POR RICARDO GUERRA SANCHO, CRONISTA OFICIAL DE ARÉVALO (ÁVILA)
Todo el día con las previsiones de lluvias, pero la procesión salió en la noche del Miércoles Santo con agradable de temperatura y mucho público. A la llegada, las 12,30, el termómetro marcaba 12º y la luna creciente asomaba con frecuencia como mirando la comitiva del Cristo de la Fe portado por cofrades de la Santa Vera Cruz con habito blanco y capuchón verde y la Virgen de las Angustias de San Juan con mujeres de negro. Paso lento al ritmo de los redobles de tambores de los cofrades más pequeños y los acordes de la Banda Municipal de Música de Arévalo que interpretó bellas marchas procesionales.
Un recorrido intimista que transcurre por las estrechas calles de la morería, desde El Salvador hacia San Francisco, calle Larga, estrecha y sinuosa, calle de Figones, Mayor de la Morería para llegar a San Juan. donde se despidió al Cristo con el canto del Miserere y el Stabat Mater interpretados por la Coral La Moraña, dos composiciones de la mejor polifonía religiosa, en la plazoleta ante el templo como es tradicional, y en medio de un impresionante silencio. Allí el Cristo de la Fe quedará depositado en espera de la mañana del viernes para salir en el Vía Crucis. La Virgen en su Soledad, pero bien acompañada por los devotos, regreso en la procesión al templo-museo de El Salvador por el Arrabal y calle Caldereros. Presidió la celebración el párroco Jesús Sánchez y las autoridades locales. Y justo en la oración final de la procesión, comenzaron a caer unas finas gotas… pero el programa estaba cumplido.