POR ANTONIO LUIS GALIANO PÉREZ, CRONISTA OFICIAL DE ORIHUELA (ALICANTE)
A lo largo de la historia de Orihuela, las catástrofes naturales no sólo han sido protagonizadas por las inundaciones, de las que se hace memoria cada vez que las aguas se salen de su cauce, sino también haladas y nevadas, vientos huracanados y terremotos. De estos últimos se tienen noticia de algunos acaecidos a mediados del siglo XVIII que dañaron alguna iglesia de Orihuela, e incluso se llegó a sentir el famoso de Lisboa, el 1 de noviembre de 1755.
Situados en el siguiente siglo, en 1829, desde el mes de marzo hasta prácticamente el final del año, las sacudidas sísmicas, con más o menos intensidad se fueron sucediendo y dejaron asolados y destruidos algunos pueblos de nuestra comarca, como Almoradí y Torrevieja, que fue necesario su reconstrucción, cambiando su trazado urbano bajo la dirección de Agustín de Larramendi.“Misericordiae Domini quia non sumus consumpti”: así comenzaba un artículo publicado por el “Diario de Barcelona” del 8 de abril, sobre todo lo sucedido en aquel día que tembló la tierra, en Orihuela y la Vega Baja.
“Misericordia Señor que no seamos consumidos”: debieron implorar muchos vecinos de nuestra ciudad, los cuales a la vista de las pérdidas humanas y materiales debieron de pensar que la suerte había estado de su parte, con respecto a los de otras poblaciones vecinas, y al verse salvados gracias a un milagro de la Virgen de Monserrate.
Sin embargo, no todos pudieron decir lo mismo, como aquel muchacho que pereció al derrumbarse la torre de la iglesia de la Trinidad cuando iba a hacer el toque de oraciones, en aquel segundo domingo de Cuaresma, 21 de marzo, a las seis y pocos minutos de la tarde de ese día. Ni tampoco lograron salvarse aquellos cinco vecinos del Camino de Cartagena, que buscando protección bajo un arco de la portada de un huerto, se vieron sepultados al desplomarse el mismo.
En comparación con los daños materiales sufridos en otros lugares, Orihuela salió bien parada, aunque debido al “terrible temblor” que duró un minuto se vieron dañadas, además la torre de la iglesia de la Trinidad, el testero de la iglesia de las Santas Justa y Rufina, una de las torres de San Agustín, el convento de San Juan de la Penitencia de las clarisas, la capilla de Nuestra Señora del Carmen de la Tercera Orden del Carmen y la iglesia de San Pablo de los carmelitas, en la que se hundió la bóveda y el tejado hasta la media naranja. Sin olvidar los daños de viviendas.
Algunos vecinos pasaron la noche a la intemperie en medio de los bancales, ante el temor verse sepultados por los derrumbamientos.
Según el estado de pérdidas a causa de los terremotos del 21 de marzo de 1829, en Orihuela y su partido, se contabilizan las siguientes: 668 casa arruinadas y 1.358 quebrantadas; 30 iglesias y tres ermitas; 67 molinos de aceite y dos de harina. Con respectos a pérdidas humanas se contabilizaron 19 muertos y 30 heridos, de los primeros siete en Orihuela y cuatro de los segundos. Así mismo, perecieron 21 caballerías.
Desde el primer momento el Obispo de la Diócesis de Orihuela, Félix Herrero Valverde, fue nombrado por Fernando VII como superintendente general y encargado para la reedificación de la poblaciones arruinadas en la comarca, y para la distribución de los donativos conseguidos. El Prelado tomó las riendas para el auxilio de los damnificados y la posterior cuestación para la recogida de limosnas, que fueron destinadas, entre las poblaciones de la Vega Baja, para la extracción de escombros, alimentación de huérfanos, construcción de barracas, compra de ganado lanar y caballar, y adquisición de trigo y de simiente de maíz. Importó la inversión efectuada, la cantidad de 1.015.609 reales de vellón.
El Obispo Herrero Valverde, había tomado posesión de la Sede Episcopal oriolana, el 18 de noviembre de 1824, tras haber ocupado la dignidad de doctoral de su catedral, haber sido gobernador de la Mitra al ser expatriado su antecesor Simón López, y provisor y vicario general. Tres años antes del terremoto que nos ocupa, por su iniciativa se efectuó la fundación del Real Monasterio de la Visitación y San Francisco de Sales, en cuya iglesia en su altar mayor fue inhumado su cuerpo. Nada más tener conocimiento de terremoto se trasladó a todos los pueblos asolados, ordenó el rescate de los cadáveres y su enterramiento, y el traslado a Orihuela de los heridos al Hospital de San Juan de Dios y de los huérfanos a la Casa de Misericordia.
A fin de potenciar el culto al mártir San Emigdio, protector contra los terremotos, se le dedicó un altar en la catedral, en el que se entronizó la imagen y reliquias del Santo. El día 10 de octubre de 1829, de común acuerdo entre el Obispo, el Cabildo Catedral y el Ayuntamiento, se firmó una escritura para celebrar el día 21 de marzo de todos los años, tres votos con motivo de los terremotos, que se debían oficiar en el altar del Santo de la catedral con cargo a su Cabildo; a la Virgen de Monserrate en su santuario el día del Patrocinio de San José, a cuenta del Ayuntamiento; una función del Santísimo en el iglesia de las Salesas, el domingo siguiente de la octava del Corpus, en que se celebra el Sagrado Corazón de María, a expensas del Obispo.
Así, se recordó, año tras año, aquel día de 21 de marzo de 1829, en que tembló la tierra causando una gran desolación en Orihuela y la Vega Baja.
Fuente: Aqui Orihuela