EL CONDADO DE LAS ARRIONDAS
Ene 07 2025

POR FRANCISCO JOSÉ ROZADA MARTÍNEZ, CRONISTA OFICIAL DE PARRES-ARRIONDAS (ASTURIAS)

Pocas referencias históricas encontramos de los condes de Las Arriondas más allá de en los libros de cuentas de los monjes benedictinos de San Pedro de Villanueva.

Posiblemente aquéllos no sobresalieron en el ejercicio de las armas ni desempeñaron cargos importantes en la Corona de Castilla. A la muerte del último titular, don Tello Suero-Díaz de la Cuesta, los documentos familiares fueron depositados en el Monasterio de Villanueva; allí los vio Ambrosio de Morales en 1572 cuando -por encargo de Felipe II- recorrió España acopiando materiales para el que daría en llamarse “Viaje Santo”.

A partir de ese momento los documentos desaparecieron y vaya usted a saber dónde encontraron ubicación… sin retorno.

Bien conocido es que el condado fue una graciosa merced que don Enrique de Trastámara concedió a don Hernando Suero-Díaz, hidalgo de las Asturias de Oviedo que militó bajo sus banderas en las luchas fratricidas que terminaron en los Campos de Montiel. Es cierto que el condado no era ni extenso, ni rico, ni muy poblado y comprendía las parroquias de Triongo, Margolles, Cayarga, Pendás, San Martín de Cuadroveña, Santo Tomás de Collía, Castiello y Viabaño; no se adjuntaban más lugares ni villas.

Los vasallos del condado vivían pobremente valiéndose de la ganadería, la agricultura y la caza, puesto que la pesca en el Sella les estaba vedada desde la Peña de la Morca hasta el puente de Toraño -que era de exclusivo aprovechamiento de los señores que consiguieron el privilegio-. También tenían prohibida la pesca entre la Morca y la capilla de Santa Cruz, en Cangas, cuyo dominio –como sabemos- pertenecía a los monjes del convento de Villanueva.

Centeno, escanda y panizo eran los cultivos esenciales, dado que a las patatas y al maíz aún les faltaba mucho para llegar de América. La lana de las ovejas, el cáñamo y lino les servía para la confección de sus ropas.

Las castañas, con las nueces y avellanas eran alimento habitual dos o tres meses al año. No conocían el sistema de injertar, por lo que las manzanas eran pequeñas, duras, casi silvestres, al igual que las peras -que se quedaban en “peruyes”-.

Mientras, Las Arriondas era un coto boscoso que se extendía por todo el valle y sus laderas hasta Soto de Dueñas.

Citando al último conde dicen las crónicas de la época que “era de muy buen cuerpo y bien proporcionado, y tenía el rostro y la cara alegre y el mirar amoroso”. Con 32 años -una edad bastante madura para aquella época- permanecía soltero y cuando la reina Isabel La Católica requirió el concurso de los señores feudales para la conquista de Granada, don Tello reclutó por estas tierras una hueste no numerosa, pero sí muy combativa.

Al inicio de los 10 años que duró la conquista del Reino Nazarí granadino, la mesnada de nuestro conde operaba junto con la del joven Marqués de Cádiz, quien al ver que se había perdido la plaza de Zahara, decidió por cuenta propia asaltar la muy fortificada y casi inaccesible plaza de Alhama. En una tormentosa noche del 28 de febrero de 1482 encontramos al conde don Tello de Las Arriondas con otros muchos caballeros –todos guiados por Ortega de Prado- escalando la fortaleza y, al llegar al adarve inmediato a las almenas, recibió un fuerte golpe de cimitarra (una especie de sable) que le hundió el casco y le produjo una grave herida. Desconcertados ante el imprevisto ataque de las tropas de los reyes Isabel y Fernando, la plaza acabó cayendo en sus manos, mientras el rey moro Muley Assan asedió la fortaleza durante cinco días sin conseguir recuperarla, puesto que el Duque de Medina Sidonia acudió en ayuda del marqués a pesar de su enemistad con él.

La herida que le produjo al conde Tello Suero-Díaz de la Cuesta el citado asalto fue suficientemente seria como para que tuviese que retirarse a sus posesiones asturianas, donde falleció sin herederos legítimos en el otoño de 1482 y el Condado de Las Arriondas se extinguió con él, transformándose en coto y repartiéndose sus posesiones entre el Obispado de Oviedo, el monasterio de Villanueva y la casa de Nevares.

La rendición de Granada aún tuvo que esperar casi diez años más (2 de enero de 1492) y fue celebrada con festejos en toda Europa; basten dos ejemplos: en Roma (donde la noticia llegó un mes después) se organizó una procesión desde la iglesia de San Pedro (aún estaba por construir la basílica) hasta la de Santiago -iglesia nacional de los españoles- formando en el cortejo el papa, el colegio cardenalicio y una multitud de romanos, mientras repicaban todas las campanas de Roma, con nocturnos fuegos artificiales, y hubo hasta corridas de toros por las calles de la ciudad.

Enrique VII de Inglaterra hizo leer una solemne proclama en la Catedral de San Pablo de Londres.

En 1496 el papa Alejandro VI reconoció a Isabel y a Fernando con el título de Reyes Católicos. El año 1492 había sido el “annus mirabilis” (año de los milagros o de las maravillas) de su reinado, puesto que -además- el 12 de octubre Cristóbal Colón arribada a tierras americanas, sin siquiera ser consciente él mismo de que llegaba a un continente desconocido, dando por hecho de que ponía pie en las Indias Orientales.

FUENTE: https://www.facebook.com/franciscojose.rozadamartinez

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