POR MANUEL PELÁEZ DEL ROSAL, CRONISTA OFICIAL DE PRIEGO DE CÓRDOBA (CÓRDOBA)
La vida de un personaje singular que, a pesar de su corta edad, fue importante, pero que de haber sido más dilatada pudo haberlo sido más, está aureolada por su participación en dos sobresalientes hechos de armas: la conquista de Penzacola, en la península de Florida, y su intervención en la guerra del Rosellón, hecho de armas este último en el que con mucha pena y con más gloria pereció por heridas causadas por arma de fuego.
Nació Juan José Caballero en la entonces villa de Priego en 6 de mayo de 17631. Fueron sus padres don Ambrosio Miguel Caballero y Góngora, hermano del prelado don Antonio Caballero y Góngora, que llegaría a ser arzobispo de Santa Fe y virrey de Nueva Granada, y doña Luisa Carrillo de Albornoz Delgado. Ambrosio era el menor de los hermanos, hijo de don Juan Caballero Espinar y doña Ana de Góngora. Poco tiempo después del nacimiento de Juan José marchó a la América española, falleciendo en el puerto de Veracruz en 1766 (México), y dejando viuda a su esposa y huérfanos a sus hijos Juan José y María Josefa.
No hubiera penetrado en el Campo de Marte Juan José si no hubiera emprendido la carrera de Indias bajo la tutela y protección de su tío carnal el arzobispo. Debido a su influencia y consejo y junto a su primo Jerónimo de Segovia, fueron enviados ambos a estudiar a Sorèze (Francia) y después para adiestrarse en la Real Escuela de Caballería de Ocaña, formando parte de su Escuadrón de Cadetes, en el período comprendido entre el 1 de abril de 1779, hasta el 1 febrero de 17802. En carta del Arzobispo Virrey a su amigo el ministro don José Bernardo Gálvez y Gallardo, suscrita en Santafé de Bogotá en 1782, relata estas circunstancias. Fue con posterioridad a 1780 cuando con esta formación castrense embarcaron hacia América para enrolarse en la guardia personal del arzobispo. Previamente Juan José había ordenado formar un libro genealógico para dar testimonio de su hidalguía3.
Pocas noticias existen de este personaje en el tiempo en el que le tocó vivir en Nueva Granada. De ellas dimos cuenta en anterior publicación4 referida a su establecimiento en La Luisiana, bajo la dependencia de don Bernardo de Gálvez, y con posterioridad en Cartagena de Indias, en donde fue adscrito al Regimiento de Infantería de la Corona como alférez de Caballería, y finalmente como capitán en una de las dos compañías de Guardias del Virrey. Su vida, junto a la de su primo Jerónimo Segovia quedó vinculada a todas las empresas bélicas emprendidas durante los años de permanencia en Nueva Granada (1781-1789) y en particular a las relacionadas con la
pacificación del Darién. Su regreso a España tuvo lugar al tiempo del retorno de su tío el arzobispo-virrey, constando su presencia en Cádiz en la última fecha indicada, convaleciente de enfermedad, bajo los cuidados del sabio Mutis.
Sobre la circunstancia del fallecimiento de Juan José existen sendas noticias en los poderes otorgados por su madre. El primero conferido el 4 de mayo de 1796 a favor de don Antonio Ruiz Carrillo, hijo político de doña Luisa Carrillo de Albornoz, casado con la hija de ésta y hermana de aquél doña María Josefa Caballero Carrillo:
“…Que del matrimonio que tuvo con el dicho su difunto marido le quedó por único varón hijo de ambos a don Juan José Caballero y Carrillo, el que se destinó al servicio de las Armas, y en efecto logró ascender a Capitán del Regimiento de Caballería de Santiago; y hallándose de tal en el Rosellón por septiembre del año pasado de mil setecientos noventa y tres, haciendo guerra a los franceses en defensa de Dios y del Rey de resultas de un balazo que en uno de los choques le tocó, falleció en veintiocho de nominado mes y año”5.
El segundo otorgado también por doña Luisa en 13 de septiembre de 1814 a favor de su sobrino don Pedro Segovia, presbítero y canónigo de la iglesia catedral de Córdoba6, y en el que expone que su hijo don Juan José “falleció en una de las acciones de la pasada guerra con la nación francesa que hubo cuando ocurrió la decapitación de su monarca Luis diez y seis”. Añade datos sobre el particular de la pensión que desde aquel día ha venido gozando (siete reales y medio de vellón diarios, a diferencia de algunos maravedises más o menos), de acuerdo con las Reales Órdenes que se expidieron sobre la materia, cobrándolos en la ciudad de Sevilla por trimestres a razón de seiscientos cincuenta reales por cada cuarta parte de un año, para acudir con ella a sus alimentos y subsistencia tan necesaria en su avanzada edad y accidentes habituales que padece. A este respecto el rey Fernando VII ordenó que se pagaren los referidos sueldos en las capitales de provincia del pueblo de su naturaleza y correspondiendo Priego a la provincia de Córdoba se veía obliga a otorgar poderes a su sobrino y a don Rafael Antonio de Vega, procurador del número de esta ciudad.
Mayor interés tiene el ascenso de cadete a sargento, y de suboficial a alférez de caballería y capitán del Regimiento de Infantería de la Corona y del de Santiago después de Juan José Caballero Carrillo. Así se hace constar en la carta titulada “Noticia de haber nombrado por Capitanes de Caballería y Alabarderos de la Guardia del Virrey a sus dos sobrinos, y pide para ellos por particular gracia el Grado de Capitanes”:
“Las presentes circunstancias no me ofrecen ningún temor de que sea preciso volver a las armas, a no intentar nuestros enemigos alguna invasión sobre nuestras costas, y en este
caso me lisonjeo desempeñarían los dobles vínculos de sus respectivas obligaciones, y me darían el consuelo de sacrificarme en defensa de su Soberano y conservarle sus dominios.
Si yo no conociese tenemos sobre el trono a un Monarca que nunca se cansa de honrar a sus humildes vasallos, me cubriría de rubor al considerar los muchos beneficios que he recibido de su Real piedad y me retraería de solicitar otros, pero como penetro los fondos de su inagotable humanidad, ocurro a V. E. para que poniéndome a sus Reales pies, se sirva hacerle presente esta rendida súplica para que siendo de su Real agrado, se digne conferir grado de Capitanes de sus Reales ejércitos, como se dispensó a D. José de Flores, hijo de mi antecesor, que sirvió esta Compañía de Caballería siendo antes de la misma graduación que mis sobrinos, pues de este modo tranquilizaré mi espíritu y veré los frutos de mis desvelos y dispendios erogados en su educación. Y siendo V. E. el conducto de mis súplicas, espero las aliente y vivifique, inclinando el piadoso ánimo de nuestro Soberano a su concesión.
Nuestro Señor guarde a V. E. muchos años. Santa Fe, 15 de octubre de 1782. Excmo. Sr. B. L. M. de V. E. su más reconocido Capellán. Antonio, Arzobispo de Santa Fe. Excmo. Sr. D. José de Gálvez”7.
La conquista de Pensacola (Florida)
La intervención en la gesta de la toma de Panzacola o Pensacola, villa situada en la península de Florida, previo desembarco de las tropas coloniales en la Isla de Santa Rosa, ha sido magistralmente expuesta en la tesis de doctorado de Gonzalo Quintero Saravia, titulada “Bernardo de Gálvez y América a finales del siglo XVIII” (Departamento de Historia de América I, Facultad de Geografía e Historia, Universidad Complutense, Madrid, 2015, capítulo VII, Guerra contra Inglaterra). Los prolegómenos de la campaña fueron muy enjundiosos. Y la participación de las fuerzas militares comandadas por el mariscal de campo Bernardo de Gálvez no estuvieron ayunas de valor e intrepidez, infundiendo entre todos los presentes, soldados y marinos sin distinción, una enorme moral de triunfo. La plaza se rindió el 10 de mayo de 1781 y lo destacamentos volvieron a sus bases. Dos días después de este heroico hecho de armas, Bernardo de Gálvez remitió a su tío José, ministro de Indias de Carlos III, el Diario de la Expedición dando cuenta de la conquista del territorio a los ingleses bajo el mando del vice-almirante Peter Chester y el general Campbell:
“A las tres de la tarde se formaron a 500 varas del fuerte Jorge 6 compañías de granaderos y las de cazadores de la Brigada francesa, a cuya distancia salió el general con su tropa, y después de haber entregado las banderas del Regimiento de Waldeck y una de artillería, con las ceremonias acostumbradas rindieron las armas. Al día siguiente se envió un destacamento para tomar posesión del fuerte de “los Red-clifts (sic Redcliffs) en las Barrancas, cuya guarnición consistía en 139 hombres inclusos los oficiales. Las bajas inglesas fueron 1.113 prisioneros, 90 muertos y 46 heridos. A éstos hay que añadir: 56 desertores durante el asedio, unos 300 hombres que regresaron a Georgia durante el tiempo que duró la negociación de las capitulaciones, los muchos negros que ayudaban a la defensa y la multitud de indios que inundaban los bosques y la campaña, así como 101 mujeres y 123 niños. Los prisioneros permanecieron reunidos al Este de la ciudad hasta el 4 de junio en que la mayoría fueron embarcados con rumbo a La Habana desde donde, tras una escala de diez días, partieron hacia Nueva York en un viaje no exento de peripecias”.
A las pérdidas humanas había que añadir las materiales: 4 morteros, 143 cañones, 6 obuses y 40 pedreros, con abundantes balas, granadas y balas, además de 298 quintales de pólvora, así como 2.142 fusiles, 30.712 cartuchos y demás armas y municiones”. Según la estimación oficial los ingleses habrían gastado en su defensa 72.000 libras esterlinas desde el mes de abril, mientras que el valor total de lo capturado se elevaba a más de un millón y medio de pesos.
La hazaña bélica tuvo amplia repercusión, pues con esta victoria España se anexionaba la Florida Occidental cerrando el paso hacia el Caribe a los recién nacidos Estados Unidos de América.
Entre las secuelas de la conquista destacose la de los ascensos. Ya a la hora de escribir a la Corte informando de la conquista Bernardo de Gálvez había mencionado el importante papel desempeñado por varios de sus subordinados y anunciaba el envío de listados de aquellos que se habían distinguido a quienes recomendaba a la “piedad del Rey”. En estos listados no sólo se incluían oficiales, sargentos, cadetes y tropa del ejército sino también miembros de los cuerpos de ingenieros y de artillería, sin olvidar “individuos del estado eclesiástico, Real Hacienda y Justicia”, y entre ellas la de los dos sobrinos del arzobispo de Santa Fe. Las gracias solicitadas fueron aprobadas con algún ajuste menor el 8, 9 y 13 de agosto, llenando su gestión cinco expedientes completos que se conservan en el Archivo de Simancas, y que aparecieron publicadas en el número de agosto del Mercurio Histórico y Político ocupando once páginas completas.
La guerra del Rosellón
De no menor curiosidad y trascendencia es la participación del capitán don Juan José Caballero en la guerra del Rosellón. En una reciente obra publicada por Alberto R. Esteban y Enrique F. Sicilia con el título “La guerra del Rosellón (1793-1795): España contra la Francia Revolucionaria”9 se relata con minuciosidad la contienda sostenida entre los ejércitos español y francés, los planes de campaña, los teatros de operaciones, la defensa y los contraataques, el combate de Vernet, a dos kilómetros de Perpignan, y la primera batalla del Boulou, entre La Jonquera y Perpignan.
El día 26 de septiembre de 1793 el teniente general español D. Antonio Ricardos Carrillo de Albornoz, jefe de operaciones en la Campaña del Rosellón convocó un consejo de generales, conocedor del contingente francés (que había reforzado su ejército con 15.000 hombres y de la proximidad de las lluvias torrenciales que convertirían en intransitables los caminos para desplazarse la artillería y conducir los víveres en carros), determinando retirarse a otra posición con terreno más firme: la importante plaza de Bellegarde y establecer el nuevo Cuartel General en Le Boulou, en suelo francés, desde donde continuaría la campaña con mayor seguridad. Entre el 27 y 28 de septiembre, fecha de la trágica muerte del capitán Caballero, los españoles habían evacuado Thuir.
Así lo exponía en una misiva dirigida a Godoy: “Verifiqué en una noche la marcha del ejército con 100 piezas de artillería y los equipajes, sin dejar una estaca a los enemigos, no obstante que me tenían rodeado…por un solo camino, de noche, y tocando con un enemigo formidable”10. La fuente documental de la trágica muerte del valiente militar prieguense añade que ésta tuvo lugar el 27 de septiembre por heridas causadas por “un balazo”. La contienda se recrudecería los días primeros de octubre, ordenándose que los soldados durmieran con sus armas en las manos y la caballería con las sillas de montar puestas debido al arrojo y la persistencia del asalto enemigo. Pero el capitán Caballero ya no estaría allí para contarlo.
El lienzo de don Juan José Caballero Carrillo, atribuido al pintor Antonio Agustín
Nos hacemos cargo de la pena que sentiría su madre doña Luisa, su tío el obispo Caballero, y sus dos hermanas, doña María Josefa, casada con el hidalgo don Antonio
Ruiz de Castro Carrillo, y sor María de la Concepción Caballero y Carrillo de Albornoz, monja en el convento de las clarisas de Priego, al conocer la triste noticia, dada la juventud de su deudo y familiar directo y la distancia del lamentable suceso. En adelante de lo que se trataba era de solicitar la pensión a la que la primera de ellas tenía derecho y de la que gozaría de por vida hasta el año 1820 en que falleció, eso sí con la satisfacción de ver erguido y majestuoso a don Juan José en el lienzo que don Antonio Caballero y Góngora ordenó pintar para que formara parte del ajuar artístico de la familia, (entronques Ruiz de Castro-Caballero, Villalba-Ruiz Caballero, Madrid-Villalba Ruiz, Madrid Villalba-Alcalá Zamora) cuyos descendientes conservan todavía11.
La crítica histórico-artística12 atribuye este cuadro, de 2 metros de alto por uno y medio de ancho, al pintor Antonio Agustín, y añade que el efigiado de pie y con tricornio y espadín, es el hidalgo don Antonio Ruiz de Castro, yerno de doña Luisa Carrillo de Albornoz, esposa -como hemos referido más arriba- de don Ambrosio Caballero y Góngora, y madre de doña Josefa Caballero Carrillo quienes -se arguye- habían acompañado a su tío el arzobispo a Nueva Granada, hecho inverosímil, pues el matrimonio Ruiz-Caballero no consta que hubiese estado en el virreinato ni que el marido hubiera sido militar borbónico13.
En nuestra opinión el cuadro representa a don Juan José Caballero Carrillo, hermano de doña Josefa, e hijos ambos de doña Luisa, y debió ser pintado posiblemente por Antonio Agustín, en vida del obispo Caballero y con anterioridad a 1793, fecha de la muerte del insigne y desafortunado militar español.
1 APA (Archivo de la Parroquia de la Asunción de Priego de Córdoba). Libro de Bautismos, Año 1763, fol. 31 vto. 2 Sobre este particular genérico, cfr. Abian Cubillo, D. A., “La instrucción de la oficialidad de infantería y caballería. Las academias militares en los reinados de Fernando VI y Carlos III”, en Revista Universitaria de Historia Militar, Vol. 6, número 11(2017), pp. 85-103; y AHN, Copia de memorial relativo a la Real Academia y Colegio Militar de Caballería de la villa de Ocaña, ES.28079./DIVERSOS-COLECCIONES,413,n.13. 3 Lo tituló “Genealogía de D. Juan José Caballero, y Góngora, Carrillo de Albornós Delgado. Deducida de la de sus quatro abuelos. Paternos. D. Juan Caballero, y doña Ana Antonia de Góngora. Maternos. D. Sebastián Carrillo Albornos y D. Maria de Aguilera Delgado. Año 1780”. El manuscrito del que poseo un ejemplar fotocopiado perteneció a doña Dolores Fernández Lozano, hoy en poder de sus herederos. 4 Peláez del Rosal, M., “Noticias relativas al nombramiento de Capitanes de don Juan José Caballero y don Jerónimo de Segovia, sobrinos del Obispo Caballero en el año 1782”, en Rev. Fuente del Rey, núm. 158 (febrero 1997), p. 9.
5 AMP, Protocolo de José García Hidalgo leg. 400. Años 1795-1796, Doña Luisa Carrillo Albornoz, viuda. Poder a don Antonio Ruiz Carrillo, fol. 186r y v. En él expone que con anterioridad, en 17 de agosto de 1795, había otorgado otro especial a favor de don Antonio Manuel de Rojas, agente de negocios de los Reales Consejos, para que hiciese cuantas diligencias y pretensiones fueren útiles al intento, sin que hasta el presente su solicitud hubiera causado efecto, si bien dejándolo en suspenso, y debido a encontrarse en Madrid su hija María Josefa y su marido don Antonio, pudieran acudir y activar su solicitud ante el Supremo Consejo de Guerra y demás tribunales, máxime cuanto la otorgante “sintió y siente la pérdida de su hijo como lo exige la naturaleza se le ha (a)gravado más esta pena por haberle faltado las asistencias y socorros que la hacía y a fin de que se le diesen los alimentos que atendiendo a su viudez y carácter de madre…le correspondan o los que la piedad del rey tenga a bien consignarle” 6 AMP, Protocolo de don Manuel Hoyo de Molina, leg. 426, Años 1812-1815, Doña Luisa Carrillo Albornoz, viuda de don Ambrosio Caballero. Poder especial y general a don Pedro Segovia, presbítero y consorte, fols. 845 r-846v.
7 Cfr. Peláez del Rosal, M., Tisnés, R.M., Correspondencia reservada del virrey Caballero y Góngora, (1784-1786), Córdoba, 1996, pp. 5,6 y 57.
8 Cfr. Quintero Saravia, ob. cit. pp. 530-531, 538 y 542. 9 HRM Ediciones, Zaragoza, 2017. 10 Esteban, A.R y Sicilia, E. F. ob. cit. pp. 253 ss.
FUENTE: M.P.DEL R.
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