POR JOSÉ DAVID MOLINA TEMPLADO, CRONISTA OFICIAL DE ABARÁN (MURCIA)
A mis hijos
Parece ser que desde los tiempos apostólicos se han venido conmemorando los Misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. Los primeros cristianos tenían los días de la semana anterior a la Pascua de Resurrección como la época más santa del año, que les exigía más devoción y fervor por los grandes Misterios que se rememoraban. El nombre de Semana Santa para éste periodo se ha hecho universal en la cristiandad y ha prevalecido sobre otros como Semana de Indulgencias o Semana Grande.
El primer testimonio escrito de un modo explícito sobre los actos peculiares de la Semana Santa se deben a Eteria, una peregrina gallega que murió en el año 388, la cual visitó Jerusalén y presenció algunas de las ceremonias y cultos que se celebraban en la ciudad y alrededores. Le llamó la atención la procesión del Domingo de Ramos y la Adoración de la Cruz. Por otra parte, también le sorprendió comprobar que la liturgia del Sábado Santo era similar a la establecida en su patria.
La Semana Santa siempre ha sido tiempo de mortificación y penitencia. En sus días los ayunos eran más prolongados y las abstinencias más estrictas que en el resto del año. Las vigilias acompañaban a los grandes ayunos y era práctica común pasar la noche del Jueves al Viernes Santo rezando delante del Santísimo Sacramento.
La Pasión de Cristo tan bien testimoniada por los evangelistas con muchos detalles movía a la compasión de los fieles llevándoles con la mortificación y el arrepentimiento a ganar el perdón y la indulgencia de los pecados.
A partir del Sínodo de Constantinopla de finales del siglo VII se generalizó la imagen de Jesús Crucificado y apareció una invitación explicita a la veneración de la sublime figura de Cristo en la Cruz. A partir de entonces pintores y escultores tuvieron un nuevo motivo de inspiración para alimentar su creatividad.
La Semana Santa seguramente adquirió una nueva dimensión por aquello del valor que tiene una imagen sobre la palabra. Una pintura o una talla policromada era la mayoría de las veces una invitación hacia la piedad mucho más fuerte que un brillante sermón. En un principio los crucifijos presentaban a un Cristo vestido con túnica y alejados de un realismo que aparecerá con el estilo Gótico que introduce las heridas y la expresión de agonía en el rostro de Jesús.
Compasión, piedad, penitencia, mortificación…en una liturgia que recoge y expresa estos atributos, presentando unos símbolos relacionados con la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús y su expresión teológica. Este sería el espíritu de la Semana Santa.
Por otra parte está la reflexión individual referente a la Pasión de Cristo. Meditación sobre los hechos, sobre cada personaje de los que intervienen, sobre cada grupo de personas o sobre la trascendencia de los acontecimientos. La lectura detenida de los pasajes evangélicos referentes a los acontecimientos que se rememoran en la Semana Santa, abre siempre varias y nuevas líneas de conocimiento. Desde los puntos de vista, histórico, cultural y espiritual, íntimamente relacionados entre sí, podemos, desde simplemente disminuir nuestra ignorancia en la religión que profesamos, hasta fortalecer nuestras convicciones morales.