EL CONVENTO DE SAN ANTONIO DE TRUJILLO
Ene 15 2014

POR JOSÉ ANTONIO RAMOS RUBIO, CRONISTA OFICIAL DE TRUJILLO (CÁCERES)

Foto del convento de San Antonio antes de su restauración en 1995.  El Hotel Izán está ubicado en el antiguo convento de San Antonio, en la calle y plaza de su mismo nombre, que habitaron las religiosas Descalzas franciscanas.
Foto del convento de San Antonio antes de su restauración en 1995. El Hotel Izán está ubicado en el antiguo convento de San Antonio, en la calle y plaza de su mismo nombre, que habitaron las religiosas Descalzas franciscanas.

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El Padre de la Cueva, sacerdote trujillano y don Francisco Sánchez, son los que consiguieron que se construyera el convento para Religiosas de la Orden Clarisas Descalzas de la 1ª Regla de Santa Clara, Orden fundada por Francisco de Asís. Ellos iniciaron las trámites en Madrid, donde se desplazó el Padre Cuevas para proponer la fundación al Padre Comisario de la Orden de Clarisas Descalzas de la 1ª Regla de Santa Clara y en principio obtiene la aprobación necesaria, subordinándola al visto bueno de la Superiora del Convento de las Descalzas de Princesa, casa Madre de la Orden, las cuales no pusieron ningún impedimento.

A su regreso de Madrid el Padre pasó por Plasencia y consiguió traerse a Trujillo dos Hermanas Beatas, a las que había preparado e instruido San Pedro de Alcántara.

Estas dos beatas se acomodaron en dos pequeñas viviendas lindantes al que sería convento y que habían donado dos devotas trujillanas para la construcción del Convento.

Con las limosnas que iban obteniendo y aportaciones que conseguían poco a poco fueron dando forma al Cenobio y aquí se instalaron las monjas que acudieron para formar la 1ª Comunidad, estimando que aún era bastante para su alta pobreza deseada, lo poco que podía ofrecérseles. Fueron ellas las que comenzaron la construcción del convento con las limosnas que iban obteniendo y la ayuda de devotos trujillanos. La Ciudad empezó a considerar al Convento como fuente de bienes espirituales y Divinos, ya que por intermedio de las Monjas, obtuvieron solución a los problemas que les presentaban y pronto quisieron que el Convento se consolidara. Escribieron al Obispo de Plasencia, Fray Martin de Córdoba, de la Orden de Santo Domingo, y con fecha 18 de agosto de 1574 dio licencia y prestó ayuda para rematar la construcción del Convento, con la autorización solicitada.

El convento fue fundado el 6 de Septiembre de 1574 por D. Fr. Martín de Córdoba y Mendoza, OP, Obispo de Plasencia, para «monjas de la primera regla de Santa Clara, vulgarmente dichas descalzas», para lo cual trajeron religiosas de las Descalzas Reales, de Madrid, en la Provincia de San Miguel. Fueron tres monjas católicas, pertenecientes a la orden de las «Descalzas Reales» de Madrid, las que se desplazaron a Trujillo y se unieron a las dos beatas que habitaban el Convento de San Antonio. Señores, hidalgos y otras figuras importantes de aquel tiempo disfrutaban de un agradable retiro en dicho convento, a su paso por la ciudad de Trujillo.

Los orígenes de esta Orden le encontramos en las clarisas, Orden fundada por la ilustre dama Clara Favarone, nació en Asís, cuando el año 1212 Fr. Francisco de Asís le impuso el velo de las vírgenes en la iglesia de la Porciúncula, conduciéndola poco después a la ermita de San Damián, donde al poco tiempo la siguió su hermana menor Inés. La característica de la nueva orden religiosa, que desde entonces sería la segunda dentro de la orden franciscana, había de ser que las nuevas religiosas habían de vivir en estrecha pobreza, sin nada propio, y en rigurosa clausura.

Pero de acuerdo con lo dispuesto en el canon 13 del IV Concilio Lateranense del año 1215, las nuevas órdenes que en lo sucesivo se fundasen habían de adoptar una de las reglas de las órdenes religiosas legítimamente ya aprobadas. Esto obligó a las clarisas, que durante cincuenta años ensayaran cinco reglas distintas por las que habían de gobernarse:

* La Forma vivendi dada por san Francisco el año 1212 y las observancias primitivas del convento de San Damián.

* La regla benedictina que el cardenal Hugolino, después Gregorio IX, redactó en 1219 para el gobierno de los monasterios que en adelante se fundasen, aprobada por el mismo Gregorio IX el año 1228. Comoquiera que de acuerdo con esta regla algunos conventos recibían bienes, alarmada sor Clara por esta circunstancia, se apresura a solicitar la confirmación del Privilegium paupertatis obtenido en 1216 del papa Inocencio III, y concedido por Gregorio IX en septiembre de 1218, el cual se aplicó a pocos monasterios, entre ellos: Pamplona, Burgos, Zaragoza y probablemente Zamora, pues dice la Crónica que sus monjas eran «profesoras de la primera regla».

* Nueva regla o forma de vida redactada por el papa Clemente IV, donde se abandona definitivamente la mención de la regla de san Benito en la forma de la profesión, sustituyéndola por la regla bulada de San Francisco, y los monasterios de damianitas se confiaban al cuidado y solicitud de los prelados de la orden de los menores. Aprobada por el papa Inocencio IV en 1247, pronto cayó en desuso.

* Regla propia de santa Clara, aprobada también por Inocencio IV en 1253, el mismo año de la muerte de la santa, la cual la redactó para su monasterio de San Damián.

* Regla de Urbano IV, aprobada el año 1263, según la cual las monjas habían de llamarse en lo sucesivo de la orden de Santa Clara; pueden tener rentas y posesiones en común a condición de que en particular sean fieles a la pobreza profesada; la duración en el cargo de la abadesa, que puede ser vitalicia, se ordena que ésta, con ocasión de la visita, presente su renuncia y consigne el sello al visitador, el cual hará que se proceda a una nueva elección si no juzga idónea a la renunciante. Al cardenal protector o a su delegado corresponde la confirmación de la elegida.

Los monasterios que aceptaron la regla de Urbano IV, que fueron la mayoría, eran conocidos en la orden como clarisas urbanistas. El año 1953, con motivo del Centenario de la muerte de Santa Clara, se realizó una encuesta entre las religiosas de España en la que se les preguntaba, entre otras cosas, el año de su fundación y qué regla profesaban; contestaron casi todas, y por sus respuestas pudieron comprobar que la mayoría profesaba la regla de Urbano IV, es decir, eran urbanistas. Sin embargo, algunas hacían las siguientes distinciones: algunas profesaban la «2.ª Regla de Santa Clara», la cual no es otra cosa que la de Urbano IV; solamente dos monasterios, Baeza y Tarragona, dijeron que profesaban «La Regla de Inocencio IV», la cual no es otra cosa que la regla de santa Clara, aprobada por Inocencio IV en 1253.

Actualmente esta situación ha cambiado sustancialmente. Desde el año 1950 nació en la orden un nuevo espíritu de vuelta a las primitivas fuentes. Según esto, en nuestros días, en España, 168 monasterios profesan la regla de santa Clara; 46 son urbanistas por continuar con la regla de Urbano IV. En el mundo, 504 monasterios siguen la regla de santa Clara, 94 siguen urbanistas.

En España algunos monasterios pretenden haber sido fundados por discípulas o compañeras de Santa Clara, o aun por sobrinas y primas suyas, por ejemplo los monasterios de Burgos, Salamanca, Zamora, Ciudad Rodrigo, Carrión de los Condes, las cuales estaban de paso para Galicia, Medina del Campo, Valladolid, Cuéllar y Toledo. Desde luego, se trata en general de comunidades que en sus orígenes no son sino simples beaterios, registrados en algunos casos como formando parte de la orden de san Francisco. Otras veces, se puede suponer que las dichas discípulas de santa Clara son beatas españolas que quizá van en peregrinación a Roma y a Asís, y allí visitan a sor Clara, de quien aprenden el nuevo modo de vida religiosa contemplativa. Parece que por esos años hubo un movimiento intenso de peregrinaciones de este tipo entre España e Italia

La segunda orden franciscana, las clarisas, se extendió rápidamente por el mundo, pues consta que ya en 1228 contaba con 24 monasterios sólo en Italia, cuyo número había ascendido a 47 a la muerte de la santa, el 11 de agosto de 1253, a los que hay que añadir los 22 que había en España, los cuatro de Francia y cinco de Alemania, siendo nuestra nación, después de Italia, la primera en recibir sobre su suelo a las clarisas, y la que cuenta con mayor número de fundaciones desde el siglo XIII hasta nuestros días. Para los siglos XIII al XVI registramos aquí 194 monasterios españoles de clarisas. Durante estos siglos las religiosas eran conocidas con las denominaciones de damianitas, en recuerdo del monasterio de San Damián, de Asís; damas pobres, menoretas, descalzas y frairas; pero a partir del año 1263, por indicación del papa Urbano IV, como ya hemos dicho, comenzaron a ser llamadas clarisas.

En el convento de Trujillo vivieron las religiosas desde su fundación en el año 1574 hasta el año 1836.

Numerosas revelaciones y hechos milagrosos se produjeron en este convento, con lo que se aumentaron y fortalecieron la fe y devoción de los trujillanos que siguieron aportando ayudas para la terminación de las obras, que ya alcanzaron algún realce y esplendor, dando dignidad a la vivienda de las Religiosas acogidas en sus muros.

Muchas reliquias llegaron a guardarse en el Relicario del templo donadas por insigne personalidades, solamente señalaremos algunas de las que cobraron mayor devoción y a las que acudían los devotos para alcanzar el logro de sus peticiones materiales o espirituales: Una copa con sangre y agua del costado de Cristo, derramada en su Crucifixión, Huesos de numerosos mártires y Santos, que se utilizaron para acrecentar la devoción religiosa. Incluso, el vulgo popular tuvo por caso milagroso que habiéndose prendido fuego en este Relicario de la Iglesia, las reliquias no sufrieron daños, si las cajas y joyas que las contenían.

Se conservan algunas muestras pictóricas al fresco que han sido restauradas pues se encontraban en deplorable estado de conservación, algunas difícil precisar el contenido de la escena representada, en otras podemos destacar la representación de la Oración en el Huerto, se encuentra en el Salón Pizarro, antigua Sala Capitular del Convento, lugar de reunión donde se trataban asuntos de interés para el convento; en un lat4eral del claustro la representación de la Sagrada Familia. Son restos de pintura al fresco religiosa que se conservan en Trujillo, datadas en la segunda mitad del siglo XVI, de autor desconocido, posiblemente las propias monjas del Convento. Las pinturas al fresco fueron restauradas por doña María de los Ángeles Guzmán Tejero en el año 2001. Otras pinturas del convento de San Antonio reflejan la presencia de la monja venerable Sor Mariana de Jesús en las habitaciones del convento, son uno de los escasos ejemplos pictóricos religiosos de la Alta Extremadura. En un lateral del patio central doblemente claustrado, de pretensiones herrerianas, se abre un arco de medio punto con la representación de Jesucristo y Santa Catalina con su símbolo parlante: la rueda, así como un cordón franciscano con su escudo que recorre el arco. En el piso superior, en la que fue celda de la monja tudesca, se conserva un lienzo de pared con la representación de Sor Mariana de Jesús en una de las apariciones de Jesucristo Crucificado. Y en un lateral del claustro, en el piso superior, otra escena de la monja Sor Mariana de Jesús con Cristo, esta se conserva en perfecto estado. Como ya hemos indicado, estas pinturas deben de datar de la segunda mitad del siglo XVI, en junio de 1578, a petición de la abadesa, el Concejo otorga doscientos ducados al Convento para realización de obras y adecentamiento de las celdas de las monjas, que «por falta de espacio en los dormitorios padecían grandes enfermedades».

Como antes dijimos, fueron numerosas las personalidades que ayudaron a este Convento: Felipe II y su esposa Ana hicieron donaciones importantes en joyas y objetos religiosos. El Rey Felipe III a su paso hacia Portugal, donde acudía a la jura de su hijo, donó 2.000 ducados para la Iglesia. Felipe IV ordenó entregaran a este Convento, cálices, mantos y otras reliquias. El Concejo trujillano también colaboró con importantes donativos. El Obispo placentino, en 1619, legó 3.000 ducados, también para la construcción de la iglesia.

El convento llegó a tener a finales del siglo XVI 24 monjas y todas se distinguieron por su piedad

El convento llegó a tener a finales del siglo XVI 24 monjas y todas se distinguieron por su piedad, despego de todo lo humano y renuncia a lo que no fuera oración sacrificada y pobreza deseada.

El convento se construyó en dos fases, la primera ejecutada entre los años 1573 (antes de la llegada de las religiosas al cenobio) y 1592 —dormitorios, enfermería, un cuarto corredor y cocinas—, la segunda en la primera mitad del siglo XVII, fecha a la que corresponde la iglesia barroca, cruciforme, con transepto no destacado y cúpula sobre el crucero, traza rectangular, con bóvedas de cañón y rematada en pináculos, con lucernarios. La fachada presenta arcos de medio punto, dovelados y en ella un pequeño templete de granito con un relieve del Santo Patrón, que todavía perdura.

No podemos relatar todos los hechos extraordinarios y confirmados que, ocurridos dentro de este Convento, donde siempre fueron protagonistas estas humildes Religiosas, pero no podemos por menos de relatar algunos de ellos: Cierto día se descubrió en los muros y suelos de la Casa una plaga de pequeños insectos, conocidos como corianas o cucarachas, que por las noches se extendían por todas partes. Las Monjas intentaron de hacerlos desaparecer, pero todos los remedios utilizados eran ineficaces. Quemaron montones de estos insectos, pero parecía que de las cenizas revivían inundando con su presencia todos los lugares del Convento. Aburridas y no sabiendo ya que medios disponer para luchar contra ellos, decidieron sacar en procesión a las imágenes de los siete mártires de la Orden que tenían en su Iglesia, y fue maravilla que desde entonces no volvieron a ver a ninguno de estos animalillos.

Otro de los hechos que acontecieron entre los muros del convento tuvo como protagonista a Sor Mariana de Jesús, la cual escribió algunos libros de espiritualidad que utilizaron las Monjas en sus devociones: La Declaración de los Evangelios, Meditaciones para la Natividad del Salvador y Espejo Cristalino. Esta Religiosa nació en Alemania. Allí entró al servicio de una Dama de la Reina Ana, casada con Felipe II, y con ella vino a España, ingresando en las Descalzas de Trujillo. Estando una vez en oración se sintió elevada del suelo, según testimoniaron las monjas que estaban presentes, tanta era su devoción que la elevó sobre todo lo terreno, por unos instantes.

Los hechos acontecidos a principios de la guerra de la Independencia (1809), al paso de las tropas francesas por Trujillo, tuvieron desastrosa consecuencia para este Convento, que arrasaron destruyendo gran parte del Convento, aunque todavía permanecieron en él algunas Religiosas, que se negaron a abandonarle.

Más tarde y a consecuencia del Decreto de Isabel II, de 19 de febrero de 1836, conocido como la Desamortización de Méndizabal, ya que este como Presidente lo firmó, las Congregaciones y Bienes de la Iglesia pasaron al Estado y muchos tuvieron que abandonarlos. La Masonería también alentó las ideas antirreligiosas y las monjas viendo que les era imposible seguir en el convento, tuvieron que dejarle las pocas que subsistieron a estos avatares, y se refugiaron las seis últimas que quedaron en el Convento conocido en Trujillo de Santa Clara, que se libró de los efectos del Decreto, sin duda por la fuerte influencia que tuvieron en su defensa las familias y personajes importantes que le fundaron, bien relacionadas con las Ordenes Militares, Papa Clemente VIII y otros bienhechores principales en la Corte.

Abandonado el Convento se pensó en destinarle para instalar una Sección de Caballos Sementales, que no llegó a realizarse. Divido en lotes, fue vendido por Venta Judicial. Dos terceras partes las compró don Bartolomé de Arteaga, casado con doña Gumersinda Fernández Lavin. De este matrimonio tuvieron dos hijos Margarita y Mariano Arteaga y Fernández Lavin. Fallecido don Bartolomé y doña Gumersinda, heredan los hijos nombrados. Doña Margarita casada con don José Díaz Quijano, permanece soltero don Mariano y al fallecimiento de éste hereda la parte del convento comprada por don Bartolomé su hija doña Margarita Arteaga y Fernández Lavin, llegando más tarde al hijo de este matrimonio don Mariano Díaz Quijano y Arteaga junto con Las fincas Las Alberguerías y parte de las Carboneras. La otra parte del Convento adquirida por doña Josefa Carrasco Robles, fue heredada por su hija doña Josefa Martínez Carrasco juntamente con la parte de la familia Arteaga Fernández Lavin, que adquirió por compra. Casada la mencionada doña Josefa Martínez Carrasco con don Juan Mediavilla Martínez y por sucesivas herencias pasó a los hijos de doña Josefa Vidarte Mediavilla, últimos propietarios.

Desde la Guerra Civil (1936-39), durante la cual sirvió de refugio, el edificio permaneció deshabitado y en estado de inundación permanente.

El edificio ha sido reconstruido para alojar el Meliá Trujillo Boutique Hotel que fue inaugurado el día 5 de diciembre de 2001 y, desde el año 2009, su propietaria es la cadena Izánhoteles. Aún se pueden admirar importantes vestigios originales de la época, tales como las pinturas murales, la cúpula de la Iglesia y la imagen de San Antonio en la puerta de la entrada.

Actualmente, el Hotel cuenta con 77 habitaciones. Ocupando las antiguas dependencias del convento de San Antonio, del siglo XVI, el Izán Trujillo se abre como un hermoso espacio. La belleza la iremos descubriendo en su claustro, en estancias abovedadas y en sus cómodas y elegantes habitaciones decoradas con un toque palaciego aristocrático.

Fuente: Periódico La Opinión de Trujillo

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