POR JOSÉ MARÍA GOLDEROS VICARIO, CRONISTA OFICIAL DE GRIÑÓN (MADRID)
Nos encontramos en el inicio de los festejos populares del carnaval en Ciudad Real. Por los años veinte y desde más antiguo sobre todo, ha sido –decía la prensa de nuestra capital- una fiesta ciertamente hermosa, donde nuestras comparsas tenían ocasión de lucir vistosos perifollos que no desmerecían al lado de los exhibidos en otras poblaciones de nuestro país. Quizá con el traslado del centro de la ciudad al Parque Gasset, la fiesta perdió su nota de sensibilidad que tienen los festejos populares, cuando la costumbres las hace tradicionales a todo lo que signifique mejoramiento. No obstante, el traslado al parque, el comercio en general hizo constar su disgusto por el traslado y por las pérdidas económicas que ello suponía.
Por eso decimos, en los días de carnestolendas, no encontraremos ahora en los carnavales la poética dada por el espacio donde se desarrollaba en la calle Morería, entre sus caserones y lóbregas callejas, donde no cesaba el vocerío de las máscaras.
Debido a esta festividad bullanguera Ciudad Real ha progresado y esperemos progrese más en fiestas -como señalaba “Vida Manchega-, la Cámara de Comercio ciudarrealeña, debe preocuparse de cooperar al desarrollo del carnaval ciudarrealeño, concediendo dádivas y poniendo en fin cuantos medios estén a su alcance, a las que nuestro Ayuntamiento prestaba ya apoyo material. Ahora el solar de los antiguos Paseos de Alarcos, luego convertido en un feraz parque digno de una capital como la nuestra. En otro orden de cosas, el carnaval, sabemos que gozó de muy buena acogida en España. No obstante, estuvo prohibido durante el pasado régimen tras el final de la Guerra Civil de 1936-39, sin embargo, la celebración continuó casi suspendida, desenvolviéndose con mediana fuerza en ciertas localidades ciudarrealeñas, que no renegaron a su celebración. Al hablar de los carnavales de Ciudad Real, no olvidaremos los celebrados en nuestra capital, ya que la historia nos enseña que allá por el siglo XVII en nuestra ciudad, se establecieron un considerable número de moriscos procedentes de las Alpujarras granadina. Y aquí debemos preguntarnos ¿favoreció más tarde la costumbre del carnaval más reafirmada, con mucha mayor fuerza, dentro del ámbito del barrio de la Morería, donde se asentó esta raza proclive a esta costumbre carnavalera? Algún autor aseguró: “que la calle legendaria de la Morería, rompía el silencio de las gentes sencillas”. Desde este barrio, la algarabía comenzaba en la mañana, y el carnaval discurría después por la Plaza del Pilar, Plaza Mayor y calle de la Feria.
Pero volvemos a la revista ilustrada “Vida Manchega”, donde en un artículo durante los carnavales de entonces, decía: al irse convirtiendo el antiguo Paseo de Alarcos, en el Parque Gasset, empezaba a resurgir y despertar la fiesta de su letargo, en efecto, con el traslado a ese lugar la fiesta del carnaval habría perdido toda su poesía, concluía la crónica de la prestigiosa revista de nuestra capital, arraigada ya en la sociedad ciudarrealeña. Así fue y así cambió el sitio del centro de la ciudad, por deseo del que fuera alcalde de la capital José Cruz Prado, conocido popularmente por Pepe Cruz y lo trasladó en 1919 al novísimo Parque Gasset, la fiesta del carnaval, desarrollándose allí vistosos desfiles de carrozas.
En los salones del Ateneo, en ese mismo año se celebró un baile de máscaras con buen éxito económico, con el objeto de allegar fondos y realizar la idea lanzada para levantar un monumento al inmortal Cervantes, que había de erigirse en nuestra capital. Pero no fue hasta mayo de 1924, cuando un jurado falló el concurso para la erección del monumento; el que contemplamos hoy día. El anteproyecto premiado correspondió al artista manchego Felipe García Coronado. El monumento tal y como fue concebido se levantó en la Plaza del Pilar (hoy ubicado en la Plaza de Cervantes).
En tiempos de Cervantes, el carnaval de finales del s.XVI se buscó su prohibición y casi desapareció, pero Felipe V lo prohibió en su reinado, sin embargo volvió a legalizarlo Carlos III, en que se introdujeron los bailes de máscaras y Fernando VII prohibió las celebraciones callejeras y permitió el carnaval en lugares cerrados. Y durante la regencia de María Cristina volvió a las calles. Pero un dato curioso: los estudiosos del carnaval, aseguran que realmente, no se sabe muy bien cuál es el origen del “famoso entierro de la sardina” hoy día.
NOTA DEL AUTOR – Foto nº 1. -Vemos una perspectiva de la calle Morería, donde comenzaba a organizarse el carnaval ciudarrealeño.- Foto nº 2. Primitiva ubicación del monumento a Cervantes en la Plaza del Pilar, ambas instantáneas de la época del inicio del siglo XX.
FUENTE: EL CRONISTA