POR MARÍA GUADALUPE RODRÍGUEZ CEREZO, CRONISTA OFICIAL DE MADRIGALEJO (CÁCERES).
San Juan Bautista es el Santo Patrón de Madrigalejo. Cuando decidieron sus vecinos ponerse bajo la protección de un intercesor ante Dios, eligieron uno de los más grandes santos de la Iglesia, aquel de quien el mismo Jesús dijo que “entre los nacidos de mujer, no surgió nadie mayor que Juan el Bautista” (Mt 11, 11). Otros santos también gozaron de la devoción de los madrigalejeños y, para darles culto, se levantaron ermitas dedicadas a los Benditos Mártires, a Santiago, a San Sebastián, a San Gregorio y a la Virgen de las Angustias. Y a San Juan Bautista, como su Santo Patrón, está dedicado el templo mayor de Madrigalejo, su iglesia parroquial, cuyo edificio actual acumula ya cinco siglos de antigüedad.
No es difícil imaginar por qué los antiguos pobladores de Madrigalejo eligieron a San Juan Bautista como patrón. Hay que pensar en su tradición agrícola y ganadera, en sus tierras fértiles para el cereal, cuyo ciclo termina en torno a la celebración de San Juan y, por tanto, es el tiempo de la recogida de la cosecha. Y también en su parte ganadera, fundamentalmente en los rebaños de ganado lanar; podemos ver en la imagen del Bautista, que va acompañado del Cordero de Dios.
Y por ser el Santo Patrón de la comunidad, el 24 de junio era la fecha que marcaba el inicio y el final de la actividad concejil. Así aparece constatado en los documentos.
Nombramientos del Concejo
Era costumbre desde “tiempo inmemorial” que, cada 24 de junio, “el día del señor San Juan”, se eligiera a las personas que deberían desempeñar los cargos del Concejo durante un año. Ese día, al son de campana tañida, se convocaba a los vecinos a juntarse en “aiuntamiento”, en la ermita de los Benditos Mártires.
La ermita de los Benditos Mártires debía ser la más antigua de Madrigalejo. No se conoce su localización exacta, aunque por algunos indicios se sospecha que pudo estar situada entre el Llanejo y la calle Hondonada. La última noticia que tenemos de esta ermita data de 1813, cuando una vecina, Mª Asunción Fernández, fue enterrada en su interior, por expreso deseo suyo, reflejado en su testamento. (L. RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Badajoz, 2008, pp. 307, 308 y 309).
Las personas que en esa fecha estaban ejerciendo los cargos de alcaldes, regidores y demás oficios concejiles debían nombrar a los vecinos que consideraban idóneos para que les sustituyeran en el Concejo. La elección debía realizarse según unas pautas determinadas que estaban consolidadas por “el uso y la costumbre”.
Por ello, para que la elección tuviera un mejor efecto cumplido, los cargos salientes debían comunicar los nombramientos a los “electores”. Cada uno de los cargos debía proponer a la persona que debía sucederle para desempeñar el cargo, no pudiendo nombrar a nadie que tuviera con él lazos de parentesco. Los “electores” eran un grupo de vecinos y naturales del lugar, que debían dar su parecer a esos nombramientos: si estaba bien hecha la elección “por ser toda gente honrada” o manifestar su contrario, si así les parecía.
Los cargos que se renovaban
Los cargos que debían renovarse eran los siguientes:
-Dos alcaldes ordinarios. Uno de ellos representaba a los hijosdalgo y el otro, a los pecheros.
-Dos alcaldes de la Santa Hermandad. Su misión era la vigilancia de los campos, especialmente velar por la seguridad en los caminos. Para acompañarles en esa vigilancia y para guardar la cárcel si hubiera algún delincuente preso, necesitaban unos cuadrilleros, personas que estos alcaldes consideraban ser idóneas para ejercer el oficio.
-Dos regidores o diputados del común, que se encargaban del cuidado y celo del gobierno político y económico del concejo.
-Un procurador síndico del común, que era el encargado de promover y defender los intereses de la población y de velar porque no se produjeran agravios. Era una función eminentemente reivindicativa.
-Un mayordomo, que llevaba las cuentas del concejo.
-Un depositario del pósito. El pósito era un almacén municipal de cereales destinado a tener reservas de grano ante los años de malas cosechas.
-Un alguacil mayor. Oficial subalterno de la justicia local.
-Un receptor de bulas. El receptor de bulas de la Santa Cruzada era un recaudador, encargado de recoger el dinero de las limosnas que generaba el reparto de bulas.
-Un padre de menores. Encargado en el municipio de velar por los niños huérfanos.
Después de la elección
Una vez que los electores dieran por buena la elección, era necesario que, ese mismo día 24, el resultado fuera pregonado en la plaza pública, por si hubiera alguna persona que pudiera decir algo en contra de dicha elección. El escribano tenía que dar fe de que el pregonero lo hubiera voceado públicamente, pues debía estar presente en la plaza, concurrida de gente, mientras se echaba el pregón.
Para que los nombramientos tuvieran validez, los cargos electos debían ser ratificados por el corregidor de la ciudad de Trujillo y, mientras tanto, no podían ejercer el oficio. Por ello, pocos días después –el 27 o 28 de junio-, uno de los alcaldes recién elegidos debía personarse en Trujillo y presentar la elección de los nuevos cargos ante el corregidor de la ciudad.
Si la autoridad trujillana daba por buenos los nombramientos, seguidamente tomaba la aceptación y el juramento del alcalde personado, de “usar y ejercer bien y fielmente cumplir en todo con la obligación del dicho oficio”. Para concluir, debía decir: “Sí, juro. Amén”. El corregidor, entonces, le daba poder y comisión para poder usar y ejercer el oficio de alcalde ordinario en el lugar de Madrigalejo el tiempo para el que hubiese sido nombrado, igual que lo habían hecho y ejercido sus antecesores. También le advertía de que no podía tomar del concejo más jurisdicción del poder que se le otorgara, con pena de ser castigado con todo rigor si se sobrepasaba. Y una vez juramentado el alcalde, el corregidor le comisionaba para que tomase aceptación y juramento a los demás cargos electos.
Con este poder, al día siguiente, y ya en Madrigalejo, las personas que habían sido nombradas para ejercer los distintos cargos comparecían ante el alcalde juramentado, dando fe del acto el escribano público. Así, cada uno de los cargos electos aceptaban y juraban ante él los oficios para los que habían sido nombrados, con penas de prisión y de ser mandados ante la autoridad de la ciudad de Trujillo si eran “omisos y morosos”, es decir, si se negaban a ejercer su cargo. El juramento se hacía por Dios y ante la Cruz, comenzando por el otro alcalde ordinario y continuando por todos los demás.
Todo el proceso de elección era recogido en su correspondiente acta por el escribano, y, por tanto, también el juramento de cada uno de los oficiales, que debía ser firmado por quien juraba, a no ser que no supiera firmar –que era muy frecuente-; en este caso lo haría, por ellos, el alcalde que recibía el juramento.
Desde ese momento, los nuevos componentes del concejo debían ejercer el oficio para el que habían sido nombrados hasta el 24 de junio, “día del señor San Juan”, del año siguiente.
Para terminar
Con el tiempo, ya en el siglo XVIII, los vecinos eran convocados para la elección en las “casas de ayuntamiento”, en lugar de la ermita de los Benditos Mártires, y, a partir de 1721, el día de San Juan dejó de ser la fecha de las elecciones, para comenzar a celebrarse cada primer día de enero.
Como vemos, desde antiguo, San Juan Bautista estaba muy presente en la actividad del concejo de Madrigalejo. ¿Puede venir de aquellos tiempos la tradición de que el Alcalde entregue el bastón de mando a San Juan en su día?
San Juan con el bastón de mando del Alcalde.
BIBLIOGRAFÍ Y FUENTES:
– L. RODRÍGUEZ AMORES. Crónicas Lugareñas. Madrigalejo. Badajoz, 2008.
-Archivo Municipal de Madrigalejo. Sig. 656-3
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