EL DÍA EN QUE EL PENDÓN ONDEÓ EN LA GLORIETA • LA CELEBRACIÓN DEL VII CENTENARIO DEL CONCEJO, HACE AHORA MEDIO SIGLO, RECOGIÓ DIVERSAS PROPUESTAS, COMO LA APERTURA DE LA CALLE JAIME I EL CONQUISTADOR
Jul 10 2016

POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA

Glorieta. La Plaza del Ayuntamiento, habitual punto de encuentro y de celebraciones para los murcianos.
Glorieta. La Plaza del Ayuntamiento, habitual punto de encuentro y de celebraciones para los murcianos.

Fue el 14 de mayo de 1966. Habían pasado siete siglos justos desde que el Rey Alfonso X otorgara a Murcia sus privilegios. Y la ciudad, encabezada por su alcalde, Miguel Caballero, quiso celebrarlo como correspondía. De entrada, las plazas de Belluga, La Glorieta y Santa Eulalia fueron adornadas con gallardetes con los colores y escudos de armas de las familias nobles murcianas. El Consistorio en pleno asistió a un tedeum en la Catedral y después se realizó un curioso acto que, hasta ahora, no ha vuelto a contemplarse en la urbe.

El tedeum comenzó a las doce y media cuando la Corporación, bajo mazas, se dirigió hasta el primer templo de la Diócesis. Portaba el Pendón el teniente de alcalde Pérez Beltrán. Los maceros, sin mover ni un músculo, flanquearían el altar en todo momento.

La retahíla de autoridades que asistieron al acto es interminable. Desde el gobernador civil y el militar hasta el presidente de la Diputación y los delegados de Hacienda, Trabajo y Vivienda. Junto a los exalcaldes Virgili Quintanilla, De la Villa y Fernández de Velasco, Fernández Picón y Gómez Jiménez de Cisneros, quien era por entonces gobernador civil de Logroño.

Concluida la ceremonia se organizó una procesión civil hasta el Ayuntamiento, en cuya escalera principal se encontraba formada la Policía Municipal en traje de gala, que presentó armas. Y poco después, Pérez Beltrán salió al balcón de La Glorieta para, como publicó el diario ‘La Verdad’ al día siguiente, flamear «la enseña de Murcia a los cuatro vientos» mientras la banda de música ejecutaba el himno nacional «y se prendía fuego a una colección de fuegos artificiales, cuyas bombas hicieron a manera de salvas». A la una de la tarde y en el Salón de Plenos se constituyó la Corporación en sesión extraordinaria para conmemorar la constitución del Concejo. Presidió el acto el gobernador junto al alcalde Caballero y el primer teniente, Fernández-Delgado de la Peña.

Una vez que las autoridades ocuparon sus sillones se procedió a la lectura del privilegio rodado de Alfonso X por el que concedían a la ciudad fueros, franquicias, enseña y sello. Curiosamente, ‘La Verdad’ destacó en su crónica que en aquel privilegio se otorgaba a la ciudad la posibilidad de abrir calles de hasta «veinte palmos» de anchura, unos cuatro metros.

El alcalde tomó la palabra para recordar a los presentes que se conmemoraban dos hechos históricos. El primero, el privilegio que instituía su Concejo, «señalando la forma de elegir entre sus vecinos los oficios representativos del concejo abierto: dos jueces o alcaldes, un justicia o alguacil y un almotacén». Además, el Rey Sabio añadía la concesión del Pendón, que debía portar «un caballero u hombre bueno a caballo, que representaría de forma simbólica a la ciudad en sus actos externos».

Eso, sin contar el sello de dos tablas. Dos, porque así eran sus partes y cada una la guardaba una persona distinta. Este sello, con las armas de la ciudad y sus cinco coronas -entonces no tenía más- autorizaba los documentos oficiales. El alcalde, tras concluir un discurso nutrido con numerosas referencias a la conquista de Murcia, propuso una moción, que fue aprobada y que, aunque fuera cumplida en la época, ya no perdura: colocar en el Salón de Plenos «una reproducción en bronce del sello del privilegio real para perpetuar de manera indeleble el VII Centenario de la constitución del mismo». No sería mala idea abordarla ahora, cuando se celebran nuevos fastos sobre la efemérides.

El catedrático de la Facultad de Derecho de Granada Rafael Gibert Sánchez fue el encargado de impartir a los presentes una lección magistral bajo el título ‘Pasado jurídico del territorio y de la ciudad de Murcia’.

En aquella intervención, que el ponente redujo a una hora para no aburrir, destacó el cariño que Alfonso X dispensó al reino, «su conquista juvenil». Y también adelantó que, si grande era la conmemoración del centenario, no había que olvidar que al año siguiente, en 1267, el Rey Sabio otorgó a Murcia otro privilegio que sentó las bases del desarrollo urbano, reguló el uso y disfrute de las aguas a través de los heredamientos y el derecho de caza y pesca, entre otros.

Concluidos los actos de la mañana, las autoridades procedieron a la inauguración por la tarde del llamado «recinto medieval», que quedó establecido en la plaza de Santa Eulalia. Aquello era el germen del actual centro de interpretación de la histórica muralla.

Para la ocasión, se restauraron los lienzos excavados y se abrieron salas que mostraban cerámicas y hasta cuerpos hallados en aquel lugar que, según la prensa, estaban «conservados por procedimientos modernísimos».

Además, se presentó una lápida que, aparte de estar perdida, rezaba: «Estas ruinas, resto de las murallas medievales de la ciudad, se excavaron y acondicionaron para la visita, merced al patrocinio del Ministerio de Educación Nacional a través de su Director General de Bellas Artes y del Ayuntamiento de Murcia 1963-1965».

Poca respuesta popular

Aquel director general se llamaba Gratiniano Nieto. Era catedrático de Arqueología y rector de la Universidad Autónoma de Madrid y, por cierto, lo nombraron hijo adoptivo de Yecla, donde falleció.

Gratiniano inauguró aquella tarde una calle de nueva apertura en Murcia, nombrada de Jaime I el Conquistador en memoria del personaje histórico. La vía estaba donde está, entre Alfonso X y la plaza Fuensanta. Fue también entonces cuando se plantaron palmeras, alguna de las cuales todavía resiste el paso de los años. Acto seguido se inauguraron varias salas en el Museo Arqueológico, dos más en el Museo de la Catedral y una exposición del pintor Párraga.

El colofón a la jornada fue una exhibición folclórica en La Glorieta a cargo de los grupos de la Sección Femenina de Murcia, Lorca y Cieza, además de un gran castillo de fuegos artificiales.

La única licencia que se permitió el redactor de ‘La Verdad’ en su extensa crónica sobre los actos se redujo a lamentar: «Desgraciadamente no encontramos en el transcurso de los mismos, ese calor popular que tienen otras regiones, con lo que una vez más nos dan ejemplo». Y ahí lo dejó caer.

Fuente: http://www.laverdad.es/

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