POR JOSÉ ANTONIO FIDALGO SÁNCHEZ, CRONISTA OFICIAL DE COLUNGA (ASTURIAS)
Más de 2 000 lectores amigos siguieron, entre ayer noche y madrugada de hoy, día 26 de diciembre y festividad de San Esteban, la historia de los «versos colungueses» de Belarmina Montes. Poemas para recitar al Niño Jesús frente al Belén Parroquial o, como decía mi amiga «de toda la vida».
María Jesús Argüelles Hortal, «versos pa ECHAR al Nenín».
¡Qué expresión tan colunguesa y tan bonita! «ECHAR VERSOS».
La propia autora de los poemas, Belarmina Montes, lo decía en sus composiciones:
«Jesús, ¡estoy más contenta! / ¿A que no sabes por qué?
Porque voy ECHATE UN VERSU / d´esos que dicen de ¡olé!
Y voy decilu con gracia / lo mismu que mi hermanina,
que tamién TE LOS ECHABA / cuando era pequeñina…»
María Jesús nos recordaba el poema que ella recitó relativo a la presencia de la MULA Y EL BUEY en el Portal de Belén.
Les explico brevemente la historia.
Como muy bien relata el hoy Obispo Joseph Ratizinger, anteriormente Papa Benedicto XVI, en su libro LA INFANCIA DE JESÚS, no consta históricamente que en la «cuadra» de la posada donde se cobijaron María y José hubiera algún tipo de animales.
Quién «se inventó» la presencia de la mula y del buey como «personajes del Nacimiento» fue San Francisco de Asís (siglo XIII), basándose para ello en el Libro del Profeta Isaías (1-3): «Conoce el BUEY a su dueño, y el ASNO el pesebre de su amo. Pero Israel no entiende; mi pueblo no tiene conocimiento».
Desde entonces EL BUEY Y LA MULA forman parte de la tradición belenística universal.
¿Y por qué y para qué la presencia de estos animales?
Así lo contaba MARIA JESÚS al recitar el poema de Beli Montes:
«El añu pasau conté / una historieta muy chula
del borriquín. Esti añu / va ser del GÜÉ Y DE LA MULA.
¿Sabéis…? Como el rapacín / lloraba el probín de fríu,
el güe que lo comprendía / dabai col alientu abriugu.
EL ANIMAL ERA NOBLE / Y TENÍA ENTENDIMIENTU
PA SABER LO QUE VALÍA / EL CALORÍN DEL SO ALIENTU.
Non se apartaba migaya / de xuntu aquel rapacín,
y apenes si pestañaba / nin se estiraba el probín.
Y cuando yera la hora / de llevantase a comer
facía una reverencia / ¡como non podéis creer!
A min dábame leciones / de tratu con el Señor
que ¡ya quisiera yo ver / que tos les supieren hoy!
Cuando el críu resollaba / abría munchu los gúeyos
y fíjabalos nel güe / que-i ponía tiesos los pelos;
porque aquel probe animal / tantu cariñu i tenía
que taba atentu a cualquier / movimientu que facía.
Sufría con velu triste / sobre tou, cuando lloraba.
Y pa callalu facía-i / remelguinos con la pata…»
El poema sigue (es muy largo) contando cómo LA MULA («la mulona, que era una disvergonzada») no era buena para el Niño pues hasta le comía las pajas que le servían de cuna y de lecho. De estos dos comportamientos, el caritativo del BUEY y el egoísta de la MULA, el poema finaliza pregonando estos consejos:
«Imita al güe el buen cristianu / que amando a su Dios y Rey,
está atentu a daye gustu / cumpliendo su santa Ley-
En cambiu, los disgraciaos / que se aparten del Señor
imiten a la mulona / sin respetu y sin temor.
Yo quisiera qu´esta historia / fuera muy bien deprendida,
pa ganar la eterna gloria / llevando una santa vida.»
Ayer, alguien colgó en Facebook la noticia de que en un Belén de una ciudad castellana habían «DECAPITADO» a la imagen del Niño Jesús. Ignoro si fue una «gamberrada grosera y falta de respeto a unas creencias» o un acto cargado de malévolas intenciones.
Jesús, el Niño de Belén, que es Amor, perdona esta «hazaña».