POR MANUEL GARCÍA CIENFUEGOS, CRONISTA OFICIAL DE MONTIJO Y LOBÓN (BADAJOZ).
Sigue avanzando la hondura del rito de la luz de abril. De este tiempo preciso en el que la vid derrama lágrimas verdes de primavera, la espiga de trigo faena para desarroparse de la caña, para en junio mecerse en el aire que estrenará colchas colgadas en los balcones, moviendo las hojas de la mejor palabra proclamada, bajo paladar a hostia y sabor a vino en un día íntimo de Corpus, de flor, cera, incienso y romero.
Mientras, el árbol que es pasión desbordada en el cáliz de una noche de Parasceve, presiente el embarazo de su fruto que será alimento, fuente de luz, símbolo de la abundancia, remedio para las heridas y óleo de unción. Que traerá allá, bajo el celeste inmaculado de los cielos de diciembre, desde el olivar, un parto generoso en la gloria líquida hecha aceite. ¡Ay, dioses del campo!