POR PEDRO MIGUEL MARTÍNEZ SÁNCHEZ
Hace unos días leí en este periódico la noticia sobre la dimisión del cronista oficial de Blanca, el holandés Govert Westerveld. El título atrajo mi interés por leer el contenido de la noticia, dado que es mi deseo dar a conocer lo que pienso de la labor que debe desarrollar un cronista oficial.
La única información de que dispongo sobre esa noticia es la que se refleja en el artículo citado. Deseo destacar mi admiración por este señor por el hecho de que, siendo una persona de origen tan alejado a nuestra tierra, se haya integrado de tal forma en su actual pueblo de residencia y haya sido acogido ampliamente, teniendo una producción literaria de una veintena de títulos relacionados con Blanca.
Qué gran verdad al decir que los hijos y nietos tienen derecho a saber la historia de su pueblo de forma neutral. La labor del cronista oficial es de una inmensa importancia. Su ideología no debe influir en el desarrollo de su actividad para narrar lo relacionado con el pueblo y sus personas, costumbres, hechos, cultura y obra social. Pero tampoco debe estar influenciada o dirigida por ideas políticas que llegan incluso a intentar diseñar su actuación. Al parecer, esto ha sucedido en Blanca y el señor Westerveld lo ha dado a conocer al alcalde.
Dicho lo anterior, creo que es el momento de introducir mi comentario sobre la ingente misión del cronista oficial, cuya labor, dotada de una gran responsabilidad, no solo debe servir para narrar con estricta veracidad los hechos. Con la información proporcionada no pueden hacerse deducciones erróneas y contrarias a la realidad y que contribuirían al desprestigio de instituciones y personas que tuvieron relación con ellos.
Un ejemplo puede justificar lo que digo. Hago referencia al espacio semanal que el cronista oficial de Jumilla, mi pueblo, hace en un medio radiofónico local. Recordaba hechos y noticias de 1952. Antes de tratar sobre ello, tengo que puntualizar que no tengo la menor duda en la veracidad de la información que da, aunque esta en concreto ya la diese en otro programa de hace alrededor de un año.
No puede referirse a los ingresos en ese año del Ayuntamiento por la recogida de esparto, que ascendieron a 15.770.000 pesetas, diciendo cosas como «creo que no está mal» y «lo malo es que de esa cantidad, a las casas de los jumillanos llegaba muy poco, a pesar del tantísimo dinero que recibían las arcas municipales». Efectivamente, esa cantidad de dinero era muy significativa, pero me consta que no se perdía por el camino, como vulgarmente se dice. Fue enorme la obra social que ese Ayuntamiento desarrolló en todo el pueblo. Esto no se puede decir así, sin más. Creo que habría que informar, entre otras cosas, de que los ayuntamientos debían transferir el dinero que les asignaba la administración en función de los ingresos y el plan de inversiones.
Jumilla estaba situada en la década de los cincuenta entre los tres ayuntamientos con más inversión, con la construcción del Instituto Laboral, escuelas, barriadas sociales, ayudas a las familias, infraestructuras… Es obvio que estas inversiones no se hicieron solamente en el ejercicio de 1952.
No tengo la menor duda de que nuestro cronista oficial seguirá ejerciendo su cometido con total lealtad a la verdad en beneficio de las generaciones actuales y futuras y del propio pueblo de Jumilla.
Fuente: https://www.laverdad.es/