EL FARO: UNA LUZ EN EL PASADO CON MIRADA DE FUTURO
Feb 25 2017

POR FRANCISCO SALA ANIORTE, CRONISTA OFICIAL DE TORREVIEJA

El baluarte convertido en faro y casa del farero. / Colección de Fco. Sala
El baluarte convertido en faro y casa del farero. / Colección de Fco. Sala
Anuncio de Pedro Solano, escultor y farero. / Colección de Fco. Sala
Anuncio de Pedro Solano, escultor y farero. / Colección de Fco. Sala

El 30 de noviembre de 1860, a las 12 de la mañana, se adjudicó en pública subasta las obras relativas al establecimiento de una luz de puerto provisional en la rada de Torrevieja, bajo un presupuesto de 53.615 reales con 80 céntimos. Se ubicó en lo alto del antiguo baluarte, que había sido proyectado como defensa de la costa en 1810, próximo al lugar que hoy ocupa el monumento al Hombre del Mar.

Con el paso del tiempo y el inicio de las obras de la escollera de Levante, El alumbrado marítimo tendría que sufrir alguna modificación. La luz situada en punta Cornuda, sobre el antiguo fuerte, una vez construido el espigón o dique de defensa tendría que ser trasladada al extremo de esta obra, la vivienda del torrero, contigua al fanal, quedaría distante del faro, pero ese inconveniente podía evitarse obligando a los concesionarios para la construcción del puerto a establecer una nueva vivienda para el farero en el morro del dique ensanchando lo necesario esta parte, obra que nunca se llevó a término.

Parecía también un inconveniente señalar con una luz el encuentro del muelle de la costa con el lateral de escalera, que debía servir para las embarcaciones menores, señalando la separación de los atracaderos de las grandes embarcaciones y de las pequeñas, en el llamado ‘puerto piojo’, lo que hoy es parte del relleno del puerto.

De aquella época nos ha llegado el nombre de Pedro Solano que, además de haber sido farero en Torrevieja y en la isla de Nueva Tabarca, destacó como escultor, junto con Tomás Parodi.

En septiembre de 1887, el periódico local ‘Torre Vigía’ hace una descripción de Pedro Solano que viene a colación con la exposición que en estos días realizan alumnos de arquitectura de la Universidad de Alicante sobre los faros:

Todas las artes han tenido o tienen entre nosotros quien las cultive con éxito y con entusiasmo. Comenzando por la más material de todas, por la arquitectura, ¿qué torrevejense no nombrará con orgullo a Pedro Solano y mostrará sus obras con íntima satisfacción? En aquella modesta cuevecilla que hay al pie del faro, recluido como un anacoreta en su gruta, a solas con su fantasía creadora y con su amado arte ‘Pedro el del faro’, como familiarmente lo hemos llamado siempre todos, ha trazado las esbeltas líneas góticas del panteón de la familia Talavera y la elegantísima silueta de la aguja del monumento de la Glorieta. Allí, en aquella caverna que alegraba el mar con sus murmullos y reverberaciones, habrá soñado muchas veces con una vida de artista y ante los ojos de su imaginación habrán posado en fantástica procesión sus obras non natas, más bellas cuanto más ideales y separadas de la realidad. Tiempo hace ya que pedro no vive entre nosotros y no sé si continua sus artísticas tareas. De cualquier modo que sea, dejadme que escriba su nombre a la cabeza de mi epístola.

Y sea el segundo su compañero y colaborador, el que corría a encerrarse con Pedro en la para mi famosa gruta de donde han brotado tantas obras de arte, el más artista de los hijos de Torrevieja puesto que lo es hasta por carácter, Tomás Parodi. Tomás es tornadizo y voluble para trabajar; exigente consigo mismo más que el crítico más atrabiliario; descontentadizo y despiadado para con sus propias obras que muchas veces ha roto y reducido a masas informes de barro, después de haberlas infundido, como Dios al primer hombre, el soplo vital de su inspiración. ¡Ah! Yo no lo he dudado nunca ni lo dudo ahora. Si Tomás se hubiese dedicado en alma y cuerpo a la escultura, figuraría junto a los Benlliure y Valtmijjana. Aun hoy, si lee estas breves líneas, palpitará un poco más de prisa su corazón de artista, pero después requerirá los trastos de pescar y se irá a olvidar entre redes y anzuelos su vocación perdida. No importa: las estatuas y los bustos de la Glorieta serán eternamente su gloria y su remordimiento.

De aquellos hombres se pueden aun hoy ver algunas de sus obras en el cementerio municipal, pero lo realmente curioso es que, en este artículo de autor desconocido y firmado bajo el seudónimo de ‘Un Salinero’, nos sirva para enlazar -ciento treinta años después- la escultura, la arquitectura, los faros y la mar de aquellas gentes con los futuros creadores del mañana que exponen ‘Faros de Naturaleza’ en las Eras de la Sal. Enhorabuena a todos.

Fuente: Semanario VISTA ALEGRE. Torrevieja, 25 de febrero de 2017

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