POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
Gigantes que superaban los dos metros de altura, con descomunales dientes de hasta cuatro centímetros y enormes cabezas alargadas. Así era la quincena de esqueletos descubiertos, por casualidad y mientras se araba un campo, en Tonosa, una aldea situada a pocos kilómetros de Puerto Lumbreras. Hace medio siglo justo, la noticia del hallazgo de los restos de formidables seres humanos atrajo la atención sobre este olvidado caserío. Pero, de forma inexplicable, apenas unos días después, cuando los medios acudieron al lugar, los restos fueron enterrados a toda prisa. El enigma de los gigantes de Tonosa se mantiene intacto cincuenta años más tarde.
La primera noticia fue publicada en el diario ‘La Verdad’ en su edición del día 22 de septiembre de 1966. La información estaba datada en Puerto Lumbreras y era, según destacaba el periódico, un «servicio especial de nuestro corresponsal». Se trataba de Juan Romea Sánchez. El titular, que ocupaba más de media página, advertía de la aparición de «esqueletos humanos de más de dos metros» en la localidad almeriense de Tonosa. Al parecer, los huesos habían aparecido mientras un agricultor araba un campo.
«Al entrar un tractor en un terreno blando y arcilloso que jamás había sido arado -señalaba el rotativo-, se descubrieron losas de 25 centímetros cuadrados, debajo de las cuales fueron encontrados hasta quince esqueletos que han quedado a casi ras de tierra».
El corresponsal de Puerto Lumbreras añadía que el tamaño de aquellos huesos encontrados era bastante más largo y de mayor diámetro que los del hombre contemporáneo. Además, «los cráneos son mucho mayores y alargados. Con toda seguridad, su estatura sería superior a los dos metros».
El estado de conservación de los restos debía ser aceptable, al menos si tenemos en cuenta que conservaban aún los dientes, como destacaba el diario. Y, desde luego, sus dimensiones llamaron la atención del improvisado informador. «Algunas piezas dentales miden casi cuatro centímetros». Tras el descubrimiento, algunos recordaron que hacía algún tiempo otros labradores desenterraron un esqueleto de características similares.
Lo que no explicó ‘La Verdad’ es que los dueños del terreno habían dado parte a la Guardia Civil de Vélez Rubio, desde donde se trasladó un juez para inspeccionar el macabro hallazgo. La antigüedad de los esqueletos era evidente, por lo que la comitiva se retiró sin dar más explicaciones. Y, sobre todo, no ordenaron hacer nada con aquellos huesos.
Envían a dos periodistas
La noticia causó una gran expectación en Murcia, como lo prueba el envío inmediato de un redactor, Manuel Carles, y el gran fotógrafo Tomás, para cubrir a pie de campo la información. Carles describió Tonosa como un núcleo de población formado por «quince casas mal contadas. Muy rurales y con una ermita muy rústica, a la que va los domingos, desde uno de los Vélez [Vélez Rubio o Vélez Blanco], un cura a decir misa». La aldea era tan «insignificante» que apenas nadie salió a recibirlos y «solo unas gallinas cloqueadoras rompen silencios».
El redactor descubrió que las osamentas habían aparecido en unos terrenos propiedad de Los Ambrosios, vecinos de otro pueblo próximo. El lugar era «grande y plano, de tierra blanda y color ceniza, que está muy suelta porque hace muy poco que fue arada».
A su alrededor se alzaban unos almendros, aquel día un tanto húmedos por la lluvia. Pero lo curioso es que por todo el campo se repartían «hasta catorce montoncitos de piedras planas, colocadas de canto, unas apoyadas contra otras».
El redactor y su fotógrafo, a quienes acompañaba el corresponsal de Puerto Lumbreras, aguardaron la llegada del tal Ambrosio, «que andaba comiendo». Pero, entretanto, pidieron una azada a un lugareño y cavaron entre aquellas piedras.
Pronto encontraron lo que buscaban: «algunos huesos humanos: un trozo de fémur, otro de bóveda craneana, otro de sacro». El corresponsal Romea halló unas muelas, que guardó en su bolsillo y de las que se conservan fotografías. En una de ellas, descomunal, cabía una habichuela entera.
De la misma visita se conserva el testimonio de una lugareña, María Martínez López, quien aportó interesantes detalles sobre el paradero de los huesos. «Los volvieron a enterrar. Están a más de setenta centímetros de profundidad. Lo que ahonda el tractor». La misma María aclaró que era la primera vez que se araban aquellos campos con tractor. Hasta entonces solo se empleaban mulas, cuyos arados no penetraban tanto en el terreno. ¿Por qué los habían vuelto a enterrar? María también explicó ese extremo: «No sabían que hacer con ellos».
Más restos en una cueva
La joven relató que los esqueletos descubiertos eran muy grandes y que «encima de la cabeza tenían una de esas piedras y dos más, una a cada lado de la calavera». Similar opinión aportó el tal Ambrosio, quien añadió que apenas dos años antes, «en una cueva próxima se hallaron otros [restos] muy parecidos. Con las piedras planas en la cabeza». También recordaba el reportaje que en el paraje conocido Cueva de Ambrosio se habían hallado más esqueletos. Ese espacio fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1998 por su espléndido arte rupestre. No muy lejos de allí existe la llamada Sierra del Gigante.
Sin embargo, medio siglo más tarde aún perdura el misterio de aquellos esqueletos que sorprendieron, aunque fuera por unas horas, a los parroquianos. ¿Qué fue de ellos? ¿Realmente existieron o fue un [improbable] montaje? ¿Se conserva el atestado de la Guardia Civil? Tantos interrogantes que, al menos hasta ahora, continúan siendo un enigma para los lectores murcianos.
Fuente: http://www.laverdad.es/