POR JOSÉ MANUEL TROYANO VIEDMA, CRONISTA OFICIAL DE BEDMAR (JAÉN)
Introducción.-
En este año del Señor de 2015 se cumple el 557 Aniversario de la muerte del Marqués de Santillana (1398-1458), quien fue Capitán General de la Frontera Cordobesa y Giennense entre 1437 y 1439 -578 años de su llegada a Bedmar-. Durante su estancia entre nosotros, no sólo conquistó Huelma, sino que también cantó a nuestras mujeres bedmarenses en sus Serranillas Vª y Xª, sino que también fue capaz de aunar todos los esfuerzos bélicos de las villas y fortalezas cristianas de Mágina para conquistar Huelma. Ya en 1958, mi predecesor en el cargo de Cronista, D. Narciso Mesa Fernández, instó a las autoridades locales a instalar una placa conmemorativa del 500 Aniversario y ahí sigue aún en el entorno de la Plaza del Marqués de Santillana esquina con la Pililla.
Serranilla Vª.-
Entre Torres y Ximena,
açerca de Salloçar,
fallé mora de Bedmar
sanct Jullán en buen estrena.
Pellote negro vestía,
e lienços blancos tocava,
a fuer dell Andalucía,
e de alcorques se calçava.
Si mi voluntad agena
no fuera en mejor lugar,
no me pudiera escusar
de ser preso en su cadena.
Preguntele dó benía
después que la ove saluado,
o quál camino fazía.
Díxome que d’un ganado
quel guardavan en Razena,
e passava al Olivar,
por coger e varear
las olivas de Ximena.
Dixe: «Non vades señera,
señora, que esta mañana
han corrido la ribera,
aquende de Guadïana,
moros de Valdepurchena
de la guarda de Abdilbar;
ca de vervos mal passar
me sería grave pena.»
Respondióme: «No curedes,
señor, de mi compañía;
pero graçias e merçedes
a vuestra grant cortesía;
ca Miguel de Jamilena
con los de Pegalajar
son pasados atajar:
vos tornad en ora buena.
Serranilla Xª.-
De Vytoria me partía
un día desta semana,
por me passar a Alegría,
do ví moça lepuzcana.
Entre Gaona e Salvatierra,
en esse valle arbolado
donde s’aparta la sierra,
la ví guardando ganado,
tal como el alvor del día,
en un hargante de grana,
qual tod’ome la querría,
non vos digo por hermana.
Yo loé las de Moncayo
e sus gestos e colores,
de lo qual non me retrayo,
e la moçuela de Bores;
pero tal fisonomía
en toda la su montaña
çierto non se fallaría,
nin fué tan fermosa Yllana.
De la moça de Bedmar,
a fablarvos çiertamente,
raçón ove de loar
su grand e buen continente;
mas tampoco negaría,
la verdat, que tan loçana,
aprés la señora mía,
non ví doña nin serrana.
Lo más significativo de nuestra villa en la época en que nos visitó D. Íñigo López de Mendoza son los restos arqueológicos y arquitectónicos que os expongo a continuación con el fin de que comprendáis mejor el espléndido pasado de vuestro pueblo:
-Recinto fortificado de la Serrezuela: la “Accabe” romana, la “Sumuntán” muladí, la “Al-Matmar” árabe y la “Villa Vieja” de Bedmar cristiana (Siglos I al XV).-
El primer documento en el que aparece con esta denominación la Villa Vieja de Bedmar data de junio de 1313, fecha en la que el Papa Clemente V, en una Bula de Comisión dada en Avignon (Francia), pidió ayuda económica para que la Orden de Santiago defendiese, frente al reino de Granada, entre otras, las villas y lugares de «Bedmar –Villavieja-, Quadros, Chausín y Peniamarta«. Luego después de su destrucción ocurrida en 1407, se le conocerá con el nombre de Villa vieja, pues fue brutalmente saqueada por los nazaríes, tal y como se recoge en las Cartas que las ciudades de Jaén y Úbeda y la villa de Bedmar escribieron al Pontífice Martín V en septiembre de 1423: ”Bedmar –la antigua Accabe romana y la Al-Matmar árabe- que es de la horden de Santiago la qual es muy cerca y muy frontera de la tierra y señorío de dicho rey de Granada y abatióla tanto con su gente hasta que la entró por fuerza y derribó grand parte de las fortalezas y la destruyó y quemó y mató todos los vecinos que en ella estavan omes y mugeres y criaturas, los otros llevó cautivos…”. Al abandonarse dicho lugar en la primera mitad del siglo XV se comenzó a poblar la zona que está bajo “una peña que dicen Peña Marta por defensión de la gente que en la qual dicha villa biviese” a partir de 1414. Sobre Villavieja en 1575 se dice que “ay arrimadas a una sierra que allí está de peña biba ynaccesible unas murallas muy arruinadas, parte de mampostería e parte de tapiería con sus torrejoncillos a trechos, y las dichas murallas van a topar con la misma sierra por manera que a la parte de levante la dicha sierra sirve en lugar de la muralla, que faltando ella forzosamente para quedar cercado el pueblo se avrá de hacer todo él de circuito. Se llama VILLAVIEJA y parecen dentro algunas bóvedas debaxo de tierra muy bien azucaladas, que se entiende devieron ser cisternas quando aquello estaba poblado, porque no tenían agua que no fuese muy lejos. De otra parte y comunmente se dice que fue allí la primera población y que tomaron los cristianos esta villa subiendo a la sierra… y desde allí con piedras forzaron a los moradores a desamparar aquel sitio”. Hoy, sabemos que Villavieja fue una albacara de época beréber (Ss. XI-XII) que reemplazó a una fortificación más antigua, la “Sumuntán” de los siglos IX-X y ésta a su vez a otra más antigua de origen romano-visigótica que albergó a la aldea medieval de Bedmar o Bel-Val. Todo su perímetro forma una escuadra de ángulo muy abierto, cuyos extremos se apoyan en la pared rocosa de la citada serrezuela. El ángulo está protegido por un torreón cilíndrico ligeramente troncocónico, orientalizante, en torno al cual aún quedan restos importantes de muros, que en su dirección norte confluyen con otro torreón cuadrangular, donde sirven de muros de contención del terraplén, pues el nivel del suelo intramuros es más elevado que extramuros. “Estos lienzos son de tapial de cal y canto que con posterioridad se forraron de mampostería”. En su interior destacan restos de muros más endebles de construcciones, entre ellos los restos de la Iglesia matriz de Bedmar, bajo la advocación del Apóstol Santiago “Matamoros”. En su parte más alta existen los restos de un espacioso aljibe de calicanto al que se canalizaba el agua de lluvia caída sobre el muro rocoso de la serrezuela, sistema idéntico al que han utilizado los gibraltareños desde 1704 hasta épocas recientes.
-Otras defensas menores:
La Cueva del Murallón de la Serrezuela y el Pilar de los Moros (S. XIII).
La primera vez que se fortificó esta Peña –denominada en las Crónicas Cristianas de los Ss. XIII y XIV con el nombre de Peniamarta (Peñamarta)- según la Crónica de Aben Absari (siglo XIII) fue bajo el caudillo islamizado de origen hispano (muladí) Uabys ben Umayya ben al-Saliya, apodado “El constructor de castillos” entre los años 881 y 890. En 1407 dicho Castillo, junto con la Villavieja de Al-Matmar, fueron conquistados por Muhammad VII y ante tal acción el Concejo de Baeza envió a don Pedro Díaz de Quesada, Tercer Señor de Garciez en compañía de don Lorenzo Suárez de Figueroa, Maestre de la Orden de Santiago a recuperarlo para Castilla. Por una placa existente en 1575 encima de la entrada principal del Alcazarejo sabemos que tras su conquista “en el nombre de Dios y de la Virgen Santa María, en el año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil y cuatrocientos y once años, el muy alto Príncipe señor don Fernando, Infante de Castilla mandó hacer edificar nuevamente esta fortaleza y Castillo y lugar en nombre del muy magnífico señor don Enrique, Maestre de la Orden de Caballería de Santiago, la cual edificó y mandó hacer por su mandado Alonso Sánchez de Andújar, escribano del Rey que en más se erigió Escribano Mayor”. Igualmente el Maestre de la Orden, don Lorenzo “labró el castillo muy bien y puso en él alcaide, presidio y el bastimento que era menester para su defensa”.
El castillo de Bedmar se encuentra ubicado “al pie de la cuesta de terreno laborable que baja de la falda de la Serrezuela… sobre un peñasco alargado…, al que se accede por un camino en pendiente, -(del que aún se conserva algo del empedrado original conformado por pasillos de piedras planas y de mayor tamaño, llamadas maestras que forman un cuadriculado en el que se inscriben, de forma más desordenada otros cantos menores)- que sigue el muro del alcazarejo y desembocar en la puerta principal de tres metros de ancho –con arco de medio punto, enmarcado por dos lienzos de muro con buena sillería de 3,20 metros de largo por 5 metros de altura, cada uno de ellos- y único acceso al recinto el cual queda defendido por su adarve por la derecha –(de acuerdo con las recomendaciones de Marco Lucio Vitrubio en su obra “Los diez Libros de la Arquitectura”)-, mientras que por la izquierda, dicho acceso está defendido por una cortada –(de 4,80 metros de ancho por 27,40 metros de largo y una altura de 10 metros, sobre la que se superponía un parapeto de muralla del castillo en su flanco norte de 5 metros)-. El patio de armas queda limitado por una serie de muros que son realces del propio podio rocoso sobre el que se delimita todo el conjunto. Estos muros siguen una línea en zigzag que permite el tiro de flanco sin necesidad de construir torreones y al mismo tiempo la hace más sólida. Todo él está relleno de materiales y el parapeto ha desaparecido con el paso del tiempo. El Alcazarejo se levanta en el extremo este del recinto. Delante de la entrada, que mira al noroeste, a unos nueve metros de distancia, un saliente rocoso imposibilita el acceso en línea recta y obliga al posible asaltante a torcer a la derecha después de haber ofrecido el costado derecho a los defensores del adarve” –(en concordancia con el principio vitrubiano)-. La entrada del alcazarejo, faraónica, en cuanto a sus grandes proporciones –(2,50 metros de ancho por 5,75 metros de altura)- y con buena labra, en la que se muestran las marcas de los canteros, aún nos muestra “un vano adintelado en cuya parte superior se descubren los gruesos maderos del pesado armazón, cuyo derrumbe ha rellenado de escombros la subida, la cual estaba conformada por una escalinata y única forma de poder salvar el importante desnivel existente entre la parte exterior o patio de armas y el alcazarejo, donde se encontraban las dependencias del Castillo, hoy todas ellas rehundidas aunque algunas de ellas estuvieron cubiertas con bóvedas de medio cañón de ladrillo y con decoración de grutescos de yeso. Casi en el centro del mismo se encuentra un aljibe con cubierta ojival. Los vanos enmarcados en cantería de dos espaciosas ventanas, orientados hacia el oeste, demuestran que seguridad y comodidad iban siendo compatibles en las fortalezas de los albores del siglo XV, fecha en que construye el citado alcazarejo. Hacia el este, en dirección a la Villa Vieja, existe un torreón cilíndrico adosado con un diámetro interior de 2,75 metros y unos muros de 2 metros de grosor desde el que se flanquea su correspondiente muro y dos torreones o parapetos en las esquinas de la roca, uno de ellos en el Alcázar y que presenta unas medidas de 7 por 3,50 metros”.
La sillería del mismo es de muy buena factura, sobre todo en dinteles y cadenas esquineras, que demuestran la perfección en el corte de la piedra alcanzada a finales de la Edad Media y la resistencia del conjunto frente a los ataques nazaríes de 1417, 1420 y 1431. En la reforma del siglo XVI se construyeron dos plantas más en el alcazarejo a base de argamasa y calicanto, como muy bien se puede apreciar sobre la portada del Alcazarejo, dándole aún más una mayor grandiosidad al conjunto de la Fortaleza que guardó siempre las entradas de los nazaríes a la vega del Guadalquivir y a las importantes ciudades de Úbeda y de Baeza.