POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)
Los protocolos notariales son una muy importante fuente documental para comprender la historia local; a través de los mismos se legaba al futuro la monumental información que recogían. Por ello la Corona se preocupó en pretéritos siglos de alentar y proteger la conservación conjunta de estos archivos.
La escasez de escribanos -especialmente entre los siglos XVI y XVIII- motivó que hubiese que acudir en algunas ocasiones a personajes que -con una preparación no excesivamente apropiada- dejaron en los archivos algunos errores e imprecisiones.
No es infrecuente que, cuando manejamos documentos de siglos pasados, nos encontremos que el escribano, archivero o notario que levantó acta de una reunión, transacción, disposición testamentaria o cualquier acto documental a él reservado anote, por ejemplo, el topónimo de un pueblo, distrito o barrio con distinto nombre, incluso en el mismo documento.
El 7 de julio de 1503 se estipuló que cada escribano debería conservar los libros de registro bien encuadernados y bajo su custodia, así como que dichos archivos “estuviesen a buen recaudo, cosidos conforme a la ley”. Para que no se perdiesen o dispersasen este tipo de escrituras se dictó la llamada Pragmática de sus Católicas Majestades, según la cual esta documentación -dejada por los escribanos fallecidos o privados del cargo- debería entregarse a sus legítimos sucesores; algo que ya se contemplaba en las Partidas de Alfonso X el Sabio (rey de Castilla entre 1252-1284). Se prohibió, asimismo, sacar de los archivos públicos las escrituras y papeles originales con la finalidad de hacer copias documentales de los mismos, sólo se podían expedir copias legalizadas.
El ahora denominado Archivo Histórico de Asturias, se creó en 1956 y contiene documentación procedente de 80 instituciones, tanto públicas como privadas, entre los que se encuentran los protocolos notariales de los últimos 100 años.
Desde el Palacio de los Condes de Toreno, donde tuvo su primera ubicación (1956-1972), pasó después al Monasterio ovetense de San Pelayo (1972-1999). En el año 2000 se puso en marcha la nueva sede del archivo ubicado en el monumental edificio que un día fue Cárcel Modelo de Oviedo.
Alberga más de 150 fondos documentales diferentes. Todo un mundo con miles de libros procedentes de archivos; con juicios verbales, desahucios, permutas, herencias, conciliaciones, donaciones, historias de instituciones públicas y privadas de todos los ámbitos (agrícolas, industriales, mineros, eclesiales, políticos, etc.).
Si nos centramos en el caso del Juzgado Comarcal de Cangas de Onís, allí se custodian las cajas procedentes de los Juzgados Municipal, de Distrito y de Primera Instancia. Acceder a esta documentación está sometido a restricciones cuando su antigüedad es inferior a 50 años.
Desde que el escribano o notario don Antonio de Sola redactaba en Parres sus primeros documentos hace más de tres siglos (su trabajo se desarrolló entre 1695 y 1710) hasta hoy, es de imaginar la ingente documentación acumulada. Bien es cierto que revoluciones, invasiones, guerras y -sobre todo- el abandono y correspondiente pérdida de miles de documentos, por culpa de quienes estaban obligados a custodiarlos y no cumplieron con su cometido, mermó buena parte de nuestros archivos.
No pocas veces nos encontramos que los vecinos de un pueblo otorgaban el arrendamiento y la fianza del “millón” -correspondiente a su parroquia- a otros vecinos. Curiosa y extraña expresión para nosotros esta del “millón”, pero muy habitual para nuestros antepasados, pues “millón” era el nombre que recibía el servicio que los reinos tenían concedido al rey sobre el consumo de las seis especies: aceite, carne, vino, vinagre, jabón y velas de sebo, el cual se renovaba de seis en seis años.
Así quedaron registrados miles de datos de vecinos de cada uno de los pueblos del concejo, sin excepción.
Compras y ventas de todo tipo, desde 18 pies de castaños con sus cuerrias de piedra en Llago; una peonada de hierba; medio día de bueyes en el Coto de Las Arriondas; matrimoniales otorgados o vendidos para casar a hijos e hijas; censos a favor de las luminarias (aceite para lámparas) de determinadas capillas e iglesias; escrituras matrimoniales, testamentos, inventarios, trueques, cesiones, convenios y donaciones de todo tipo.
Desde carros de abono, fanegas de maíz, vigadas de casas de ganado (medida de siete pies cúbicos con la que se medía la hierba almacenada en un pajar) hasta censos a favor de las capillas de Santa Cruz y Santa Ana, en Cangas de Onís, o de San Roque, en Las Rozas, así como escrituras de convenios otorgadas al Monasterio de Villanueva; mandatos testamentarios y ventas a favor de presbíteros; inventarios; conducción de maderas para las “Reales Fábricas”; convenio sobre la escuela de primeras letras de Parres (año 1790); compra y venta de molinos y hórreos; censos a favor “del petitorio de ánimas” o de la cofradía del mismo nombre; otorgamiento de poderes, etc.
El 24 de enero de 1671, Toribio de Miyar y su mujer María Gutiérrez, otorgaron en Pendás una venta de censo a favor de la fábrica de la Capilla de Valdevera (que conocimos como Capilla de San Andrés).
Tres años después -en Cofiño- se otorgaba una venta de un censo de 200 ducados, por Juan de Miyar y su mujer María González de Pianta, a favor de las Obras Pías fundadas por el canónigo Domingo de Mier, en Peñamellera Baja.
Curiosos eran algunos de los apellidos registrados, tales como: Loco, de la Puente, Sobaco, de la Hera, de la Nozaleda, Sotura, Cutre, Piramuelle, Ynoyos, Casín, Zorbia, Caravera, Obaño, Suervín, hoy generalmente desaparecidos, aunque lo habitual eran los apellidos que, actualmente, siguen siendo muy frecuentes, como es el caso de: Cortés, Longo, Llerandi, Noriega, Tarapiella, Tejuca, Quesada, Fondón, Teleña, Abego y cientos más.
Asombra el elevadísimo número de parragueses que -en pasados siglos- portaban el nombre propio de Domingo, a mucha distancia de otros como Cosme, Medero, Toribio, Cipriano, Francisco y Antonio.
Catalina era el nombre más común entre las mujeres parraguesas, además de María, Antonia y Francisca.
Algunos ejemplos elegidos entre miles de protocolos:
-Año 1782:
Redención de un censo de 10 ducados de principal afecto al santuario de Llerandi otorgada por Fernando Escalante Pérez, cura de Vibaño, y Cosme González, Mayordomo de dicho santuario, a favor de Francisco de Coro, vecino de Granda.
-Año 1783:
-Poder otorgado por los vecinos de Arenas y Romillín a favor de José de Vega y Juan de Granda, para alegar contra la incomodidad que les supone concurrir a la iglesia parroquial de San Pedro de Villanueva.
-Agregación patrimonial a la Capilla del Santo Ángel de la Guarda de la parroquia de Pendás otorgada por Francisco López, capellán de ella, Ramón de Huergo y Margarita González, su mujer, y Josefa González, vecinos todos de Bode.
-Año 1785:
Venta a favor de Matías Llerandi, vecino de Vallobil, otorgada por Antonia de Soto, hija de Domingo de Soto y Catalina Cortina, vecina de Huera de Dego, de la parte que le corresponde a ella y sus hermanos en la herencia de María de Llerandi en precio de 100 reales.
-Año 1789:
Venta otorgada por Juan de la Fuente y Francisca de Tarapiella, vecinos de Sobrepiedra, a favor de Manuel Llerandi, vecino de Vega de los Caseros, de una heredad en precio de 20 ducados.
-Venta otorgada por Pedro Suárez y María de Labra, su mujer, vecinos de Bada, a favor de Francisco de Labra, vecino de Arenas, de parte de la casa que llaman de la Nozaleda y otros bienes en precio de 25 ducados.
-Escritura de convenio entre el Monasterio de San Pedro de Villanueva y Juan de la Fuente, vecino de Sobrepiedra, del arriendo de la barca que se dice de la ría.
-Año 1790:
Censo redimible de 30 ducados de principal a favor de la fábrica de la Capilla de Nuestra Señora de los Remedios otorgada por Juan Prieto y Luis de Laria.
-Año 1791:
Arriendo otorgado por José Antonio Ruenes, abogado, como apoderado y administrador de los bienes y rentas del Conde de la Vega de Sella, a favor de Juan Antonio Molledo, vecino de Huera de Dego, de todo el término del río Sella y sus pozos desde el sitio que llaman de la Mecedura hasta el coto de la Vega por una renta anual de 150 reales, diez salmones y quinientas truchas.
-Año 1799:
-Poder especial otorgado por varios vecinos de la parroquia de San Juan de Parres para el pleito por el diezmo del tocino.
-Arrendamiento de la chalana de Romillo entre sus vecinos.
-Fianza por 20.000 reales para obtención de una tercena de lotería otorgada por José González y su mujer y hermanos, vecinos de Romillo y Arobes, a favor de Manuel González, su hermano, vecino de Madrid.
FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez
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