LA ERMITA SE LLENÓ PARA ASISTIR A LA MISA QUE OFICIÓ EL SEÑOR DE SAN ANTÓN COMO MARCA LA TRADICIÓN, EL VICARIO DIOCESANO JOSÉ LUIS ÚBEDA, Y A LA QUE ASISTIÓ EL PRESIDENTE DE LA REAL ORDEN DE SAN ANTÓN Y CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA, ANTONIO LUIS GALIANO
El barrio de San Antón fue ayer un hervidero de gente en el día de celebración de la onomástica del patrón de los animales y los más contentos eran los vecinos porque han visto resurgir una de las fiestas más singulares de las que tiene Orihuela. Si la tarde del sábado fue el preludio de la masiva afluencia al tradicional barrio las previsiones se quedaron cortas en la jornada dominical ya que centenares de familias recuperaron el gusto por acudir a San Antón.
En él disfrutaron de numerosos tenderetes que ofrecían de todo, desde ropa de abrigo a la posibilidad de comprar artilugios domésticos o las tradicionales bolas, algodón de azúcar, turrones de todas clases con el consabido de ‘paniso’ como elementos con los que hay que salir del barrio tras haber intentado que te toque en la rifa la cerda y sus lechones. Con más puestos que en ediciones anteriores y diversos espectáculos de feria para que los más pequeños hiciesen un agujero en los monederos de sus padres San Antón se llenó desde temprano de ambiente festivo.
Hubo tiempo para todo, para las actividades de ocio o las religiosas y la ermita se llenó para asistir a la misa que ofició el Señor de San Antón como marca la tradición, el vicario diocesano José Luis Úbeda, y a la que asistieron numerosos miembros de la Corporación con el alcalde, Emilio Bascuñana, a la cabeza. Tampoco faltaron el Síndico del Oriol, Francisco Giménez. el presidente de la Junta Mayor, Ignacio Martínez, y componentes de la Real Orden de San Antón, con su presidente y cronista oficial de Orihuela, Antonio Luis Galiano, a la cabeza, así como los nuevos cargos designados en este año.
Tras la misa, la consabida bendición de animales y la degustación del chocolate con mona a la que invita la asociación de vecinos llegó el momento de arremolinarse en la Plaza de Ramonet para escuchar a los charlatanes porque la fiesta ha recuperado una de sus tradiciones más arraigadas tras no celebrarse el año pasado y que a tenor de la masiva asistencia de espectadores ha vuelto con fuerza de nuevo organizado por el hijo del fundador de esta ‘cita mundial’ de vendedores ambulantes a la antigua usanza, Hugo Gabín.
Este dirigió con la añoranza presente a su padre, el emblemático Ramón Gabín ‘Ramonet’, el concurso en el que un elenco de mercaderes derrocharon verborrea y humor para vender los objetos más inverosímiles y todos ellos tuvieron palabras hacia el fundador del mismo que despertaron más de un aplauso entre un público entregado a esta mezcla de espectáculo y ventas que se hacen con el don de la palabra para convencer de que los productos ofertados son una ganga que hay que aprovechar.
La cita estuvo reñida porque fueron media docena los que se batieron en duelo ante un jurado que lo tuvo difícil para dirimir al mejor aspirante, muchos de ellos veteranos en estas lides y llegados de diversos lugares de España, desde Madrid a Mallorca. Ofertaron de todo lo que algunos llevaban en viejas maletas hartas de viajar como lotes de lápices, bolígrafos, tijeras o amuletos para atrapar ángeles, entre otros.
Al final de la media docena de charlatanes que subieron al estrado ganó una niña que lleva en sus genes el arte de vender con la palabra. Fue Eva Gabín Pérez quien con sus once años emuló a su abuelo ‘Ramonet’ con maestría para cautivar a jurado y público con su labia. Así ofertó la famosa manta, de la que dijo que era una placa solar para incubar huevos, un «juego de tocador de 32 piezas» con el que definió a un peine o un termómetro para saber si hace frío o calor, un bolígrafo que escribe o no según la temperatura que haga demostrando que los charlatanes tienen futuro, sobre todo en un barrio orgullos de volver a acogerlos.
Fuente: http://www.laverdad.es/ – Joaquín Andreu Esteban