; pero hasta los años 80 estuvo menos profundo y se accedía fácil. El vaso, en la actualidad, tiene capacidad para 100.000 litros de agua.
Fue también el lugar elegido desde hace 40 años para depositar –como último acto final del Carnaval- las cenizas de la Morca, el domingo por la mañana al amanecer, antes de ir a tomar la chocolatá tradicional; costumbre que se abolió no hace mucho, después de reflexionar que las dichas cenizas contaminaban el agua que han servido para regar -desde al menos hace seis siglos- los campos de la Hoya. También fue un lugar muy querido para los suicidas que hemos tenido en la historia de nuestro pueblo; la primera forma de suicidio fue durante mucho tiempo el ahorcamiento, pero en El Villar se puso en valor el ahogamiento como forma de dejar de forma rápida este mundo, y fue utilizado tanto por hombres como por mujeres.
Bien, metiéndonos en la materia que nos ocupa, no hay documento que nos explique cómo surgió hacer este embalse. Nuestra idea personal es que fueron los romanos quienes pensaron en aprovechar, mediante una presa que recogía las aguas de la rambla llamada de la Peñeta y cuyas ruinas se pueden ver pasando la muy querida y llorada fuente de Raimundo, para ir a parar al vaso natural que serviría de un posterior embalse para regar los campos de la Hoya. En la correspondiente ficha arqueológica de la Dirección General de Patrimonio la infraestructura no aparece agre¬ga¬da a una época concreta. Sabemos que el viejo moli¬no, en un arco interior lleva graba¬da la fecha de 1706, y que fue Fray Isidoro Aliaga, Arzobispo de Valencia, quien ordenó su construcción a mediados del siglo XVII. En el Archivo Histórico Municipal contamos con un documento, fechado en 1646 que nos habla de un Molino anterior, situado en lo que hoy son las escaleras que desde la calle del Bache accede a la Ronda San Juan de la Cruz. Como así parece indicarlo la fábrica de piedra -unida con argamasa- del muro oeste y los contrafuertes, así como el azud. El documento da fe de un litigio enfitéutico entre los vecinos de Chulilla y los del Villar, por cuanto los primeros no querían que se construyese un molino en El Villar, y que fueran a moler al de Chulilla que era la capital de la Baronía. Una situación que obligaba a los villarencos a recorrer dos leguas y media para acceder a la molienda de sus granos, razón por la cual el Arzobispo de Valencia, Barón de Chulilla y Señor del Villar accedió a la petición de los vecinos y resolvió –dado el estado de ruina del viejo molino antes citado- construir uno nuevo pegado al Balsón.
Según el documento de 1646, el antiguo molino estaba en ruinas y al parecer no era posible rehabilitarlo. No sabemos en qué época se había construido, pero dada su ubicación debió ser en tiempos antiguos. Así pues, este documento prueba que el Señor Arzobispo y Barón del Lugar del Villar determina la edificación de un nuevo molino porque “es forzoso ir a moler sus vecinos a los comarcanos, dos leguas y más lejos; que siendo gran parte de ellos gente pobre, para llevar a moler una barchilla de trigo (que es lo que por lo general alcanza un pobre necesitado) ha de caminar a pie, llevándola a cuestas, cuatro leguas de ida y dos de vuelta; que a esta cuenta necesitando un jornalero tres cahices al año, al cabo de él, para molerlos ha de caminar ciento cuarenta y cuatro leguas, estorbándose de su trabajo treinta y seis días a lo menos y muchas veces más”. Todo ello argumentando que en la carta puebla El Villar tenía derecho a tener horno y –per se- molino para obtener la harina con que hacer el pan.
Durante al menos dos décadas y porque alguien introdujo dos patos que comenzaron a pro¬crear, pareció el lago del Parque de la Albufera, de tan numerosa que llegó a ser la colonia anátida, siendo así que la Comunidad de Regantes de la Hoya, optó por retirarlos dada la contamina¬ción del agua producida por las defecaciones de los patos. Se colocó un cartel bien grande pidiendo que no se echaran animales ni basura, petición que fue cumplida en cuanto a la segunda parte. Pero no así en la segunda, pues volvieron a aparecer los peces de colores (carpas) que también se multiplicaron rápidamente y fueron también retirados otra vez. Aun¬que años después, nuestro lago artificial, sigue prestando servicios de guardería piscícola para disfrute de viandantes; en la actualidad, el lago –como lo nombran los visitantes- cuenta con ocho tortugas de agua y una cantidad importante de nuevas carpas, que han encontrado un hábitat muy aceptable porque están procreando.