POR EDUARDO JUÁREZ VALERO, CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA)
Cuando lean estas líneas, una nueva persona ostentará la Alcaldía del Real Sitio de San Ildefonso, apeándole a José Luis Vázquez el “Sr. Alcalde” del tratamiento.
Después de veinticinco años, José Luis podrá pasear como un vecino más. Discurrirá su día a día por las calles de La Granja de San Ildefonso, por los maravillosos parajes de Valsaín, por las rinconadas de La Pradera de Navalhorno o, sencillamente, sentado bajo el soportal de la gran plaza del Palacio de Riofrío, sin la obligación de escuchar cuantos requerimientos tengan mis queridos vecinos. Ya no tendré que gastar cuarenta minutos en subir la calle de La Reina o ver cómo se le enciende la mirada a Julio Martín Casas, mi querido Maestro, cada vez que, sentados en alguna terraza, tenemos que romper la conversación porque la vecina de turno ha venido a saludar al Alcalde, a decirle que en su calle no funciona una farola, que los perros ensucian las aceras, que han escrito algo soez en la fachada de la parroquia o, simplemente, a hacerle saber que existen y quieren llevarse a casa una sonrisa del regidor municipal. Cosa que, paciente y sistemáticamente, ha hecho el Sr. Alcalde con todo el que alguna vez se nos acercó, a pesar de la mirada furibunda del bueno de Julio.
Y, aunque José Luis Vázquez haya estado, estos últimos momentos en que ha ostentando el bastón, asegurando que será un descanso para él, que se siente feliz de poder pasar el testigo a un nuevo munícipe y que se adaptará a ello con rapidez, un servidor, que le conoce más allá del cargo, sabe que lo pasará realmente mal. Ser Alcalde no ya del Real Sitio, sino de cualquier municipio, marca a la persona para el resto de su vida. Tengan claro que, cuando aceptan la responsabilidad de la Alcaldía, están decidiendo dejar de ser ellos mismos para ponerse al servicio de la comunidad.
Asumen que ya no serán Joaquín Ajero, Luis Erik Clavería, Ángel Sermini, Blanca Martínez, Fernando Pastor, Luis Quintanilla, Guillermo Martínez, Manuel Llanderrozas, Félix Montes, Pedro de la Peña o José Luis Vázquez: mientras tengan que llevar el bastón en su mano y presidir los plenos municipales, serán el Sr. Alcalde o la Sra. Alcaldesa. Y mucho más allá. La verdad, si he de serles sincero, me cuesta tanto no llamar Alcalde a Félix Montes que he tardado casi tres legislaturas en decirle Senador. Y, ya ven, acostumbrarme y dejar de serlo.
Así es esto, no se confundan. Prometer el cargo y cambiar a Espi por D. Juan Carlos Gómez Matesanz; se volatiliza Toñete y tenemos a D. Antonio Martín Marugán; a ver quién llama Fundi a D. José Luis Martín Plaza, Isa a Dña. Isabel Lucía o Samu a Samuel Alonso. Para su infortunio personal, la piedra de la concejalía acaba de caer sobre sus espaldas y el menhir de la Alcaldía aplastará a uno durante los próximos cuatro años.
Mientras tanto, ufano y sonriente, José Luis Vázquez ya habrá abandonado el despacho, entregado el bastón y recuperado la sorna que tanto tiempo se vio obligado a esconder en un recóndito lugar de su memoria. Podrá sentarse en un banco del Medio Punto y mirar cómo pasa el tiempo, discutiendo apasionadamente de fútbol y tratando de imponer su verdad, siempre equivocada en este aspecto, a un servidor, Félix Montes y a cuantos madridistas o atléticos se cruce, fracasando, con total seguridad, por siempre jamás en el intento.
Al igual que hiciera Isabel de Farnesio, quien consideraba este lugar un erial mientras reinó Felipe V y un edén cuando Carlos III alcanzó el trono, José Luis Vázquez habrá cruzado el desierto de la Alcaldía del Real Sitio de San Ildefonso para residir en el Paraíso donde tengo la suerte de vivir.
Como un náufrago que encuentra tierra, José Luis, al igual que hicieran antes que él Cándido Robledano, José de Aceves, Guillermo Maderuelo, Juan García Mansino o Aquilino Gómez, recuperará el placer del anonimato, aunque sólo sea fuera del Real Sitio. Como todos ellos, los elegidos por el pueblo, los impuestos por la dictadura, los nombrados en batería por el gobernador civil, el Jefe Político, el intendente, el rey, la reina o quien quiera que se haya arrogado el derecho a poner a alguien bajo la losa de la Alcaldía, José Luis adelgazará un poco más, si cabe, y volverá a ser José, el chaval de mi pueblo que tan bien jugaba al fútbol, tiraba de labia mejor que nadie para ligar y estudiaba, como todos, a salto de mata entre el Real Sitio y Segovia, deseando que llegara el fin de semana para lucir el tipo por las calles del Paraíso.
Y, por lo que a un servidor respecta, podré decir de nuevo, sin que haya tergiversación posible, que José Luis es uno de mis amigos, ya que, como todos Vds. saben, los Alcaldes están condenados a no tenerlos.
Fuente: http://www.eladelantado.com/