A mediados del siglo XIX cuando el viñedo se recuperó de la crisis económica, muchos mayetos menores no asalariados optaron por vivir junto sus suertes de viñas, costumbre que se prolongaría en el tiempo hasta mediados a los años sesenta y setenta del siguiente siglo. Eran una o dos viviendas construidas rústicamente compuestas por paredes con piedras y barro, techos sobre una base de madera y caña del país, eneas o espadañas de las lagunas y arroyos cercanos: el caserón.
Mucho tuvo que ver esta recuperación de la industria vitivinícola con los mayetos menores y mayores, durante el proceso histórico de la Restauración, para que la villa de Chiclana obtuviese el título de ciudad en 1876 otorgado por el rey Alfonso XII “en consideración a la importancia que por el aumento de población y desarrollo de su industria y comercio ha logrado alcanzar”. Fue una época de proliferación de almacenes cosecheros y pequeñas bodegas de mayetos. También de roturaciones en baldíos en diversos pagos del municipio por mayetos menores.
Los años finales del reinado de Alfonso XII serán de auge para el sector vitivinícola. Las bodegas se llenaron de mosto. Tanto fue así que en Chiclana y la comarca se careció de vasijas para recoger el mosto de la cosecha de 1885. En esta crisis intervendrá en favor de los chiclaneros faltos de vasijas, José de Bertemati, padre del propietario de la Colonia Vitícola de Campano: “En vista del estado aflictivo en que se encuentran esos mayetos por falta de vasija donde meter sus mostos he decidido comprar botas para acudir a esa apremiante necesidad.”
En los años crepusculares del siglo XIX, aquel tiempo ejemplo de prosperidad, iba a sucumbir a la plaga de la filoxera, que atacó duramente al viñedo chiclanero a partir de julio de 1897. Los mayetos sufrieron como nadie el exterminio de sus viñas. Hubo hambre y miseria en la ciudad. El Ayuntamiento acudió a los grandes contribuyentes para que socorriesen a los más necesitados. Mientras, la Junta Local contra la filoxera, atendía la petición de los viticultores adquiriendo pies de cepas americanas y plantando un vivero. También Manuel José de Bertemati acudió a prestar auxilio industrial con numerosos plantones de cepas americanas de su colonia de Campano, regalándolos al ayuntamiento chiclanero para que las distribuyese a los mayetos sin recursos.
Era una época donde imperaba el caciquismo y la relación clientelar del mayeto con los grandes bodegueros. Esta relación no solo se limitaba al ámbito electoral, sino que iba mucho más allá, incluyendo el suministro de alimentos básicos, vestido, anticipo metálico para gastos de labranzas y productos químicos, –sobre todo sulfato de cobre y azufre– con los que combatir las plagas de la viña. Al final del año se hacían las cuentas entre ambos y el mayeto recibía su parte de los beneficios o debía pagar o esperar la próxima cosecha para liquidar la deuda contraída.
En este contexto, en noviembre de 1914, el padre Fernando Salado Olmedo (1875-1957), un presbítero identificado plenamente con la doctrina social de la Iglesia, funda el “Sindicato de Viticultores de Chiclana” donde se integrarán numerosos mayetos menores. Su filiación será básica para los años venideros tras la paz europea y la crisis económica de 1917. Los caciques se enfrentaron al padre Salado y este a ellos. Al finalizar la guerra civil el sindicato perdió su fuerza continuando en un régimen cooperativista, pero sin su fundador al frente.
Años después (1962) se fusionaría con la bodega “Cooperativa del campo San Juan Bautista” en donde existían 1050 socios mayetos con 6000 aranzadas. En 1980 se recogieron 20 millones de kilogramos de uva, y se admitieron 40 nuevos cooperativistas mayetos. El 95% de los socios eran propietarios dos hectáreas.
La crisis de principios de los 90 acabó con ella fundándose una nueva en 1992 con nuevos cooperativistas mayetos y otros más antiguos: la Sociedad Andaluza Cooperativa, “Unión de Viticultores Chiclaneros”. Esta acoge a los últimos mayetos del término municipal que cultivan en la actualidad 160 hectáreas de viñedo aproximadamente. Solo el 4% mantiene su viña como único modo de subsistencia.
La cooperativa ha sido fundamental para que el fenómeno de la mayetería en Chiclana se haya mantenido durante estos años, a pesar de una significativa reducción de socios como consecuencia de la desaparición física de sus propietarios mayetos. Porque, además, ha sabido añadir un plus de calidad en sus modernas instalaciones para la recogida, pisa y elaboración de sus distintos vinos.
La mayoría de los actuales mayetos propietarios están en situación de jubilados. Sin embargo, continúan cultivando sus viñas, “echando el rato” como durante una buena parte de su trayectoria vital. Ellos junto con el concurso de sus hijos, a tiempo parcial, sostienen el viñedo que generación tras generación han cultivado con tesón, esmero y cariño.
Bibliografía:
-ARAGÓN PANÉS, J. L. (2023): “El fenómeno de la mayetería en Chiclana de la Frontera”. Ponencia en el XLVIII Congreso de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales y III Hispanomexicano. Manuscrito.