POR MIGUEL MARCHAMALO MAÍN, CRONISTA OFICIAL DE HUMANES (GUADALAJARA).
En nuestra anterior colaboración, hablando de “Héroes y Felones” (El Adelantado, 28 de Abril 2024), se señalaba al siglo XIX de nuestra Historia común, como aquel en que se habían generado algunos males y conflictos que condicionarían el devenir del propio siglo y del siguiente.
Yendo un paso más allá, se puede afirmar que, esos condicionantes o parte de ellos, están aun presentes en la Historia de España en el Siglo XXI. No obstante, para entender esta problemática, se deben de analizar los reinados y avatares ocurridos a partir del de Fernando VII, pues en los siguientes perviven los aludidos males y conflictos que persiguen, de modo terco, al pueblo español desde aquellos lejanos tiempos.
Así sucedió con el reinado de la hija y sucesora del “Deseado”: Isabel II era la hija mayor de Fernando y, en virtud de la abolición de la Ley Sálica, que excluía a las mujeres de la sucesión a la Corona, comenzó a reinar en el año de 1833, con la muy tierna edad de 3 años, por lo cual hubo de acudirse a la figura de la Regencia que, en los primeros años, ejerció la madre de la joven reina, la Reina viuda María Cristina de Borbón.
Fernando VII había contraído matrimonio con su pariente Mª Cristina de Borbón en 1829, tras enviudar de su tercera esposa Mª Josefa de Sajonia (los anteriores matrimonios de Fernando VII habían sido con Mª Antonia de Borbón Toto y con Isabel de Braganza). De los anteriores matrimonios, Fernando VII no había tenido descendencia. De este matrimonio último, nacieron y sobrevivieron dos niñas: Isabel, nacida en 1830, y Luisa Fernanda en 1832.
Seis meses antes del nacimiento de Isabel, en previsión de que su futuro hijo fuese una princesa, Fernando VII, publicó la Pragmática Sanción, que ya había sido aprobada en tiempos de Carlos IV por las Cortes de 1789, pero que no había sido publicada, y que, como hemos dicho, dejaba sin efecto el Auto Acordado (la Ley Sálica).
En virtud de un Real Decreto de 1830, se hizo pública la voluntad de Fernando VII de nombrar a su hija Isabel Princesa de Asturias. Hasta entonces y, dado que Fernando VII no había tenido descendencia, el heredero del Rey era su hermano D. Carlos María Isidro de Borbón, futuro Carlos V de los Carlistas, que tenía, como es lógico, sus expectativas y que no carecía de partidarios.
La Reina había nacido en Madrid el 10 de octubre de 1830, recibiendo en el bautismo los nombres de María Isabel y Luisa. Era de carácter abierto y definida por sus contemporáneos como “desenvuelta, castiza y llena de espontaneidad”, mezclándose en su carácter el humor y el rasgo amable con la chabacanería y ordinariez. Fue muy amante de su país y también de sus amantes.
Tuvo una gran carencia educativa, pues hasta los 10 años apenas si supo leer y escribir, sus modales eran burdos y el Conde Romanones, uno de sus biógrafos, dice de ella: “A los 10 años, Isabel resultaba atrasada; apenas si sabía leer con rapidez, la forma de su letra era la propia de las mujeres del pueblo, de la aritmética solo sabía sumar siempre que los sumandos fueran sencillos, su ortografía pésima. Odiaba la lectura y sus únicos entretenimientos eran los juguetes y los perritos”
Ella, al igual que su hermana Luisa Fernanda, se crio en Palacio de una forma descuidada, entre palafreneros, servidumbre y criados de los que aprendieron sus modales poco o nada refinados. A la toma del poder por el General Espartero, cuando una comisión de prohombres designada por el General para hacerse cargo de las princesas llegó a Palacio, las encontraron sucias, mal vestidas y con un lenguaje soez, causando gran escándalo en los componentes de la comisión.
Esto se remedió con el nombramiento de los primeros preceptores de la Reina que fueron Agustín Argüelles, José Vicente Ventosa, Francisco Frontella, músico más conocido como Valldemosa, y Salustiano de Olózaga, que inició a la Reina, aparte de en las Ciencias, en otro tipo de “artes más íntimos”. Este descuido de la educación de la Reina y de su hermana, tiene su origen en el afán de María Cristina por consolidar el trono de su hija, para lo cual debió de luchar denodadamente contra Don Carlos y sus partidarios, en lo que fue la Primera Guerra Carlista (1833-1839).
Asimismo, para aliviarse de las dificultades que la política entrañaba, la Reina Regente vertió todos sus afectos en su amante Fernando Muñoz, joven capitán de la guardia, a quien el vulgo comenzó a llamar “Fernando VIII” y con quien tuvo ocho hijos, cuyos embarazos no podía esconder.
Una coplilla decía:
“ Clamaban los liberales que la reina no paría.
¡Y ha parido más muñoces que liberales había!”
La unión de la regente con Fernando Muñoz, a quien llegó a otorgar el título de Duque de Riansares, se prolongó durante toda su vida, si bien le trajo no poco desprestigio y, esto unido a otras causas como la terminación victoriosa de la Guerra por parte de Espartero y el Motín de La Granja, terminaron por minar el crédito de la regente, que al final tuvo que exiliarse a París por exigencia del propio Espartero bajo amenaza de divulgar su matrimonio secreto con Fernando Muñoz.
De esta primera regencia pueden resaltarse algunas “luces” como: La división provincial de España , llevada a cabo por Francisco Javier de Burgos, Ministro de Fomento y que se mantiene prácticamente en la actualidad. El Estatuto Real de 1834, que iba muy en la línea del despotismo ilustrado, negando que la soberanía nacional radicase en el pueblo, pero que consagraba ciertos derechos y libertades, aunque no se trataba de una Constitución “stricto sensu.”
Como “sombras”, aparte de los desastres derivados de la Primera Guerra Carlista, ya en marcha, nos encontramos con la política de desamortización de los bienes eclesiásticos, impulsada por Juan Álvarez Mendizábal que, si bien tenía el objetivo de aliviar las finanzas públicas y repartir la tierra y alivió momentáneamente la situación, causó graves daños al Patrimonio Nacional y sobre todo a los campesinos.
Estos fueron despojados de las tierras de la Iglesia por los nuevos propietarios, unas tierras que venían cultivando desde hacía siglos y por las que pagaban unas exiguas rentas. Esta política propició finalmente que las tierras y propiedades eclesiásticas fueran a manos de unos pocos, de elevados recursos económicos, que fueron capaces de adquirirlas.
En 1843 finaliza, de un modo impensado, al igual que otros gobiernos del s. XIX, la Regencia del General Baldomero Espartero, pues tras de una serie de levantamientos frustrados, triunfa finalmente el encabezado por Narváez, Serrano y Prim, tres jóvenes generales que eran desconocidos hasta ese momento y que entraron en Madrid, provocando la caída del regente.
Las fuerzas políticas, divididas desde el comienzo del reinado en dos facciones denominadas progresistas y moderados, se ponen de acuerdo para adelantar la mayoría de edad de la Reina, que en este momento tenía 13 años. Comienza así el llamado “reinado personal” de Isabel. Dado el carácter apasionado de la reina, que a lo largo de su vida protagonizará numerosas aventuras amorosas, se produce en el entorno más cercano a ella y en la clase política un anhelo de procurarle una estabilidad emocional y política mediante el matrimonio.
Se barajan numerosos candidatos a pretendientes.
El primero de ellos, propugnado por la madre de la reina, era el hermano de la propia María Cristina, por tanto tío carnal de Isabel, el Conde de Trápani; el candidato aconsejado por la corte de Francia era el hijo del Rey Luis Felipe, el Duque de Montpensier; el candidato de Inglaterra era el Duque Leopoldo de Sajonia-Coburgo; y por su parte, los carlistas alentaban la alianza matrimonial de Isabel con su primo Carlos Luis de Borbón, hijo del pretendiente.
De todas estas opciones, la más idónea hubiera sido esta última, pues hubiera liquidado el pleito dinástico, pero la exigencia de los carlistas de que la Corona fuera compartida por ambos cónyuges, amén de la poca simpatía que sentía Isabel por su primo, dieron al traste con esta solución.
Finalmente, razones políticas y de estado y la presión de su propia madre y de la religiosa conocida como “Sor Patrocinio, la monja de las Llagas” (con una gran influencia sobre Isabel en todo su reinado), hicieron que se optara por , tal vez la peor de todas las opciones: El elegido fue Francisco de Asís, hijo del Infante Francisco de Paula (hermano de Fernando VII) y de Luisa Carlota (hermana de María Cristina), primo doble de la reina, políticamente inofensivo, lo que le hacía ser un buen candidato a la vista de los políticos.
En este caso, además de sus escasas cualidades personales y algunas carencias físicas, contaba el candidato, llamado “Paquita” en su entorno familiar, con la inicial resistencia de Isabel que decía: “con cualquiera menos con Paquita”. El matrimonio se celebró el 10 de octubre de 1846, día en que la reina cumplía 16 años. La celebración fue conjunta con la boda de Luisa Fernanda con el Duque de Montpensier, hijo de Luis Felipe de Francia, que pasó de pretendiente a cuñado, y que fue enemigo “cordial”, y también consuegro, de Isabel durante toda su vida.
Desde el inicio de su matrimonio los esposos se profesaron una antipatía insalvable que condujo a continuas separaciones y conflictos en los que hubieron de mediar políticos como Narváez, el confesor de la Reina D. Antonio Mª Claret, hoy santo, y el propio Papa Pío IX. No obstante Isabel y Francisco de Asís, vivieron prácticamente separados, el Rey consorte en los palacios de Riofrío y El Pardo y la Reina en Madrid.
A lo largo del matrimonio nacieron 11 hijos de los que sobrevivieron cuatro: Isabel, Paz , Eulalia y Alfonso. Decimos a lo largo del matrimonio, si bien no todos parece que fueron fruto del mismo, dada la cantidad y calidad de los amantes de la Reina a lo largo del mismo. Como se ha dicho, el carácter fogoso de Isabel la impulsó desde muy temprana edad al contacto con el sexo contrario. Así con tan solo 13 años tuvo su primera aventura con el que fuera uno de sus preceptores, y luego Jefe de su Gobierno, Salustiano Olózaga, hombre culto y bien parecido, que justificó su actuación como mal menor para que la joven Reina no hubiera tenido un inicio amoroso “con no se sabe quien”…
Esta actitud de Isabel continuó durante su vida y así tuvo diversos amantes entre los que se encuentran el General Serrano (llamado “el bonito” por la Reina), el Maestro Arrieta, los cantantes de ópera Mirall y Obregón, el Marqués de Bedmar, Miguel Tenorio y el Comandante Puig Moltó, a quien se atribuye nada menos que la paternidad del futuro Alfonso XII.
Por su parte, Francisco de Asís hizo su vida amorosa, a veces incierta, pues su orientación sexual no estaba clara y además tenía una patología conocida como hipospadias, que dificulta las relaciones sexuales y que pudo propiciar algunas actitudes poco varoniles, para la época. (La hipospadias consiste en que el orificio de la uretra del varón no se encuentra en el sitio habitual del pene. Hoy día esta patología tiene una sencilla solución quirúrgica, pero no así en el s. XIX) .
Aludiendo a este problema físico de Francisco de Asís, el pueblo cantaba una significativa copla que decía:
“Dª Paquita la pastaflora, que orina en cuclillas como las señoras”
Este matrimonio fue una desgracia para Isabel y para España.
Para la Reina, por lo ya expuesto; y para el país, porque, contrariamente a lo que se pensó, el Rey consorte tuvo ciertas aspiraciones de encarnar personalmente la Monarquía y, mal aconsejado por una camarilla cercana, tuvo en parte la culpa de la caída de popularidad de la Institución Monárquica y de la persona de la Reina, que trajo como final la Revolución de 1868.
Así pues, el reinado que sucede al de Fernando VII, se distinguiría por propiciar aun más la división entre los españoles: La Guerra Carlista; la Corona buscando un Rey distinto de los de la Casa de Borbón, entre numerosas opciones propias y extrañas; los partidarios de la república; los partidarios del propio Rey consorte Francisco; los partidarios de la vuelta de los Borbones a través del aun muy niño hijo de Isabel, luego Alfonso XII…
En resumen, un panorama poco esperanzador que se dibuja en el horizonte de España y que evolucionará a más con el correr de los tiempos y de los avatares políticos.
FUENTE: https://www.eladelantado.com/nacional/el-conflictivo-aunque-muy-interesante-reinado-de-isabel-ii-i/