«En el pasado está la Historia del futuro«.
Donoso Cortés, ensayista español del siglo XIX
La Historia nos proyecta las sombras que respiran en el tiempo. Vuelve a tejer con luz las almas llevadas por vientos encontrados, recupera paisajes arrasados, heridas, charcos últimos por donde escapa el sueño y nos hace visibles rostros de tierra, felices un instante. Una gran muchedumbre transita silenciosa por esa rueda de agua, manantial del tiempo, a donde se sumerge el buscador de seres naufragados. De ese agua de todos los colores nos da a beber la Historia: flujo abundante en guerras y alaridos, en gestos fratricidas de la perpetua estirpe del odio y de la sangre. A veces, llegan unas flores de azahar, en el milagro de un remanso medieval. Una sonrisa. Los brazos como ramas enlazadas de los amantes. O un espíritu de luz que vuela por sus alas.
Los historiadores, buceadores de episodios sumergidos, tienen el secreto del tiempo, de su océano cambiante. Nadan por extrañas grafías, por legajos ocultos, frágiles como recién nacidos; se hunden en regiones inexploradas. Tocan las vidas que cantaban con exultante lozanía, los periplos de pueblos ávidos de permanencia que buscan un árbol elevado de alabanzas; tocan también las guerras, su metal corroído, las agonías, las muertes, las cinturas tronchadas como ramos; las treguas en que los seres se respiran unos a otros y las entregas desconsoladas a nuevos pobladores.
Esas sombras nos llaman desde siempre. ¡Fueron tanto! Ahora ya sólo un matiz, un sonido, una ráfaga, un acento como un pájaro nebuloso que quisiera decirnos, revelarnos todo lo que se oculta en su pluma borrosa.
Por inundarnos de vidas, de sucesos, de sensaciones que respiran en el tiempo, nuestro más claro y encarecido agradecimiento a esa pléyade de nadadores de la Historia de nuestra Región y municipio por partida doble, nadadores a cuerpo limpio, guiados por la exigencia y el conocimiento.
Las riberas del Guatazales o «Río de la Miel», denominación ésta con la que los árabes rebautizaron a nuestro ancestral Riacho de Mula, constituye uno de los principales focos de asentamiento en la Vega Media de civilizaciones sucedidas en el transcurrir de la Historia. Sus márgenes, abundantes como las de su hermano mayor el Segura en restos prehistóricos, representan signos fundidos, fuerzas luminosas a modo de faro celeste en el infinito paisaje privilegiado donde tan sólo se puede morir de amor y de alegría.
Con un nombre de tan hondas resonancias, la colección de estudios históricos regionales y locales «A orillas del Guatazales», creada hace trece años por el Consistorio Municipal de Las Torres de Cotillas bajo el impulso y coordinación de la Fundación de Estudios Murcianos «Marqués de Corvera», plasma y condensa en sus páginas la eficaz labor investigadora de un grupo de expertos historiadores murcianos que vienen llenando y satisfaciendo una demanda de conocimiento de nuestras raíces, una experiencia de desvelar con dignidad nuestra identidad como espacio de vida en común.
Impulsor de tan ardua y fructífera empresa divulgativa es, desde sus albores, el historiador y Cronista Oficial de nuestra Villa y hoy Presidente de la Asociación Regional que aglutina a estos eruditos de postín Ricardo Montes. Es la punta de lanza de uno de esos ambiciosos proyectos enfocados a acercar a nuestros conciudadanos la Cultura con mayúsculas, a desvelar a los torreños y torreñas el saber condensado por una Historia de siglos, la de nuestros abuelos, la Historia de una tierra que, desde la atalaya del presente, encara el futuro sacando provecho y lección del experimentado pasado.
«A orillas del Guatazales» es de esas publicaciones que cuenta para su colección de obras con los trabajos de magníficos investigadores, catedráticos prestigiosos y con nuevas hornadas de estudiosos que, partiendo de las calas en una tierra caudalosa en asombros, aportan trabajos claves para desentrañar la historia de nuestro terruño, de nuestra Región.
Si «A orillas del Guatazales» es una colección de trabajos de investigación que empieza a gozar de un bien ganado reconocimiento entre los historiadores, búhos escrutadores del tiempo, también es cierto que aviva el interés por la Historia a cuantos lectores no especialistas se acercan al apasionante tapiz de ese río de la cultura y el sueño milenarios.
«A orillas del Guatazales» es río en el que nos elevamos bajo la sombra del tiempo y descendemos luego por su cauce, un curso vital que nos rapta en sus siglos y en sus ritmos cotidianos.
En un momento decisivo de nuestra Historia más próxima está «A orillas del Guatazales» que, en cada una de sus entregas, va cohesionando el latido de un pueblo, recuperando su personalidad, sus raíces, el panorama ignorado y abriendo vías decisivas de comprensión de una tierra con futuro prometedor y vitalista.
«A orillas del Guatazales» es un cauce que fluye rebosante de continuidad. Sea bien hallada y largamente viva esta publicación que proyecta al viejo río de milenios, a ese Riacho que, tributario del Segura, respira en el tiempo, hacia ámbitos más abiertos y universales.
Y ese flujo de agua nos dirá en el futuro que la labor fue noble, manantial obligado para quienes deseen transitar sin prisas y con ojos profundos por la orilla de un río que se puso de pie, empuñó la reciedad primigenia de campos y huertas y se echó a andar por esos mundos con vocación y empeño.
«A orillas del Guatazales» nos da noticias de los siglos, nos hace próximos y familiares a los seres que habitaron sus vegas y nos permite amarles, dialogar y convivir con ellos.
Desde nuestra alma torreña y murciana, adelante con esa ingente empresa que preserva de nuestras raíces más perennes.
Fuente: https://www.murcia.com/ – Juan José Ruiz Moñino