POR PORFIRIO GORDÓN VIDAL, CRONISTA OFICIAL DE VALDEJAMUZ
Sobre la alfarería jiminiega apenas hay documentación escrita y todos los autores que se refieren a ella suelen decir que su origen es muy antiguo o remoto y hacer referencia al socorrido Catastro de Ensenada de 1752, donde constan con sus nombres y apellidos 42 alfareros. Como mucho se remontan a unas pocas citas de piezas en inventarios de bienes del siglo XVII. Las escrituras llamaban entonces a los artesanos cantareros u olleros. En La Bañeza existe, junto al Salvador, el barrio de Olleros y entre Jiménez y esta ciudad, ahora bien conocida por sus grafitis, todavía podemos encontrar el pago de Valdulleros o valle de olleros.
Lo que traemos a estas páginas, en esta ocasión, es un documento del Archivo Histórico Provincial de León (A.H.P.L.), el testimonio más antiguo encontrado hasta el momento. Se trata de una escritura de obligación del siglo XVI firmada ante el escribano de La Bañeza Antonio Escudero por la que un jiminiego llamado Bartolomé Santos se obliga el 19 de diciembre de 1585 a pagar a otro vecino del mismo pueblo, Tirso Guerra, 275 reales por 550 “botijones de barro colorado cocidos”. Promete pagárselos (por eso redactan documento) para San Juan de junio del año venidero.
Mi ignorancia me indujo a pensar en un primer momento que se trataba de botijos más grandes de lo normal, pero tanto Vicente Murciego (Alfarería Taruso) como Jaime Argüello (del Museo Alfar), que tuvieron como maestro a Martín Cordero, conocían la pieza y pude fotografiarla porque aún se conserva en el museo como pieza se exposición, si bien su uso ha quedado obsoleto. Según Vicente es una pieza que se destinaba para contener vino.
En mi próxima colaboración (D.V.) hablaré de un pueblo cercano a La Bañeza al cual se trajeron carros y carros de piedras procedentes del monasterio de Nogales.