POR DOMINGO QUIJADA GONZÁLEZ, CRONISTA OFICIAL DE NAVALMORAL DE LA MATA (CÁCERES)
Al poco de llegar a Navalmoral, hace ya más de 42 años, una de las muchas cosas que me fueron impactando gradualmente fue la alusión a ese singular paraje. Al primero que se lo oí fue a mi vecino y amigo José Jiménez (“Pepe Fema”, para que nos entendamos). Pero, como nos suele acontecer a menudo, en un principio no le concedí mayor importancia.
Sin embargo, a medida que investigaba la historia de la localidad, esa denominación aparecía a veces en el Archivo municipal, sobre todo cuando se referían a las obras en la carretera nacional-V (dirección a Madrid, que transita por él), o cuando analicé a fondo los trágicos sucesos de la guerra incivil; ya que, entre el 5 y el 25 de agosto de 1936, esa zona fue uno de los escenarios principales de la llamada “batalla de Navalmoral”, con incursiones frecuentes de las tropas republicanas que, desde “Cerro Cincho”, pugnaban por recuperar la capital de Arañuelo (y, tras ella, el resto de la comarca).
Pero yo continuaba sin apreciar singularidades por ningún lado… Es más, ni siquiera es un cerro, ni una loma que sobresalga: por no aparecer, ni siquiera constan las curvas de nivel en el Mapa Topográfico Nacional (Hoja 625, 14-25)…
Pepe me aportó el motivo de ese calificativo que a él le contaron…
No obstante, y sin desconfiar de él (porque es uno de los moralos y “cerruco” más lúcido que conozco…), quise conocer más opiniones referentes al tema, como siempre hago con el fin de cometer los mínimos errores (como historiador y cronista, no suelo creerme a priori todo aquello que me cuentan, mientras no lo compruebe, ya que la memoria es a menudo selectiva y fácilmente confusa…).
Y así, acudiendo a esa “universidad oral” que es el Hogar de Mayores, fui comprobando cómo las explicaciones coincidían con las de mi buen amigo:
Según contaron a unos y otros sus antepasados, la pequeña elevación aludida recibió ese jubiloso nombre por una sencilla razón:
Antes de que llegara el ferrocarril (1878), la única comunicación con la capital de España era a través de las lentas y fatigosas diligencias decimonónicas –tan conocidas por las narraciones y películas de bandoleros–, que transitaban por Navalmoral una vez a la semana, tiradas por mulas o caballos. Y, como es natural, en ellas iban y venían los soldaditos moralos. Antes de proseguir, sepamos que hasta julio de 1905 –fecha en se crea la Caja de Reclutas nº 16 de Plasencia, a la que pasan a depender los «quintos» del norte cacereño–, en asuntos militares, Navalmoral dependía de la Zona de Reclutamiento de Talavera de la Reina y de la Capitanía General de Castilla la Nueva (con sede en Madrid). En cuyos cuarteles servían a la Patria, si no lo hacían en las colonias.
Pues bien, y como es lógico, en las despedidas no tirarían cohetes; pero los mayores aún recuerdan la canción que entonaban sus madres: “en el Cerro la Alegría, di un suspiro y me acordé: Navalmoral de la Mata, ¿cuándo te volveré a ver?”.
Sin embargo, cuando regresaban –tras 2, 3 o más años de alejamiento, según la época y las circunstancias políticas o bélicas–, una vez que cruzaban el arroyo Santa María, ascendían la cuesta de Casasola o El Borbollón, y divisaban en lontananza las primeras casas del barrio del Cerro (que eran las primeras que se veían desde allí), los impacientes militares no aguardaban más y, al aligerar las caballerías su marcha para afrontar ese repecho existente entre el arroyo Tizonoso (“Huerta de Galán”) y La Bamba, saltaban del carromato sin aguardar un minuto más. Y, como esa acción se fue haciendo habitual, no tardaron las novias en acudir a recibirlos allí (supongo que les dirían a sus madres que iban a por agua a la fuente La Bamba…), convirtiéndose el altozano en un frecuente lugar de reencuentro y regocijo…
¡Ah!, también me decían que el vallecillo existente junto a ese carismático lugar también era conocido como “Valle de la Alegría” (mientras los muy pícaros sonreían…).