EL HISTORIADOR, PROFESOR Y CRONISTA OFICIAL DEL REAL SITIO DE SAN ILDEFONSO (SEGOVIA) EDUARDO JUÁREZ, QUE SUFRIÓ EL VIRUS, AHORA SOLO QUIERE «DISFRUTAR DE LO COTIDIANO»
No hay mayor felicidad que la libertad recobrada. Con esta frase cervantina, Eduardo Juárez, vecino y cronista oficial del segoviano Real Sitio de San Ildefonso, define emocionado lo que ha vivido y lo que espera del extraño verano que acaba de empezar. Ha sufrido el maldito virus – «lo he pasado tan mal que solo quiero disfrutar de lo cotidiano», asegura– y, por continuar con Cervantes, para mantener la esperanza ante un tiempo difícil, donde una puerta se cierra, otra se abre.
Edu es una imagen asociada a un pueblo. 52 años y toda la vida en La Granja –con Valsaín, los núcleos del municipio–; historiador y profesor universitario, su envergadura, muy serrana, y su pelo ensortijado convierten al cronista en un personaje de la narración habitual del paraíso, calificativo que utiliza con asiduidad para referirse al sitio donde vive, realmente hermoso. «Cuento a mis alumnos que tengo el paraíso a la puerta de mi casa, que está aquí», explica orgulloso.
Expulsado del paraíso por el coronavirus durante 21 días, es consciente de la tremenda situación que se generó en el municipio, con casi un centenar de fallecidos y unos 400 infectados. Cifras devastadoras que sumieron el Real Sitio de San Ildefonso en una larga noche. «Lo cogí en el peor momento, el 12 de marzo, con tres semanas en el hospital y un mes con una neumonía que me colapsó», recuerda con los datos muy claros, como corresponde por su profesión a quien almacena con estricto orden hechos y fechas.
«Esto es un pueblo de encrucijada, abierto, donde se mueve mucho la gente entre Segovia y Madrid», explica, al tiempo que asegura que «aquí, en un contagio comunitario, es imposible escaparse; estamos acostumbrados a estar todo el día fuera y a vivir en comunidad». «Además por lo que he vivido no eres consciente de que estás enfermando», reflexiona Eduardo que define lo pasado como «si hubiéramos desaparecido unos meses, con la naturaleza asalvajada con jabalíes y zorros a sus anchas».
Despiertos ya de la pesadilla, para el cronista granjeño el verano en el que estamos es en principio «penoso, por el montón de actividad que no habrá, sin fiestas ni verbenas, pero no porque no queramos salir». Y tira de la hemeroteca que guarda entre su pelo rizado para contar que «hasta en la guerra hubo alguna celebración en los jardines del Palacio Real». «Experimentamos miedo a estar juntos, aunque siempre nos queda la sierra; faltan las actividades organizadas, que es el hilo conductor que vertebra nuestra vida en verano», resume.
Pero Eduardo, de naturaleza positiva, lanza un «encontraremos otra forma de pasarlo bien con una reinvención de la diversión a distancia». «Suplir la aglomeración –continúa– con más disfrute de la libertad», esa que hemos recuperado, «y lo cotidiano ahora es extraordinario y no hace falta casi nada para disfrutar».
El municipio, residencia de reyes, posee una extensa tradición de veraneo y sus cinco mil habitantes censados se triplican en el estío. «Habrá mucha más gente en la temporada, seguro; y cuidado no sea una avalancha que nos desborde, porque Madrid explota y estamos muy cerca», advierte, aunque cree que hemos realizado «un aprendizaje social y somos responsables».
Para recordar
A la pregunta de cómo titularía la crónica de este tiempo estival tan particular, Eduardo surca su imaginación para arrojar encabezamientos como «un verano para recordar lo cotidiano o un veraneo de reyes». «Porque volvemos a los tiempos en que pasamos el día en el campo –explica–, como hacían los monarcas cuya diversión era hacer excursiones a la maravillosa naturaleza que nos rodea».
Es retomar el encanto de lo cotidiano; es pasear la sierra y estar con los amigos, sin que te organicen el ocio. Como hace años para que el virus no nos robe otra vez la libertad.
Fuente: https://www.elnortedecastilla.es/ – JAIME ROJAS