POR ANTONIO BOTÍAS SAUS, CRONISTA OFICIAL DE MURCIA
El rector del santuario abaranero de la Virgen del Oro, personaje piadoso donde los hubiera, era antes hombre que sacerdote. Por eso aquella mañana del 26 de octubre de 2010, cuando conoció el robo de un crucifijo atribuido a Salzillo, alzó los ojos al cielo, olvidó cuanto del cielo había aprendido y exclamó: «¡Incivilizados, ojalá se hubieran quedado pegados!». Ni imaginaba Antonio Yelo que aquel robo, siete años más tarde, podría contribuir a desvelar el misterio del paradero de una pieza que, curiosamente, quizá haya sido robada en dos ocasiones.
El robo que endemonió al sacerdote se produjo en el santuario de la Patrona de Abarán. Allí permaneció la pieza expuesta al público unos diez años. Fue adquirida a un anticuario por el imaginero Sánchez Lozano, quién a su vez se la vendió al sacerdote Yelo. La obra de arte se encontraba custodiada en una urna de cristal cerrada con un candado y una cadena que, sin embargo, no fueron obstáculo para los cacos. Por aquella época, el santuario permanecía abierto todo el día para recibir constantes visitas de los fieles.
La prensa se hizo eco de la noticia y el rector aseguró que desconocía «el valor económico de la talla, pero la relevancia del imaginero murciano hace prever que alcanzará un gran valor si finalmente sale al mercado negro». La Guardia Civil inició entonces una investigación para determinar el paradero de la pieza y detener a los autores del asalto al santuario. Las pesquisas fueron en vano.
Fue adquirida a un anticuario por el escultor Sánchez Lozano poco después de desaparecer
Y ‘apareció’ de repente
Pero si extraño resultó el robo, no menos lo fue la ‘aparición’ del crucifijo más de dos años y medio más tarde, en junio de 2013, cuando el encargado del santuario, Jesús Sánchez, la descubrió en el interior de una bolsa de basura que alguien había depositado junto a una pequeña ermita que está ubicada próxima al templo.
Fuentes de la investigación concluyeron entonces que quizá los ladrones se habían arrepentido del asalto y por ello habían devuelto la pieza. En este segundo episodio de la historia, el sacerdote Yelo demostró más memoria al asegurar que compró el crucifijo «por 8.000 pesetas hace más de cuarenta años». E incluso añadió el rector, ya retirado, que abonó el precio «en pagos mensuales de cien pesetas». Pero no desveló la identidad del anticuario. Y la noticia, como tantas, engrosó las hemerotecas.
El caso se dio por cerrado. Hasta hace un par de meses, cuando este diario comprobó que la Guardia Civil seguía la pista del crucifijo y, además, solicitaba la colaboración ciudadana para localizarlo. En la web que la Benemérita dedica a la protección del patrimonio se muestran fotografías de obras de arte sustraídas y se ofrece a los ciudadanos que posean información la oportunidad de comunicar cualquier información sobre las mismas. El crucifijo, según los datos que manejan los investigadores, es una pieza de Salzillo que fue robada en enero de 1970. Por aquellos años fue cuando, precisamente, la adquirió el rector. La descripción destaca que es una talla policromada, una «escultura de bulto redondo», cuyo estado de conservación es «regular, presenta rotura y desprendimiento de policromía».
La imagen que incorpora la Guardia Civil a su página (www.guardiacivil.es), de acceso público, se corresponde con la del crucifijo cuyo robo denunciara en su día Yelo. E incluso con la antigua urna donde la escultura estaba expuesta al culto. Fuentes de la investigación destacan que existe un expediente sobre el robo de la pieza y que, en principio, no se trata de un error de actualización de la ‘web’.
El sacerdote murió hace unos dos años. Desde entonces, el santuario permanece cerrado y solo en contadas ocasiones puede visitarse. Entretanto, también resulta indispensable aclarar si la obra supuestamente robada en dos ocasiones pertenecía en realidad al rector o fue donada al templo, como mantienen algunas fuentes. Y determinar dónde se encuentra en la actualidad.
Fuente: http://www.laverdad.es/