EL CRONISTA ARROYANO DICE «HASTA LUEGO» A SU SECCIÓN HISTÓRICA CON UN ÚLTIMO ARTÍCULO
Oct 05 2022

POR FRANCISCO JAVIER GARCÍA CARRERO, CRONISTA  OFICIAL DE ARROYO DE LA LUZ (CÁCERES)

A principios de mes, como es habitual, Francisco Javier García Carrero, Cronista Oficial de Arroyo de la Luz, publicó un nuevo artículo de un suceso histórico de la localidad en el blog de la asociación cultural Arroyo de la Luz Paisajes y Fiestas.

Este último artículo lo firmaba con una nota de despedida, en la que señalaba que, tras más de 100 meses publicando artículos, iba a poner un punto a su participación mensual en el blog.

« Quiero señalar a todos mis lectores, que con este artículo voy a poner un punto, espero que seguido, a mi presencia mensual en el blog de Paisajes y Fiestas, toda una ventana abierta al mundo y que tan magistralmente dirige el amigo Dani. Han sido más de 100 meses seguidos desde que iniciamos esta andadura en el Hoy Arroyo de la Luz y que continuamos brevemente en la Revista El Convento y antes de llegar hasta el presente escaparate. Creo que es un buen momento para decir un «hasta luego» y expresaros a todos mi sincero agradecimiento por esa fidelidad mensual. Nos vemos. Fuerte abrazo».

El artículo, que compartimos a continuación, puede leerse en el blog Arroyo de la Luz Paisajes y Fiestas a través del siguiente enlace:

https://arroyodelaluzpaisajesyfiestas.blogspot.com/2022/10/65-el-cronista-empleados-del.html?fbclid=IwAR1ymumElfuBg5-MUaz4fydMYnEkAXlXrLPkF9td42CsFyNt8ZbJPOgoCno

El Cronista: «Empleados del Ayuntamiento arroyano, 1940-1941»

Desde que iniciamos la aventura de trasladar a la población un artículo mensual, ya llevamos más de 100 trabajos. Los que siguen el blog conocen que la temática a lo largo de todo este tiempo ha sido muy variada. No obstante, cuando realizo algún texto que recoge la intrahistoria familiar de algún arroyano que yo entiendo como característico e importante en el pasado más o menos cercano, surgen lectores que me indican que su familiar también debería ser objeto de ese «estudio». Algunos de ellos me dicen que su padre, abuelo, hizo esto o lo otro, que trabajó aquí o allí o que favoreció la existencia de algunos de sus paisanos.

Todo loable y todo entendible. Como han sido varios los amigos que me han trasladado que su padre o abuelo había trabajado para el ayuntamiento, aunque no sabían exactamente en qué ni casi cuándo, he querido que el presente mes hacer un repaso, obviamente más breve que los puramente personales, de todos aquellos empleados del consistorio arroyano que trabajaron para el mismo en un año muy concreto, entre 1940 y 1941. Por consiguiente, aparecerán en este artículo un buen número de nombres que estoy seguro que muchos lectores identificarán como sus parientes. Y he elegido estas fechas por ser unos años lo suficientemente importante en la población. Sería algo así como recordar a los «empleados para después de una guerra»., y casi parafraseando a Martín Patino cuando rodó aquella magnífica película que mi padre, Agustín García Berenguer, visionó en múltiples ocasiones y que siempre lo hizo con lágrimas en los ojos (magnífica, por otro lado, y casi de visionado obligatorio para entender aquellos terribles años).

La guerra civil había concluido oficialmente el primero de abril de 1939. La Nueva España nacía y con ella toda una nueva estructura de poder que se iniciaba en los consistorios municipales y que ascendía por los órganos provinciales y antes de llegar a la cúspide en Madrid. Como era lógico no todos los empleados, funcionarios, trabajadores eran nuevos. Muchos de ellos ya venían ejerciendo esos cargos con anterioridad, pero todos ellos, tuvieron que pasar por el filtro de la «depuración» para saber fehacientemente que ninguno «añoraba» el pasado anterior más cercano y que sus postulados políticos no eran contrarios, por consiguiente, a lo que la Nueva España demandaba de todos ellos.

En ese año el alcalde era Francisco González Toril, el mismo llevaba en el puesto desde mayo de 1937. Le acompañaban en el consistorio como concejales Joaquín Higuero Carrero, Benigno Terrón Moreno, Miguel Javato González, Santos Carrero Paniagua, Pablo Rosado Tomé y Justo Cruz Palacín.

El resto de la plantilla que trabajaba para el consistorio municipal lo encabezaba el secretario de primera categoría del ayuntamiento, el cacereño Juan Luis Cordero Gómez, aquel año era todavía interino en el puesto y tenía un sueldo de 7.000 pesetas anuales. Era el que más cobraba, con diferencia, de todos los trabajadores del consistorio. Los administrativos eran varios, todos propietarios, un oficial primero llamado Teodoro Casquero Cid, con un sueldo de 3.750 pesetas; un oficial segundo, Arturo Cebrián Salas, que tenía una remuneración anual de 3.299 pesetas; y tres oficiales de tercera, Santiago Barriga Gallego, que percibía un sueldo de 2.500 pesetas; y Lorenzo Jorna Castaño y Juan Marín Marín que tenían una remuneración anual algo menor, 2.400 pesetas.

El recaudador de arbitrios e impuestos municipales se llamaba Benedicto Bernal Nieto, era también propietario en el cargo y percibía un sueldo de 3.500 pesetas anuales. Los médicos municipales eran en aquel año tres. Dos propietarios y un interino, aunque los tres percibían del consistorio la misma cantidad, 3.500 pesetas anuales. Los propietarios se llamaban Vicente Criado Valcárcel y Francisco López González. El interino era Manuel Rosado Ojalvo. El sueldo escaso que percibían los médicos por parte de los ayuntamientos lo completaban con las llamadas «igualas», que ligaban al médico con toda la familia que las suscribían y garantizándose así un mejor trato que cuando actuaban exclusivamente de «oficio».

El farmacéutico-inspector era una persona muy conocida, Nicolás Sánchez Asensio, ya que unos años antes había sido el alcalde de la localidad, aunque no solo era conocido por esto. Como funcionario propietario que era tenía un sueldo algo inferior a los médicos, 2.750 pesetas, que también completaba con la venta de medicamentos de manera privada. El segundo farmacéutico, Francisco Rosado Ojalvo, también propietario, tenía el mismo sueldo del consistorio que el anterior. Por otra parte, José Criado Valcárcel era el veterinario primero, titular de la plaza y tenía una remuneración de 4.000 pesetas anuales. El veterinario de segunda e interino se llamaba Olegario Notario Notario y recibía la cantidad de 3.500 pesetas anuales. Ambos completaban sus sueldos también con prácticas privadas.

Dos eran los practicantes en la localidad, ambos con la categoría de propietarios y los dos con la misma remuneración municipal, 1.050 pesetas anuales. Una cifra que se incrementaba, al igual que con los médicos con las llamadas «igualas». Sus nombres eran Santos Salomón Rodríguez, que tiene una calle en el pueblo en su honor, y el otro se llamaba Jesús Carrasco Toresano. La matrona o profesora de partos en la población aquel año se llamaba Leoncia Santamaría Cilleros. A la anterior, Polonia Mateos Pérez, que había ejercido muchos años en la villa, y que había ayudado a traer a muchos arroyanos a este mundo, la habían fusilado de manera inmisericorde, y, a pesar de esa injusticia, no tiene calle ni reconocimiento alguno. La matrona titular Leoncia recibía la misma cantidad que los practicantes y, como ellos, también obtenía un plus por las consultas o actuaciones privadas.

El inspector de la policía municipal, y con carácter de propietario, se llamaba Vicente Simón de Sande, recibía la cantidad de 3.300 pesetas. En el colectivo del magisterio el consistorio estaba ocupado con dos personas, un maestro municipal para niños, Manuel Andrada Ojalvo, y una maestra de niñas, Carmen Guillén Chaves. El primero con un sueldo de 3.000 pesetas anuales y la maestra, como era mujer, 2.500 pesetas. El ayuntamiento también tenía un agente en la capital que se encargaba de la resolución de los problemas burocráticos menores, se llamaba J. Carlos García Casillas, era interino. No era, obviamente, su único empleo y obtenía del consistorio 400 pesetas cada año. También tenía el municipio en nómina, incluso como propietario, un encargado de los relojes municipales que se llamaba Jorge Capdevielle, y que tenía un sueldo anual de 600 pesetas.

Dos eran los alguaciles de la villa, ambos propietarios y ambos con el mismo sueldo de 2.200 pesetas anuales. Se llamaban José Gilete Gilete y Silvestre Pascasio Plaza. Los conocidos como «serenos», es decir, los policías municipales que dependían orgánicamente del inspector Simón de Sande eran diez hombres y todos ellos tenían la misma remuneración anual, 2.100 pesetas. Sus nombres eran Pedro Fondón Tejado, Mariano Cacho Espadero, Bibiano Delgado Ramos, Eduardo Cordero Solana, Eugenio García Campos, Sixto Barrera Delgado, Abundio Pajares Sanguino, Juan Villalba Pajares, Fabio Aparicio Bejarano y Felipe Moreno Diacosta. Todos ellos eran los encargados de mantener el orden público en la población y hacer cumplir las estrictas normas emanadas desde el consistorio, desde el decoro en los bailes y hasta el control del orden en la fila del cine Solano cuando se esperaba un «lleno», por ejemplo.

El vigilante de arbitrios se llamaba Marcelo Salomón Macías, este subalterno con categoría de propietario obtenía un sueldo anual de 2.190 pesetas. Tres eran los barrenderos municipales, Loreto Pajares Casares, Julián Leal Pajares y Teodoro Amaya Palacios. Los tres recibían la misma cantidad anual, 1.300 pesetas. El voz pública o pregonero se llamaba Juan Muñoz Parra y tenía un sueldo de 1.200 pesetas. El guarda de la dehesa boyal era Blas Santano Ortigón y recibía anualmente 1.000 pesetas. El encargado del cementerio, y enterrador municipal era aquel año Manuel Durán Teomiro que tenía un sueldo de 1.250 pesetas y, por último, había una encargada de la limpieza del edificio municipal, aunque también era requerida en otros inmuebles, que se llamaba Emiliana Pasán Román, y que cobraba 913 pesetas anuales.

Como resumen final, deberíamos comentar que todos y cada uno de estos sueldos estaban muy por encima de lo que cobraban los arroyanos de entonces, y que no trabajaban para ningún organismo oficial. El sueldo habitual que se obtenía durante aquellos terribles años, no olvidemos que estamos en los llamados años del hambre, era el de una peseta diaria; o lo que era lo mismo, unas 360 pesetas anuales. Algunos empleos podrían alcanzar algo más, pero siempre las cifras eran bastante inferiores a las que aquí hemos detallado para estos trabajadores del consistorio arroyano.

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