MARGARITA TORRES, CRONISTA OFICIAL Y PROFESORA DE HISTORIA MEDIEVAL DE LA UNIVERSIDAD DE LEÓN, Y JOSÉ MARÍA ORTEGA DEL RÍO, HISTORIADOR DE ARTE, ASEGURAN QUE LA COPA ENGARZADA EN JOYAS DE DOÑA URRACA ESCONDE EL CÁLIZ DE CRISTO EN LA COLEGIATA DE SAN ISIDORO Y DESVELAN LOS ENTRESIJOS DE UNA INVESTIGACIÓN QUE ESTÁ TENIENDO ECO INTERNACIONAL
El Santo Grial, oculto tras varios siglos de historia, leyendas y películas en pos de tan preciada pieza de la cristiandad, está a la vista en León. Margarita Torres, cronista oficial y profesora de Historia Medieval de la Universidad de León, y José María Ortega del Río, historiador de Arte, defienden en su libro ‘Los reyes del Grial’, que el cáliz de doña Urraca que se custodia en la colegiata de San Isidoro incluye la copa de ágata y ónice de la que bebió Jesús de Nazaret en la última cena antes de su crucifixión, el Santo Grial que la literatura medieval mitificó a partir del siglo XII y que ha dado lugar a cantares de gesta, leyendas templarias, de cazafortunas y búsquedas a lo Indiana Jones.
El libro, que mañana presentan sus autores en la librería Oletvm de Valladolid, ha azuzado la curiosidad, y el avance de sus conclusiones ha tenido repercusión en los medios informativos de varios países. «Se han hecho eco de él medios como ‘The Times’, ‘Daily Mail’, nos acaban de llamar de la cadena brasileña O Globo, desde Australia… Habrá que reposar todo esto», concede José Miguel Ortega del Río.
Raquel Jaén, gerente del museo de San Isidoro, constata la curiosidad que ha levantado el informe. «Se ha generado tal expectación y aumento de visitas que hemos retirado la pieza para facilitar su exposición y mostrarla como un objeto único, pues antes figuraba junto al resto del tesoro. El nuevo espacio se abrirá lo antes posible al público», avanza, garantizando que este lugar, que visitan cada año unas cien mil personas, ya contaba con las medidas de seguridad adecuadas.
El camino al hallazgo se inició en 2010, con un proyecto de investigación centrado en las piezas de procedencia islámica conservadas en el museo de la basílica de San Isidoro. Los historiadores, al amparo de un estudio de la Consejería de Cultura, iniciaron el análisis de varias de esas piezas, entre las que figura un arca del visir Sadaqa Ibn Yusuf, de mediados del siglo XI. «Nos llamó muchísimo la atención, lo que nos llevó a enviar a Egipto a un arabista, Gustavo Turienzo con el fin de que investigara si existía información sobre este personaje y las relaciones que pudiera tener con León en la Edad Media», explica Margarita Torres.
La sorpresa llegó con la aparición de dos informaciones procedentes de El Cairo, donde Turienzo halló en dos pergaminos de la biblioteca Al Azhar datos, «buena parte de ellos ya conocidos por medievalistas españoles». Uno de ellos aludía a que en torno al periodo 1054-1055 Egipto padeció una hambruna, lo que motivó la petición de ayuda por parte del califa, atendida por el emir de Denia con el envío de barcos cargados de víveres. En agradecimiento, el califa egipcio le correspondió con regalos. «Esta parte ya se conocía, está publicada en libros y artículos», apunta Margarita Torres. «Lo que no sabíamos es que en ese mismo pergamino se cita que hay un regalo en concreto que el emir de Denia solicita al califa: la copa con la que la tradición dice que Jesucristo celebró la última cena junto a sus discípulos. Y se le pregunta al emir de Denia que para qué quiere la pieza siendo un objeto cristiano. Y en el mismo pergamino viene la respuesta del emir: ‘Quiero la copa para entregársela a Ferdinand al Kabir, emir de Liyun’ (Fernando El Grande, emir de León (1037-1065). Y en él dice también que como los cristianos de Jerusalén tienen miedo de que la copa viaje en manos que no sean de la misma religión, le ruegan a un clérigo de Yalaliqa que se haga cargo de ella. En ese momento el rey de León es Fernando I, el monarca más poderoso de su tiempo, de ahí el respeto y el temor que el emir de Denia pudiera tenerle».
El equívoco de Indiana Jones
En el segundo pergamino de la biblioteca egipcia se da noticia de la petición de Saladino solicitando al gobernador de Egipto que le entregue la esquirla que su antepasado hizo saltar de la copa de Cristo durante el viaje de este objeto hacia Occidente. «Cuando vimos que al cáliz de doña Urraca le falta una esquirla nos estremecimos», relata la historiadora.
El material de ágata ónice del que está hecha la pieza de la que la tradición dice que bebió Jesús es algo que causa sorpresa y explica Margarita Torres. «A muchos sorprende que Jesús celebrara la Pascua con una copa de piedra semipreciosa, y esto obedece a que el cine ha hecho mucho daño; la liturgia judía en tiempos de Cristo no permitía utilizar en Pascua copas de madera ni de cerámica, con lo que Indiana Jones hizo un flaquísimo favor persiguiendo un grial de madera».
El curso de la investigación ha llevado a estos dos historiadores a afirmar que la copa que desde el año 400 era venerada como la de Jesucristo por las primeras comunidades cristianas en la iglesia del Santo Sepulcro, en Jerusalén, es la que en el siglo XI viaja hasta León para acabar en manos de Fernando I y ser recubierta y engarzada con las joyas de su hija, Doña Urraca, reina de Zamora.
Uno de los interrogantes que surgen es cómo una reliquia de tal valor para la cristiandad ha podido pasar desapercibida con el correr de los siglos, recluida en San Isidoro de León. José Miguel Ortega del Río apela al contexto de inestabilidad de la época, lo que llevaría a sus custodios a mantener el silencio por cautela. «En torno al 1054 se produce el cisma de Oriente, Jerusalén pertenecía al lado oriental, y lo que están haciendo los fatimíes es robar una de las más preciadas reliquias a una religión para dársela a otra; el Papa había sido hecho prisionero por los normandos en la batalla de Civitate… en fin, en dos años ocurren una cantidad de sucesos terribles, y probablemente la discreción en torno al Santo Cáliz fue el modo de no ponerlo en peligro».
Los investigadores añaden otro dato para apuntalar su tesis: una pintura del panteón real de la Basílica de San Isidoro de León. «Iconográficamente ha sido un quebradero de cabeza y una de las cosas que no encajan es la pintura central en la que no hay Santo Cáliz encima de la mesa y, en cambio, aparecen una serie de personajes anacrónicos que no tenían que estar ahí, como Marcial El Copero, que en la mano tiene el cáliz, y con la mirada se lo está ofreciendo a Cristo. Y mientras el resto de los comensales tienen copas en la mano él aparece con un cuenco de piedra». Advierten los autores de que ‘Los reyes del Grial’ no es libro de religión, leyendas ni esoterismo, sino «una obra de historia». Saben que en el mundo hay unos doscientos supuestos griales pero están convencidos de que el de León es «la copa de Cristo», una posibilidad que en su día sugirió el que fuera abad de San Isidoro, Antonio Viñayo, fallecido el pasado año.
Ante la existencia de un grial como el de la Catedral de Valencia, que en 2008 motivó un congreso de expertos que instó a las autoridades a promover ante la Unesco su declaración como Patrimonio de la Humanidad, Ortega cree que «bien pudiera ser el llamado cáliz utilizado por los apóstoles tras la muerte de Cristo». La existencia de dos cálices, –el de Cristo de la última cena y el de los apóstoles, empleado tras su muerte– lleva a Margarita Torres a no contemplarlos como excluyentes. «El cáliz que las comunidades de Jerusalén consideran desde el año 400 como el de Cristo, es el de León», y añade una propuesta: «Deberíamos unirnos Valencia y León para apoyar investigaciones sobre estos dos cálices porque es de gran relevancia que ambas piezas estén en España». Saben los historiadores que han tocado fibras sensibles de la historia y que ahora su investigación será sometida al escrutinio de la comunidad científica.
Fuente: http://www.elnortedecastilla.es/ – Jesús Bombín