El 26 de agosto de 1884 la escena española, la literatura patria, vistió de crespones negros en aquella tarde calurosa de Madrid. A las cuatro de la tarde dejada de existir, en la calle Fuencarral número 139, el eximio poeta y dramaturgo nacido en Chiclana de la Frontera –en 1813– Antonio García Gutiérrez. El día anterior había sufrido un primer ataque cerebral –accidente cerebrovascular– repitiéndole nuevamente y desencadenando una hemorragia mortal.
Aunque el deceso sucedió en el domicilio en el que vivía con su hija Magdalena y su familia, fue Ricardo, su hijo, quien comunicó el fallecimiento al presidente de la Real Academia de la Lengua con estas sencillas palabras: “Cumplo con el triste deber de comunicar a V. E. que en el día de hoy ha pasado a mejor vida mi sor. [señor] padre (…) individuo que era de la Academia que tan dignamente V. E. dirige”.
La noticia no solo llegó a la Real Academia, sino también a la prensa, que difundió la triste nueva sobre el poeta chiclanero. En todos los periódicos importantes de Madrid aparecieron notas laudatorias necrológicas resaltando la obra y personalidad de nuestro autor.
Al día siguiente, las cinco de la tarde, partía el cortejo fúnebre con el cadáver del poeta desde la casa de Fuencarral hasta la Sacramental de san Lorenzo.
Bibliografía:
-ARAGÓN PANÉS, J. L. (2013): “Crónicas para una biografía, Antonio García Gutiérrez”. Imprime: Alograf S. L., Chiclana de la Frontera.
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