En Cáceres tenemos un amplio corpus documental que nos guía por los caminos que siguieron las diferentes normativas que han existido, para regular tanto la producción como los usos del carbón. En la ordenanza del fuego, publicada en 1494, en su apartado 32, ya se expone la importancia que el carbón tiene en el desarrollo de ciertos oficios locales, como los herreros, a los que se autoriza que puedan “hacer carbón en todo tiempo…. sin pena alguna” en cualquier época del año, incluido los periodos de prohibición de hacer fuego en el campo comprendidos desde “San Juan de junio hasta San Miguel de septiembre”. Con ello se protegía una de las industrias locales más necesarias en el día a día de la villa, pues comprendía desde el herraje de las bestias, hasta la fabricación todo tipo de útiles metálicos, espadas, cuchillos o rejas de arado, utensilios que para ser elaborados necesitaban del carbón como principal fuente de suministro energético para inflamar las fraguas cacereñas. Aunque se hace mención a los herreros, el carbón también era necesario en el desarrollo de otros oficios artesanales como latoneros, cerrajeros o plateros que lo demandaban para poder llevar a cabo su trabajo, sin olvidar sus usos domésticos.
La importante necesidad de carbón también estaba unida a la aparición de furtivos, que sin cumplir norma alguna lo fabricaban de manera clandestina, siendo por ello perseguidos por la justicia local, especialmente debido a las podas o cortes salvajes que se hace del arbolado de las dehesas o la provocación de incendios, por falta de cuidado en la elaboración del carbón. El 7 de septiembre de 1771 son encausados los vecinos de la villa; Juan Solana, Manuel Corchado, Alonso Blanco, Nicolás Rodríguez y Fulano Lunaro, por encontrarse fabricando carbón sin licencia alguna en la dehesa de Lomo de Yerro, cerca del río Tamuja. Se les acusa de haber provocado un incendio que hizo “infinidad de daño”. En agosto de 1784 son detenidos los vecinos y carboneros Juan “el calvo” y “el panadero” por estar sacando casca a “vida y muerte” de las encinas de la dehesa Guijo, en término de la villa cacereña. En noviembre de 1793, son embargados dos burros y las herramientas del carbonero Sebastián ”el cola”, por haber cortado ilegalmente mas de cien árboles para fabricar carbón en las dehesas Terrezuelo y Pie de Mono. Como podemos observar el furtivismo en la producción de carbón, ha estado vigente en los montes cacereños desde hace siglos hasta no hace tanto tiempo.
En el tiempo presente existe un resurgimiento del uso del carbón vegetal. Según la Asociación del Sector del Carbón Vegetal (ASECAV), en nuestra Comunidad Autónoma hay más de 125 empresas en este sector, con un volumen de negocio de aproximadamente 90 millones de euros anuales, con una producción de casi 85 mil toneladas de carbón vegetal durante el año 2021. Después de muchos siglos, el biocombustible más veterano de la humanidad sigue siendo un activo importante en la vida mercantil de estas tierras.